Las Puertas del Drama
Director-Autor hoy
Nº 56

SUMARIO

Presentación

Director-Autor Hoy

Infancia y juventud

Nuestra dramaturgia

Cuaderno de bitácora

Dramaturgia extranjera

Socia/Socio de honor

Premios Teatro Exprés

Reseñas

Un viaje inesperado… Y fascinante

Ricardo Iniesta

Sobre el trabajo de un director como adaptador de textos universales

Faltan meses para que Atalaya cumpla 40 años en su trayectoria y dos para llegar a los 50 desde que yo me subiera por vez primera a un escenario, con un grupo universitario de «agitprop», todavía en plena dictadura. Considero, no obstante, que mi trabajo como director comenzó con la primera versión que realizamos de «Así que pasen cinco años» en 1986. Desde entonces he trabajado siempre con textos de autores, aunque han sido tres las ocasiones en que la obra se ha ido fraguando en el proceso de creación del espectáculo: Espejismos de José Manuel Olivero en 1991 por encargo del Centro Andaluz de Teatro, La oreja izquierda de Van Gogh de Antonio Álamo en 1993 por encargo del Centro de Nuevas Tendencias Escénicas y Exiliadas, cantata para un Siglo de Borja Ortiz de Gondra en 2000.

Espejismos. Sala Olimpia, de Madrid, 1991.
Fotógrafa: Pilar Cembrero. Fuente: CDAEM

En este proceso de búsqueda y crecimiento en el oficio de director he elegido, sin embargo, mayoritariamente textos de grandes autores del siglo XX, españoles o extranjeros, y de autores clásicos del Barroco o la Tragedia. La principal razón para esta elección ha sido el menor poder de convocatoria para público y por ende para los programadores, que ha llegado a poner en aprietos nuestra supervivencia en los períodos en que hemos trabajado con autores actuales. Es cierto que esto nos ha sucedido hace varios lustros y la actual situación ha cambiado; hoy día en Madrid y Barcelona es posible mantenerse en cartel con autores actuales, pero no es el caso de Sevilla o de las giras por todo el país, con excepciones muy contadas.

Valga como muestra un dato: Así que pasen cinco años de Lorca lo llevamos a escena en 1986, cuando Atalaya era un grupo totalmente desconocido, y con sólo seis actores que era la primera vez que, como yo mismo, se enfrentaban a un texto teatral. En 2016, 30 años después, lo abordamos de nuevo con otro montaje totalmente diferente, por encargo del CDN, con quien se coprodujo; Atalaya llevaba entonces un largo recorrido, contaba con el Premio Nacional, y el elenco lo conformaban 9 actores, casi todos ellos con lustros de experiencia; el montaje se estrenó en el CDN, alcanzando el número uno de la crítica en Madrid. Pues bien, el primer montaje, en apenas dos temporadas, llegó a 74 ciudades de todo el país, mientras que el segundo ha recorrido la mitad en el doble de tiempo en gira… Buena parte de los programadores que han llevado antes y después otros espectáculos de Atalaya a sus teatros no lo vieron «propicio para su público»… Estos datos confrontados muestran la situación retrógrada culturalmente del país en que vivimos…

La oreja izquierda de Van Gogh. Sala Olimpia de Madrid.
Fotógrafo: Chicho. Fuente: CDAEM

Queda muy claro por otro lado que el teatro que aborda Atalaya se enmarca dentro del teatro poético; ya sean los clásicos griegos, Shakespeare, Rojas, Valle, el propio Lorca, Peter Weiss, Brecht, Heiner Müller o los textos de autores españoles que hemos abordado. Esta elección estética se contrapone a los deseos de no pocos técnicos de programación, que nos han llegado a pedir que abordemos textos «más digeribles» para el gran público, o en su defecto que contratemos «caras conocidas» como cabezas de cartel; algo que obviamente no va a en nuestra línea. Por ello nos vemos obligados, cada vez más a elegir grandes textos universales -que en sí mismo supongan un reclamo para programadores y público- y trabajar sobre ellos, adaptándolos, en detrimento de posibles proyectos con autores actuales como sería mi deseo.

He de confesar que en Elektra —nuestro primer acercamiento a los clásicos— fue mi hermano Carlos, que nos dejó hace ya 14 años, quien realizó la adaptación, dado su profuso conocimiento de la Tragedia griega; al igual que luego sucedería con Medea, la extranjera y Ariadna (su última adaptación). Sin embargo, tras su muerte tuve que asumir el trabajo de adaptación en Atalaya.

