(Teatróloga – Traductora de teatro)
Si en el año 2000 alguien me hubiese dicho que en tres años iba a jubilarme precipitadamente de la enseñanza pública, en la que había trabajado durante veinte años como profesora de filología griega, y me convertiría en traductora de teatro español escrito en castellano y catalán, creo que me hubiera muerto de risa, ya que el castellano no lo hablaba en aquel momento y el catalán ni siquiera sabía que existía como lengua.
Este ciclo de mi vida se abrió al apuntarme en 2001, casi como una broma, a un curso de español junto a unos alumnos míos y al descubrir, al mismo tiempo, la recién fundada Facultad de Estudios Teatrales de la Universidad de Atenas, gracias a una alumna mía que en aquel entonces pasaba las pruebas de acceso a ésta. “Qué pena que en mi época no existiese dicha Facultad”, pensé. Y el siguiente paso fue presentarme a los exámenes de acceso. Entre los muchos ilustres profesores que tuve la suerte de conocer en la Facultad de Estudios Teatrales, estuvo el inolvidable Spiros Evanguelatos, cuya hija, Caterina Evanguelatu, ocupa desde hace cuatro años, con maestría, el puesto de Directora Artística del Festival de Atenas y Epidáuro. Este eminente profesor me iluminó el camino: me propuso que me ocupara del teatro español contemporáneo, ya que yo aprendía el español porque “en Grecia, después de Lorca, no sabemos prácticamente nada sobre la dramaturgia española». Acto seguido, visité el Instituto Cervantes de Atenas en busca de obras de teatro contemporáneo en su biblioteca. Y así es como empezó todo.
Tras veinte años dedicados al estudio y la traducción de teatro hispanohablante y ciento cincuenta obras traducidas, en diciembre de 2023 conseguí realizar mi gran sueño: editar y publicar una antología de cien obras teatrales españolas del siglo XXI. El proceso de escritura vino a confirmar rotundamente lo que llevaba pensando durante mucho tiempo: la dramaturgia española está atravesando por un segundo siglo de oro. La selección de las 100 obras resultó ser una ardua tarea. A pesar de que tenía que escoger entre las escritas en los últimos veintitrés años (el libro no contiene ningún texto antes del año 2000), me vi obligada a rechazar algunas contra mi voluntad, simple y llanamente para no superar el límite de cien obras que me había firmemente fijado (con la misma tenacidad que caracterizaba al comandante del Himmelweg). Cabe aquí destacar que el criterio de selección no tenía que ver con los autores, sino con las obras (traducidas por mí, por otros traductores o no traducidas, que simplemente había leído y me habían gustado). De ahí que en el libro no estén incluidas obras que ocupan un lugar especial en mi corazón, escritas antes del año 2000, como por ejemplo La tierra, de José Ramón Fernández, Los vivos y los muertos, de Ignacio García Mai o El lector por horas de José Sanchis Sinisterra. O que de l@s 54 autor@s, algun@s estén representad@s por una y otr@s por más obras. O que algun@s no estén representad@s en absoluto, ya que, de sus obras, las que más me gustan se habían escrito antes del 2000. Por consiguiente, en mi colección «están todas las obras que son, aunque no estén todas las que pueden ser”, como destaca en el prólogo del libro Guillermo Heras (este fue uno de sus últimos textos, antes de que el destino nos privara de su presencia tan prematuramente).
El mismo Guillermo Heras subraya que «el desarrollo de nuestra dramaturgia contemporánea se asienta en los 70, con un movimiento grupal muy importante llamado “teatro independiente”, en el que un núcleo de autores desarrolla su escritura bajo el nombre de “nuevo teatro español”, conviviendo con la llamada “generación realista” de Buero Vallejo o Alfonso Sastre o los nombres de inclasificables como Arrabal, Francisco Nieva o Romero Esteo.»
En consecuencia, siempre según Guillermo Heras, para entender la explosión de la dramaturgia española actual, tendríamos que situarnos a mediados de los 80 con varios elementos muy significativos:
- La creación, por parte del Ministerio de Cultura, del Centro Nacional de Nuevas tendencias Escénicas, que a lo largo de sus diez años de existencia, a través de sus producciones y talleres, fue un auténtico semillero de escrituras dramáticas de creación.
