A finales de los años sesenta del siglo xx, en algún lugar del norte de España, que puede (y debe) ser Asturias por la utilización que sus personajes hacen de léxico asturiano, una casa familiar de campo y una nisal vieja con el tronco destrozado componen la escenografía perfecta para el desarrollo de la trama que afecta a sus habitantes: cuatro mujeres de la misma familia, tres vivas y una muerta. El regreso de una de ellas a la casa familiar después de años de ausencia va a remover sus vidas. Aparentemente indiferente, medio quemada y sola, la vieja nisal se va a convertir en gran protagonista de esta obra que nos habla de la memoria, individual y colectiva, de los desastres que el silencio y el falso olvido pueden provocar en las personas y en las sociedades. Pero para sanar, para curar las viejas heridas que aún hacen daño, está la memoria de la nisal.