Las Puertas del Drama

Las Puertas del Drama
El autor teatral en las Comunidades autónomas II
Nº 58

SUMARIO

Presentación

Asturias

Castilla La Mancha

Cataluña

Islas Baleares

Navarra

País Vasco

La Rioja

Infancia y juventud

Nuestra dramaturgia

Cuaderno de bitácora

Dramaturgia extranjera

Socia/Socio de honor

Premios Teatro Exprés

Reseñas

Teatro Exprés, 2022

Laura Mihon

Nace en Rumanía en 1988, y llega a España con 4 años. Licenciada en Comunicación Audiovisual, empieza su formación teatral en el Obrador de la Sala Beckett, con Victoria Spunzberg, Javier Daulte, Alberto Conejero y Gloria Balañà. Posteriormente cursa el Máster de Creación Teatral de la UC3M, dirigido por Juan Mayorga, donde recibe clases de José Sanchís Sinisterra, Pablo Messiez, Pablo Remón y Andrés Lima, entre otros. 

Miembro de la compañía de teatro Col·lectiu la Santa desde 2014, donde estrena como autora Quan acabi la nit (2016), y como autora y directora Una casa a l’Est (2017) y L’Hora Blava (2018), en el Teatre Tantarantana de Barcelona.

Co-autora de la pieza La noche sin tiempo, del proyecto Xarxa sense fronteres del Teatro Tantarantana y el Teatro de la Maldita Vanidad de Bogotá (Festival Grec, 2020).

Escribe y dirige Caléndula, estrenada en Madrid en 2022 en el teatro Off Latina. 

En el 2021 gana la Beca Premio Barcelona por su proyecto Del olvido y del recuerdo, con el que también participa en el Studio International de la Chartreuse, en Avignon.

Compagina su actividad teatral con la gestión y producción cultural.

Laura Mihon durante la entrega del premio Tratro Exprés 2022.
Foto: Sergio Reyes

VECINAS

VALERIA.—  Ella es Renata, aunque yo no me sé su nombre. Está regando las plantas de su casa. Lo hace con mucho cuidado, sin tocarles las hojas, distribuyendo bien el agua por toda la superficie de la tierra y hablándoles en voz baja. Les susurra en un idioma que no entendemos. Hace todo eso porque se le dan muy mal y quiere que dejen de morirse.

Renata no es de aquí. Es de este edificio, vive en el segundo A. Pero no es de aquí.

A primera vista no se nota, pero cuando dice buenos días, o perdón, o disculpa, o gracias, entonces sí.

Yo esto no lo sé, pero a veces se pone delante del espejo y ensaya las palabras:

Renata para de regar y ensaya palabras mirando al frente. Tiene acento extranjero.

 RENATA.— Dado.

Duda. Domingo.

Disculpa. Disculpa. Disculpa. Ganas.

Gorrión.

Gracias. Cias. Cias. Gracias. Barro.

Bicicleta. Borrador.

Buenos. Bue. Nos. Buenos días.

Renata sigue regando.

VALERIA.— Normalmente riega por la noche, ha leído que las plantas lo agradecen. Pero ahora son las once de la mañana y las está regando. Piensa que por una vez no les pasará nada y regar le ayuda a ubicarse.

Yo esto no lo sé, pero acaban de darle una buena noticia. Una buena noticia que no le ha sentado bien.

Renata para de regar y mira su casa como si la viera por primera vez. Algo está diferente, no sabe si es ella o la casa, pero algo ha cambiado.

VALERIA.— El caso es que Renata no suele venir a la reunión de vecinos. Yo eso sí lo sé, porque voy a todas.

Valeria llama a la puerta de Renata.

VALERIA.— Hola.

RENATA.— Buenos días.

VALERIA.— Buenos días, ¿qué tal? Soy del D.

RENATA.— ¿Cómo?

La vecina habla más fuerte y gesticula mucho.

