Necesario citar los nombres de algunos clásicos. Lope de Rueda, Timoneda, Lope de Vega, Mira de Amescua, Valdivieso, Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón, Calderón de la Barca, Vélez de Guevara… Primero en mi torpe adolescencia e inicios de madurez, más tarde cuando asistía libremente a la Escuela de Arte Dramático (1957-1960), aprendí de ellos su técnica impecable y mediante el contenido de sus obras, conocí su tiempo, la profundidad de sus crónicas… sin recurrencias a «arqueologías, antropologías y paleontologías» (rechazo las versiones que de estos inmortales hacen los escritores mediocres de estos tiempos). Leandro, Eladia, Vagasombra y el resto de personajes viven una época concreta de nuestra irreversible historia. Protestan, cantan, se embriagan, follan, se corrompen, lloran, padecen, se reprimen y son reprimidos. Mas la novedad y originalidad de esta historia es la aparición del DEMONIO en todo momento de la intensa acción de la comedia. Él, dialéctico, poderoso o derrotado, consig