Goya duerme al final de su vida cuando el relicario que pintó siendo todavía un jovencito en su pueblo natal, Fuendetodos, se le aparece.
De sus puertas salen como fantasmas personajes de sus grabados y también sus seres más cercanos: su ilustrado amigo Moratín, su entrañable compañero Martín Zapater, el doctor Arrieta, que le trató su enfermedad, y las tres mujeres de su vida: Josefa Bayeu, su fiel esposa; la duquesa de Alba, su amante más famosa, y también Leocadia Zorrilla, la mujer con la que compartió sus últimos años. Estos le invitan, como si fuera un trámite a cumplir en el paso de la vida al Más Allá, a recrear por última vez su vida. Goya lo hace mezclando en sus recuerdos la realidad con la fantasía.
A partir de esta situación de puro juego teatral, se representan algunos de los momentos más importantes de la vida del artista, y la relación emocional con su propia pintura, a la que hace tomar vida sobre el escenario.