VALERIA.— Soy la vecina del D. Tú A, yo D.

RENATA.—  Ah.

VALERIA.— La letra. “D”. De esta planta. De este piso, ¿sí? Esa puerta de ahí.

RENATA.— Sí, sí. ¿Qué tal?

VALERIA.— Perdona que yo te moleste.

RENATA.—  No es molestia.

VALERIA.— No te hemos visto en la reunión de vecinos. Tú no has venido. A la reunión.

RENATA.—  ¿Quieres pasar?

VALERIA.— No hace falta.

RENATA.—  Pasa, por favor.

VALERIA.— Seré muy breve. Rápido. Poco tiempo.

RENATA.—  No hay prisa.

VALERIA.— De verdad, yo. No quiero. Molestar. Solo quiero explicarte una cosa.

RENATA.—  Adelante.

Valeria va a hablar, pero Renata se adentra en su casa y deja a su vecina en la puerta.

VALERIA.— (desde la puerta) Como no estabas en la reunión de vecinos…

RENATA.—  ¿Cómo?

VALERIA.— La reunión de vecinos. No viniste a la reunión.

RENATA.—  Pasa, no te oigo.

La vecina finalmente pasa. Lo mira todo sin disimulo.

RENATA.—  ¿Te gusta?

VALERIA.— Muy bonita.

RENATA.—  Estaba regando.

VALERIA.— Ya veo.

(pausa)

 Dicen que es mejor regar por la noche. Las plantas lo agradecen.

RENATA.—  ¿Te o café?

VALERIA.— No, verás. Solo quería comentarte una cosa muy breve.

RENATA.—  ¿Café, entonces?

VALERIA.— No me sienta bien. El té tampoco. La cafeína y la teína no me sientan bien.

RENATA.—  Infusión sin teína. De hierbas. Buenísima.

VALERIA.— En serio, serán solo dos minutos.

RENATA.—  Cuéntame.

VALERIA.— Verás, en la última reunión…

Renata sale del salón y se va a la cocina a preparar la infusión. La vecina se ve forzada a levantar aún más la voz.

En la última reunión de vecinos, ha salido el tema de la accesibilidad.

RENATA.— ¿De qué?

VALERIA.— (gritando) De la accesibilidad. Acceso. Acceder…a sitios.

RENATA.— ¿Cómo?

VALERIA.— Poner un ascensor. ¿Sabes, ascensor?

RENATA.— Sí, sí.

VALERIA.— Sube y baja por las plantas. Del edificio.

RENATA.— Un ascensor.

VALERIA.— Exacto. Los vecinos estamos votando si queremos o no queremos ascensor. ¿Me oyes?

RENATA.— Dime.

VALERIA.— Necesitamos saber la opinión de todos los propietarios.

RENATA.— Sí.

VALERIA.— Entonces hemos establecido un método de votación anónimo, para que no haya disputas.

RENATA.— ¿Cómo?

VALERIA.— Que hemos pensado una manera/

Empieza a pitar el calentador de agua.

RENATA.— ¿¿Cómo??

VALERIA.— Mejor hablamos ahora, cuando vuelvas.

RENATA.— ¿Qué?

VALERIA.— (gritando fuerte) ¡¡Hablamos ahora!!

El agua deja de pitar. Silencio. Aparece Renata con las infusiones.

VALERIA.— No hacía falta. De verdad.

RENATA.— No es molestia.

VALERIA.— Gracias.

RENATA.— (intentando imitar su acento) Gracias.

VALERIA.— Vamos a votar anónimamente. ¿Sabes, anónimo? No se sabe quién vota sí. No se sabe quién vota no. Para evitar conflictos.

RENATA.— Vale.

VALERIA.— Te explico/

RENATA.— Estoy de celebración.

VALERIA.— ¿Cómo?

RENATA.— Estoy de celebración porque me acaban de llamar. Por fin se ha vendido el piso.