- La labor importantísima de núcleos de formación en torno a experiencias como el Teatro Fronterizo o la Sala Beckett que, a través de diversas maestrías (entre ellas la fundamental de José Sanchis Sinisterra), formaron las nuevas voces que se consolidaron desde el fin del siglo a nuestros días.
- El importante desarrollo de un circuito de salas alternativas en toda España que dieron voz a estas nuevas dramaturgias y las estrenaron.
- El aumento de las subvenciones y una proliferación de premios de literatura dramática que dieron a conocer a los nuevos autores, junto a la heroica tarea de varias editoriales teatrales.
- El asentamiento y consolidación de La Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos en la ciudad de Alicante.
Al querer resumir los atributos de la dramaturgia española desde finales del siglo anterior hasta los tiempos postpandemia, destacaríamos los siguientes:
- La fuerte influencia de la corriente filosófica de la posmodernidad, fundamentalmente a través de las líneas de fragmentación, el minimalismo y “el fin de los grandes relatos”.
- El replanteamiento del realismo dominante de la posguerra.
- La transversalidad y fusión de diferentes lenguajes artísticos, desde la utilización de las artes plásticas a las dramaturgias de la danza en sus diferentes corrientes y la performance como género autónomo.
- La «contaminación» con el lenguaje cinematográfico y televisivo.
- Una cierta vuelta a la escritura del texto individual frente a las corrientes del teatro colectivo de los años anteriores.
- Nuevos criterios para abordar el “teatro político”: la superación del teatro épico brechtiano en sus temáticas para abrirse a realidades como la xenofobia y las diferentes formas de exclusión, la violencia de género, las migraciones, los nuevos modelos de guerra, la corrupción política y las temáticas de los procesos LGTBIQ.
- El hecho de que los textos de los grandes clásicos, desde los griegos hasta los maestros de comienzos del XX, han continuado siendo fuente de inspiración para los dramaturgos españoles, al tiempo que sus dramaturgias se han visto muy influenciadas por los “clásicos contemporáneos” del último tercio del siglo anterior, como Heiner Müller, Bernard Maríe Koltés, Sarah Kane o Enzo Cormann.
- El surgimiento de dos nuevas tendencias: la posdramaticidad y la autoficción.
- La aparición de nuevas experiencias de escritura a partir del confinamiento, como los llamados “géneros híbridos”, que en período postpandémico habrán de digerirse y certificar su vigencia.
Según el inolvidable Guillermo Heras, en España actualmente conviven entre autoras y autores, cerca de 500 creadores de ambos sexos y de todas las edades (desde los 18 –o incluso menos– hasta más de 80), que escriben en los cuatro idiomas oficiales de España, y que muchas veces se autotraducen al castellano. Al mencionar estos números, se entiende enseguida la cantidad y la riqueza lingüística de los textos teatrales que se escriben en España desde el año 2000.
Sin embargo, estos datos cuantitativos por sí solos no son suficientes para que uno se haga una idea del período de auge que está viviendo la dramaturgia española actualmente. Faltan los datos que certifiquen la calidad: las obras españolas se traducen a muchos idiomas y se presentan en países de los cinco continentes. De manera indicativa, cabe resaltar que en la página web catalandrama.cat de la Sala Beckett, distintas obras escritas originalmente en catalán están traducidas a treinta idiomas. Un gran número de dichas traducciones han sido publicadas fuera de España también, sea en Europa, en Asia o en América (del Norte y del Sur), por editoriales de Universidades, a la vez que muchas de ellas se han puesto en escena o presentado en forma de lectura dramatizada. Como ejemplo cabe citar la efervescencia escénica en Grecia, en Chipre, en Italia, en Rumanía o en Polonia, países cuya vida teatral tengo la oportunidad de seguir de cerca gracias a la amistad que me une con algunos de los traductores de teatro español más importantes de dichos países, como Pino Tierno en Italia, Luminita Voina en Rumanía, o Rubi Birden en Polonia. Mis viajes frecuentes y el seguimiento de la actividad teatral española en los últimos veinte años, así como el seguimiento de los asuntos teatrales en todo el mundo a través de las redes sociales, vienen a confirmar el prestigio de que goza el teatro español actualmente en todo lo largo y ancho del planeta.
