La obra se plantea como una catarata de voces, de palabras vedadas, donde se confunden, anárquicamente, el pasado y el presente, la vida y la muerte, el tormento y la libertad. Una reacción visceral contra el dogmatismo y la intolerancia de siglos, en la que confluyen personajes como Giordano Bruno y Galileo, agitadores, milicianos, beatas e inquisidores, máscaras, sombras y borrachos, testimonios de un pasado que aún pervive, cuando menos en la memoria, y cuando más en la realidad de una moderna silla eléctrica. Las Máscaras, provocadoras y deslenguadas, son el contrapunto del miedo interiorizado. El Borracho, por fin, tiene la última palabra, la verdad más amarga. La representación corresponde al ensayo de la obra, previo a su estreno ¿Será todo ello un aquelarre? ¿O una pintura negra de Goya? Finalizado el ensayo, el Autor deberá hacer frente a la reacción del Hombre con traje, que esperaba una obra diferente para inaugurar la temporada. Decepcionado con el montaje, recurrirá en el último momento a un espectáculo que lleva siglos representándose en el mundo: el sacrificio humano.