VALERIA.— ¿Qué piso?

RENATA.— El de allá. El de mi familia.

VALERIA.— Ah.

RENATA.— Es una buena noticia.

VALERIA.— Enhorabuena.

RENATA.— Hemos estado meses intentando vender, no es fácil. La zona no era muy buena, y estaba para reformar. Aunque estaba bien conservado, porque nadie ha vivido ahí los últimos cinco años, desde que murió mi padre. Era un piso pequeño pero al mediodía entraba el sol por la ventana de la cocina y llegaba hasta el pasillo. El salón era agradable, la ventana estaba a a la altura de los árboles, un poco como aquí,>

¿ves?

Pausa.

VALERIA.— Hablas muy bien.

RENATA.— ¿Delante de tu ventana también tienes este árbol?

VALERIA.— No. Mi casa da para el otro lado.

RENATA.— Ahora ya no hay a dónde volver.

Pausa.

 A la vecina se le cae la taza al suelo y se hace añicos.

VALERIA.— Lo siento, lo siento de verdad. Qué desastre. Lo siento.

RENATA.— No te preocupes.

Empiezan a recoger los restos de cristal.

Ella se llama Valeria. Yo sé que hay una Valeria en el edificio porque a veces me dejan sus cartas por error, pero no sé que es ella.

En el último mes Valeria ha roto dos tazas, un plato hondo, el jarrón de la abuela y una figurita que una prima le trajo de Venecia. Lo de la figurita no le dio ninguna de pena.

Yo esto no lo sé, pero le han dado una mala noticia, que no le ha sentado bien. Valeria a veces se mira las manos en el espejo.

Valeria levanta una mano para saludar. La estira como para dar la mano. Gesticula como si estuviese hablando. Se las mira. Las guarda en el bolsillo.

Valeria va a todas las reuniones de vecinos, pero casi nunca habla. No le gusta hablar delante de mucha gente, ni llamar la atención. Si en tres años este edificio no tiene ascensor, Valeria no podrá salir de su casa. Yo esto no lo sé. No he ido a la reunión. Los vecinos que sí han ido a la reunión tampoco lo saben. Nadie lo sabe, nadie sabe nada, porque Valeria esto no lo ha explicado. A nadie. ¿Por qué, Valeria? ¡¿Por qué no nos lo explicas?!

VALERIA.— Tengo un poco de prisa.

RENATA.— ¿Qué ves por tu ventana?

VALERIA.— La calle de atrás. Me tengo que ir.

RENATA.— Ah.

VALERIA.— Te comento. Tema ascensor.

RENATA.— Sí.

VALERIA.— Necesito simplemente que apuntes en este formulario un sí o un no, y dobles el papel. Si pones sí, quieres ascensor. Si pones no, no quieres ascensor. Aquí tienes un resumen de lo que supondría a nivel de costes. También verás que hay una parte subvencionable,

¿sabes, subvención? El ayuntamiento pone dinero. Para la obra. Para que haya ascensor. Te lo dejo aquí, y te lo piensas.

RENATA.— ¿Tú qué has votado?

VALERIA.— ¿Yo?

RENATA.— Sí.

Silencio.

¿Estás bien?

VALERIA.— Es anónimo. No te lo puedo decir.

RENATA.— Ah.

VALERIA.— Mañana me paso para llevarme tu respuesta. ¿De acuerdo?

RENATA.— Se me mueren todas las plantas. Todo el rato. Si las riego mucho, si las riego poco. Si las dejo quietas o las cambio de sitio. Las pongo bajo la ventana, donde les da el sol, o cerca de la puerta para que estén más frescas.

Se les pudren las raíces.

Y al principio no, pero luego empiezan a verse cada vez más débiles, se agachan, se encorvan, se quedan tontas.

Pausa.

¿Tú sabes? ¿Sabes algo de eso?

Las dos mujeres se miran en silencio. Oscuro.