A esta gran difusión contribuye mucho el papel destacado que han desempeñado y siguen desempeñando en la actualidad el Instituto Cervantes, la Asociación de Autoras y Autores de Teatro y la Muestra de Teatro de Alicante, así como el Instituto Ramon Llull y la Sala Beckett de Catalunya. Todas estas instituciones, junto con otras de índole local (como por ejemplo el Institut d’Estudis Baleàrics), entendieron a tiempo la importancia del teatro para la difusión de la cultura española contemporánea y han invertido en él en los últimos veinte años, valiéndose, entre otras cosas, de las siguientes estrategias: instituir muchos premios teatrales a nivel nacional, autonómico o incluso local para incitar a los autores a que escriban; subvencionar las traducciones y las publicaciones de las obras por todo el mundo; organizar seminarios con dramaturgos consagrados, cuyo fruto es la creación de semilleros de nuevos autores y, por último, fomentar los lazos entre los dramaturgos y sus traductores de todo el mundo en el marco de encuentros anuales como el Salón Internacional del libro teatral en Madrid o la Muestra de teatro de Alicante. Dicho esto, habrá que hacer hincapié en la Sala Beckett de Barcelona y los talleres de escritura teatral que viene organizando desde hace más de veinte años, invitando a dramaturgos de talla internacional a impartir clases a los participantes. Y para hacer alusión también a mi país, en Grecia, el Instituto Cervantes de Atenas (muchas veces en colaboración con la Embajada de España y el Instituto Ramón Llull), organiza cada año, desde 2012, un Festival Iberoamericano de Lecturas Dramatizadas, en el que se han presentado, hasta su decimotercera edición este 2024, sesenta obras de la cosecha teatral hispanohablante contemporánea, y se ha contado con la participación de figuras de renombre de la escena teatral griega. Al tener el honor de ser la directora artística de dicho festival desde el principio, sé que el Instituto Cervantes invita cada año a Grecia no solo a los dramaturgos cuyas obras se presentan en el marco del festival, sino también a otros cuyas obras están en cartelera a lo largo de toda la temporada invernal o forman parte de la programación de los grandes festivales estivales del país, como por ejemplo el Festival de Atenas y Epidáuro. De manera indicativa, cabe destacar la invitación a Juan Mayorga y a Esteve Soler para asistir al estreno de sus obras Himmelweg y Contra la libertad respectivamente en el marco del Festival de Atenas en verano de 2019.
Los que están familiarizados con el teatro griego (entre los que se encuentran muchos de los autores que yo traduzco, y que han visto sus obras representadas en escenarios griegos) ya saben que en Grecia hay muchos actores y directores de alta calidad, y que, sin embargo, carecemos de buenos dramaturgos. Aunque sí se escriben algunas obras importantes (seis de ellas, traducidas magistralmente al castellano por Alberto Conejero, Cristina Mayorga y Kiriakí Jristoforidi desde el original, se incluyen en el volumen intitulado Teatro Griego Contemporáneo que fue publicado en 2018 por Ediciones Antígona, con prólogo de Ignacio del Moral), estas son las excepciones que confirman la norma. Solamente tenemos a dos o tres autores de teatro cuyas próximas obras esperamos con grandes expectativas. En España, en cambio, yo, como traductora de teatro, realmente no sé en qué parte de la producción teatral tengo que enfocarme primero: ¿en las nuevas obras de los autores que llevo años traduciendo y que ya estimo como dramaturgos o en las obras de los nuevos autores que abundan realmente y que constituyen la sangre nueva de la dramaturgia actual? El porqué de todo esto salta, creo, a la vista. ¡No es que los españoles nazcan con un gen especial para la dramaturgia del que carece el ADN griego! Simplemente, España se dio cuenta de la importancia del teatro para la promoción de su cultura contemporánea y su difusión internacional e invirtió en él valiéndose de las estrategias que ya hemos mencionado anteriormente. Porque sin sembrar algo, no florece nada. De los semilleros en los que siembra España desde hace veinte años y de la más que viva tradición de sus clásicos, ha surgido una nueva generación de dramaturgos que ha franqueado múltiples fronteras y ha difundido el teatro español hasta el fin del mundo. Ojalá que su estrategia sirva de ejemplo para Grecia y muchos otros países.