Isidoro, profesor a punto de jubilarse, podría pasar por ejemplo de sabio distraído. A serlo le ayuda Carmen, su mujer, que no es que sea despistada, sino que suele olvidar hasta la última palabra que pronunció. Paula, hija mayor, es el ángel guardián de la casa. La que se ocupa de que todo salga bien, y el paño de lágrimas de cuantos necesitan una ayuda. Pepe, el hijo mayor, pasa unos días en familia porque acaba de reñir con su mujer, que como es la dueña de su casa, casi que lo ha tirado a la calle. Rita, la otra hija, está casada con Nicolás, pero como él ha “fichado” en el INEM, han ido ambos a vivir unos meses con los padres, que para eso están. Para eso y para soportar los chistes malísimos que cuenta Nicolás, con el agravante de que además los explica. Quique es un caso. De quince años, acabado de entrar en la pubertad, ve el mundo como si fuera único gallo de un inmenso gallinero, y trae mártir a María, la doméstica, que ya no sabe dónde meterse, pues cualquier pasillo, habita