Vuelven de una excursión apresuradamente, con la urgencia de enterrar a la hija, a la que traen envuelta en un mantel. Los padres y el niño (terrible), luego los cuñados y la abuela, que llegarán después, se afanan en los preparativos del sepelio (la mortaja, los lutos, las viandas para obsequiar a las visitas). Y, mientras esto ocurre, la hija, que no está muerta, se escapa de la caja varias veces para pedirle al padre que no la entierren. Conforme avanza la representación, se va produciendo una ambivalencia que confunde el entierro con la boda, de forma que cuando llegan las visitas, resultan ser el novio y la suegra, que vienen a la petición de mano.Al parecer, todos están muertos, a excepción del niño, terriblemente vivo, y la hija, que se resiste a morir; entendiéndose la muerte (figurada) como esa postura conformista que adoptan los adultos mientras aguardan la muerte (real). En el delirio de los brindis, el niño, que denuncia la muerte fingida, entra y sale de escena rompiendo l