Hurón, un feriante, y Migra, un policía de fronteras, se encuentran en la ciénaga, un charco inmenso repleto de funestos presagios. Hurón se ha acercado a rezar por un hermano que perdió en aquellos parajes. Migra ha acudido para controlar de cerca los vaivenes de los sucios asuntos que se trae entre manos y que tienen que ver con el tráfico de personas, con la explotación de los migrantes y con el rechazo de los refugiados.
Los acontecimientos nos hacen descubrir la relación entre la desaparición del hermano de Hurón y los negocios de Migra.
Nadie se salva en la frontera.
Afirma en el prólogo Raúl Cortés: "Retrato de nuestro tiempo, La ciénaga es estupor y es lamento, dolor ante la incomprensible herida sangrante del otro, del desterrado, del extranjero. Es una incómoda y necesaria pregunta. Urge hoy un teatro valiente, como La ciénaga, y autores arrojados como Antonio M. Morales, capaces de abismarse en los vacíos que han dejado la filosofía, el propio arte e incluso la religión.