Medea. 2004.
Fuente: archivoartea.uclm.es

Un viaje en buena compañía

Desde los inicios del grupo en 1983, he trabajado con un equipo estable de actores, que ha ido cambiando, pero que ha permitido que hoy día cuente con un elenco de seis personas en el que, quien menos, lleva tres lustros en el grupo; en el último montaje cuento con actores que llegaron a Atalaya en los 80, en los 90, en los 2000, en los 10 e incluso en los 20, la última actriz incorporada.

Esta característica de equipo estable de investigación y creación resulta primordial en por qué elijo un texto u otro, ya que siempre tengo en cuenta en qué fase se encuentran los actores de Atalaya. Así pude llevar a escena Así que pasen cinco años por contar con jóvenes actores en 1986, pero también en 2016 en una nueva versión, abriendo el elenco a jóvenes procedentes del Laboratorio de TNT, que representa nuestra «cantera» desde hace ya más de un cuarto de siglo. De hecho todos los actores que han girado con Atalaya en los últimos cinco lustros procedían del Laboratorio, a excepción de Carmen Gallardo que es cofundadora de Atalaya.

Precisamente la madurez como actriz, pero también la edad, ha permitido que, en la última década, pudiera abordar con ella personajes como Celestina, Madre Coraje, Rey Lear o Harpagón, como antes me sucediera con Jerónimo Arenal al encarnar a Mackie Navaja o Ricardo III y recientemente con Silvia Garzón y María Sanz en sus papeles de Elektra y Klitemnestra. Tuve que esperar 27 años, desde que formara Atalaya —precisamente con 27 años de edad—, para abordar por vez primera Shakespeare. Tal es el respeto que para mi representa el más grande entre los grandes…  y esto tiene mucho que ver con dicha espera a que los actores tengan una experiencia artística, pero también a que yo adquiriera las herramientas del oficio de director para poder adentrarme en terrenos tan complejos.

El rey Lear
Fuente: atalaya-tnt.com

Así, como antes señalé, llegó el momento de abordar nuestro primer Shakespeare, Ricardo III; sin mi hermano Carlos, pensé en encomendarle la adaptación a algún autor con quien ya había trabajado, pero opté por asumir el reto de llevarla a cabo yo. El proceso de trabajo se alargó por varios meses en los que pasé por todas y cada una de las palabras originarias del texto, y tuve tan en cuenta la métrica, obligándome a mantener el pentámetro yámbico, como la esencia misma de la obra. Fueron muchas las versiones en diferentes idiomas que analicé; a mí me había marcado especialmente una versión rusa que presencié al inicio de los ochenta en el Festival de Otoño de Madrid.  

Una vez más las características de mi propio equipo actoral me obligó a poner en valor los personajes femeninos en Ricardo III, lo que a la postre le dio una coherencia y un empaque especial al montaje según expresó la crítica Margarita, la Duquesa, Isabel y Ana, representan cuatro generaciones que a lo largo del texto reflejan no sólo al protagonista en sus diferentes actitudes sino al entramado en sí mismo de la obra; han sido demasiadas las veces en que al menos una de ellas ha desaparecido de las puestas en escena… lo que en mi opinión significa una mutilación. Lo cierto es que representar el texto al completo supone más de cuatro horas de espectáculo, pero antes que eliminar alguno de esos ricos personajes femeninos, preferí suprimir el último acto, que significa una oda a los Tudor y alarga —a mi modo de ver innecesariamente— la obra una vez muerto el protagonista, así como algún personaje secundario.

Ricardo III
Fuente: atalaya-tnt.com

Por otro lado en la dramaturgia que realicé tuve muy en cuenta la presencia coral de los actores, que por instantes eran vasallos de la corte, cortejo fúnebre, concejales, soldados de ambos ejércitos, espectros en la mente de Ricardo III, y que en varias ocasiones estaban presentes entonando cánticos… para los que elegí la atmósfera de los acantilados escoceses de Inverness… en contraposición al carácter mediterráneo o del Asia cercana, que había elegido con los clásicos griegos…

La acogida que tuvo el espectáculo, pero especialmente el favorable comentario de la adaptación —incluso por expertos en Shakespeare— me animó a acometer futuras adaptaciones. Al igual que no me siento capaz de escribir desde cero, ni una obra de teatro… ni una poesía, sí me atrae y no me desempeño mal en el ensayo… y con Ricardo III descubrí un nuevo desempeño: las adaptaciones para espectáculos de Atalaya… 

En la última década han sido siete las adaptaciones de otros tantos grandes autores clásicos y contemporáneos: Celestina, la Tragicomedia en 2011, Madre Coraje en 2013, Marat/Sade en 2015, Así que pasen cinco años en 2016, Rey Lear en 2018, Elektra.25 en 2020 y El Avaro de Moliere en 2021. Han sido procesos muy diferentes y muy enriquecedores. Ciertamente el más complejo y extenuante de todos ellos ha sido el segundo texto de Shakespeare que he abordado, pero también del que más he aprendido.

Rey Lear, subir al Everest en invierno

Tras mi primera incursión en los textos del gran dramaturgo inglés, retornar a él supuso un nuevo desafío, aún mayor por tratarse de la que considero su cima más alta: Rey Lear. Inicialmente tuve idea de llevarlo a cabo con un actor que, por entonces, llevaba tres lustros en Atalaya, pero un problema de salud impidió que pudiera acometerlo, y enseguida pensé en que fuera Carmen Gallardo, que había encarnado a Celestina y Madre Coraje quien lo llevara a cabo. El tiempo y el resultado artístico han constatado que tal circunstancia fue muy propicia.

Tenía la certeza de que Lear es el personaje más rico al que me había enfrentado, y que uno de los problemas que veía en grandísimos actores españoles y extranjeros al encarnarlo ha sido la falta de fragilidad al final de la obra, el exceso de energía «ánimus». Por eso se lo propuse a Carmen. Pero esta elección condicionaba la dramaturgia, al igual que mantener al bufón durante toda la obra, incluso como cierre del espectáculo con un monólogo a modo de epílogo; en la obra original el bufón aparece avanzada la obra y desaparece tras la tempestad, y durante siglos se prescindió de él, por su fuerte sarcasmo contra el Poder y los poderosos.

Siempre tuve claro que «la ceguera» es el lema en Rey Lear, como en Elektra es la venganza o en Otelo son los celos… Pero al ahondar en el texto percibí un elemento crucial que es la Naturaleza y el Caos… Cómo el caos que estalla en primer lugar en el rey anciano y se extiende primero a su familia y más tarde al reino repercute en la propia Naturaleza, y viceversa, cómo los eclipses y la tempestad acaban influyendo en la mente de cada ser humano… Curioso que esa lectura coincidiera con el caos que el hombre viene propiciando en la Naturaleza y cómo ésta lo ha devuelto a través de un murciélago a toda la Humanidad…

Elektra. 1996.
Fotografía: Luis Castilla. Fuente: archivoartea.uclm.es

He de confesar que el proceso  de montaje de Rey Lear (cerca de 140 ensayos, a los que cabría añadir el trabajo de adaptación) transformó en buena medida mi manera de abordar el texto con los actores… Es como si las casi cuatro décadas de aprendizaje, investigación y creación escénica hubieran significado una preparación mía para realizar este espectáculo.

Cuatro años después de aquel proceso considero que supuso un antes y un después en cuanto al trabajo de la palabra en Atalaya; algo que he podido comprobar tanto en la adaptación y creación de Elektra.25 como en El Avaro de Moliere, que estrenamos en enero de este 2022, siendo ambos textos y montajes antagónicos.

Volviendo al trabajo de adaptación de los textos llevados a cabo en la última década, tras  Ricardo III, el primer texto del Renacimiento/Barroco para Atalaya, nos adentramos en dicho período dentro de la literatura hispana, eligiendo CelestinaDivinas palabras había dejado una huella muy profunda en nuestro lenguaje, y, cuando finalizamos las giras en 2011 en Pekin, sentimos la necesidad de ir a la obra que tanto influyera en el mundo grotesco de Valle. Cuando comencé a trabajar sobre el texto de Fernando de Rojas me di cuenta de que las más de 60.000 palabras de la obra se traducían en casi diez horas de representación, ya que quintuplicaban las que sumaban nuestras versiones de Divinas palabras Ricardo III sin ir más lejos… Sin embargo tenía varias ventajas con respecto a mi primer trabajo de adaptación, con esta última. En primer lugar el estar escrita en castellano —en algunos casos opté por palabras del castellano antiguo—; en segundo término el hecho de que era una obra escrita para ser leída, lo que hacía que fueran muchas las partes que yo consideré que la puesta en escena hacía innecesarias, y en tercer lugar el no estar escrita en verso, que yo había respetado por completo en la versión de Ricardo III, lo que había supuesto una dificultad añadida.

Divinas palabras. 1998.
Fuente: archivoartea.uclm.es

Lo cierto es que al reducir a una quinta parte el texto original me obligaba a llevar a cabo una relectura donde privilegiara en mayor o menor medida a los personajes secundarios, e incluso a las visiones de los principales. Tuve claro que —frente a la idea del «lecho» como leitmotiv de la obra— quería poner en valor la lucha de clases que el texto contiene —entre los criados y los señores—, así como la obsesión por el dinero que conlleva la corrupción y que tan actual resulta. Por otro lado descubrí algunos fragmentos en los que —algo adelantado a su tiempo— la obra reivindica a la mujer, que en no pocas lecturas aparece malparada, tanto en el caso de la propia Celestina, como de Melibea o las meretrices, Areusa y Elicia. El equipo de actrices y actores de Atalaya resultaría muy adecuado para los diversos personajes, que diez años después siguen interpretando. De nuevo la interpretación coral de Atalaya supuso un hallazgo así como los cánticos, que en esta ocasión buscamos en melodías balcánicas. Por otro lado el trabajo físico fue determinante, basándonos especialmente en la Biomecánica, algo que nos agradeció explícitamente la crítica de Moscú cuando se presentó allí, sin subtítulos pero seguido con devoción por parte de un público que desconocía la obra de Rojas pero que venera al teatro venga de donde venga.

Madre Coraje.
Fuente: CDAEM

Me gustaría referirme también a las adaptaciones de los autores más contemporáneos, como la Madre coraje  de Brecht o el Marat/Sade de Peter Weiss, que han sido muy enriquecedoras   para todo el equipo de Atalaya; para no extenderme más de la cuenta, diré que en ambos casos quise poner en valor la actualidad de los mensajes, contra la guerra y la corrupción en el caso de Brecht y en favor del colectivismo y las tres consignas de la Revolución Francesa por otro. Ambos son dos montajes que continúan en gira y donde la interpretación de música en vivo y la presencia de más de 10 temas cantados por los actores le imprimen un carácter musical con un tono épico. Esas canciones interpretadas por personajes o por el coro han jugado un papel de «maestros de ceremonias» en un teatro con tanto tinte político. Cierto es que ambos textos los he reducido a la mitad de su extensión para imprimir más agilidad y para eliminar los parlamentos que, a mi modo de ver, peor han envejecido con el paso del tiempo; sin embargo la esencia de los textos conserva una tremenda actualidad.

Para terminar mencionaré la adaptación de El avaro de Moliere, que supone el último montaje de Atalaya ya que tanto en Así que pasen cinco años como en Elektra.25 han sido más reducidas las variaciones que he introducido en la obra de Lorca y en la versión que en su día realizó mi hermano Carlos sobre el mito atrida.

El avaro de Moliere.
Fuente: atalaya-tnt.com

Siempre me atrajo sobremanera el personaje de Moliere, desde que pude ver la recreación que Ariane Mnouckine realizó para el cine, pero nunca había trabajado con sus textos, como tampoco sobre comedia alguna, si es que dejamos fuera de ese ámbito La ópera de 3 centavos. Precisamente el carácter de musical que tiene ésta era una de las cualidades que quería imprimir al montaje y que ha marcado la dramaturgia. De nuevo recurrí a Carmen como protagonista por su enorme comicidad y su aspecto andrógino; pero debo decir que pronto descubrí que debía introducir muchas variaciones en el texto original para dotarlo de actualidad. 

Buscando diferentes versiones del texto pude ver una adaptación cinematográfica de Tonino Cervi, que introducía la idea del desahucio y potenciaba la del burdel; ambos temas los hemos desarrollado, especialmente el primero, que resulta tan actual. Nuestro montaje, además de la presencia de los coros y el carácter musical muestra un Harpagón que bien pudieran ser muchos de los que hoy día envían su fortuna o escapan ellos mismos a paraísos fiscales…  Con El avaro, en Atalaya hemos querido homenajear a uno de los transformadores del teatro en los últimos siglos de quien se cumplen 400 años en este 2022.

La adaptación teatral se ha convertido para mí, desde hace una década en un nuevo reto que no sólo me ayuda en mi tarea como dramaturgo, sino también en el trabajo pedagógico que llevo a cabo con los actores que se acercan cada año al Laboratorio de Investigación de TNT y por supuesto con los propios actores de Atalaya. En definitiva resulta un campo que me retroalimenta como director de escena.