La serie sobre Stoppard y Kushner toca a su fin. He estudiado Komebody/Kabul y Slavs! en anteriores entregas. Ahora cierro esta serie con el estudio de Angeles en América, que es anterior a aquéllas. Utilizo la versión revisada por el autor que se publicó en 2013, Theatre Communication Group, Nueva York. Al final de este libro se informaba, en Apéndice (Production History) sobre los estrenos de las dos obras que componen Angeles (Millenium approaches y Perestroika), hasta el estreno de la obra íntegra y muchas producciones posteriores. Esa primera producción tuvo lugar en Los Angeles, Theatre Group / Mark Taper Forum, noviembre de 1992. Tiene mucho interés la versión cinematográfica, presentada como una miniserie de televisión en seis capítulos, casi seis horas; dirigía Mike Nichols con guion del propio Kushner, un guion que se atiene ampliamente a la obra original. Damos el formidable reparto al final de este escrito. No soy inmune a esa formidable miniserie.
Mi estudio se pretende objetivo, pero no equidistante (como se dice ahora para descalificar a cualquiera que no se deja llevar por el partidismo). Acaso parezca apasionado. Creo que el apasionamiento no es falta de objetividad, del mismo modo que, como enseñó Walter Lippmann, la objetividad no es neutralidad.
Ahora bien, para adentrarse en un estudio sobre cualquier obra, literaria o plástica, no importa, lo primero es contar cuáles son los elementos más importantes de la trama. La obra plástica permite una reproducción, no hace falta nada más. Una pieza teatral doble como Angeles en América impone que contemos la trama, las tramas. Porque, en efecto, la obra que ahora abordamos tiene varias tramas, y unos personajes que se cruzan entre sí. No se trata de tramas secundarias, como en un film clásico de noventa minutos o dos horas; las tramas son todas principales. Adelantaré una excepción en cuanto a personajes que se encuentran, pero lo veremos también luego: Louis no se encuentra nunca con Roy Cohn. Esto es, el personaje de ficción Louis, un liberal1 a menudo vehemente, no se encuentra con Roy, personaje que sí existió y que es su figura opuesta en todos los sentidos. No se impacienten, veremos por qué. Bien… lo cierto es que Louis sí ve a Cohn al final de Perestroika, pero ya ha muerto.
El decoupage por escenas (casi todas, son demasiadas) podría ir aquí. Pero habrá que adelantar algo sobre personajes y temas importantes tratados en la doble comedia. Ahora bien, el lector puede preferir otro criterio, y adelantarse hasta Secuencias y peripecia. Para regresar, si aún tiene moral suficiente, a este mismo punto.
El caso es que las tramas no siempre se cruzan, a veces avanza cada una por sí misma. El matrimonio de Harper y Joe Pitt mantiene una relación de crisis y hundimiento que se relaciona con otros personajes, pero al menos ella nunca se los encuentra, salvo excepción o fantasía. Adelantemos también que la fantasía es la poética de Angeles en América. Su base es el realismo. Su desarrollo consiste en ahondar a veces en ese realismo, aportarle documentación; y consiste también en desmentir el realismo mediante el ensueño, el sueño y la alucinación.
Aun así, es imprescindible trazar una sinopsis de esas tramas. Afectan a unos cuantos personajes, pocos, que son trasunto de toda una épica: siete, en rigor, más el Ángel. Es teatro épico, es teatro político2. Las intimidades, lo privado de los siete personajes, poseen una dimensión social, histórica, que los trasciende y los convierte en tipos nacionales. Se justifica todo ello en el subtítulos de la obra, de sus dos partes: A gay Fantasia on National themes. Trata la doble obra del SIDA y del auge se supone que imparable de la derecha más extrema. Trata de la homosexualidad: cinco de los personajes son homosexuales; tres lo saben y lo aceptan (uno es wasp, otro es judío, otro es negro), otro no lo aceptaba pero lo acepta en medio de las tramas (es mormón). Solo Roy Cohn no lo acepta, aunque sin duda lo sabe: es homosexual homófobo, es judío antisemita, es de extrema derecha, en su día llevó a la muerte a los Rosenberg y ese es su orgullo, es un tipo tan macho que no puede ser un maricón, y así se lo dice a su médico, Henry (personaje secundario) de manera imperiosa y amenazadora. SIDA, homosexualidad, derecha envalentonada… Además, el pasado flota por allí, es la historia de un país que es imperio, de un país que finge exportar libertades (ah, entre la España de Franco y la Indonesia de Suharto, criminales amigos; de Mosadeq a Arbenz, demócratas enemigos a abatir; el cono sur americano aplastado por sus propios militares, fuerzas no de defensa, sino de ocupación), un país partido en dos, que ahí detrás de la acción, de las situaciones; y de manera explícita hay pinceladas de ese siglo XIX colonizador (los mormones, no otra confesión más nutrida, lo cual es significativo) o inmigrante más tarde (los judíos que buscaban refugio del antisemitismo europeo de algunos países, como la República francesa, tan laica e igualitaria; o la Rusia zarista, tan brutal, donde doctrina y praxis eran alentadas desde las cúspides militares o de palacio). Pero el pasado también está presente por la guerra civil. Y hay un ángel esculpido, el ángel del agua de Bethesda, en lo alto de un monumento, que es precisamente un homenaje a los que murieron en la Guerra civil de 1861-1865. Veremos la importancia de esa plaza en Central Park, de ese ángel y de los ángeles emparentados con él.
Porque el Angel es un personaje que aparece continuamente en las percepciones (llamémosla así) de Prior, el wasp infestado con el síndrome (wasp: White anglo saxon protestant, blanco anglosajón protestante, la casta dominante). Y el Angel tiene una actuación decisiva, puede parecer una super heroína, y sufre muchas limitaciones, aunque vuele y traspase los techos, aunque proporcione escalas como la de Jacob para subir al cielo. Al fin y al cabo es también el ángel que luchó con Jacob aquella larga noche bíblica.
Por lo demás, el milenio no es solo el que empezará en el año 2000. El concepto de milenio sugiere también el Milenarismo, el final de los tiempos, la llegada de Cristo para gobernar el mundo durante mil años, al final de los cuales regresará al cielo. Los malvados son vencidos, los justos son recompensados. Es una interpretación arbitraria de determinado pasaje del Apocalipsis (XX, 1-5), ya desautorizada por Orígenes y por San Agustín. Se refería al año 1000, lo que provocó en los años anteriores una explosión de fe y (por decirlo suavemente) de exageraciones.
Esta doctrina estaba vinculada al judaísmo, y concretamente a algunas de las proclamas de los profetas del Antiguo Testamento. En ellas, algunos profetas habían afirmado que después de una catástrofe cósmica surgiría una nueva Palestina, un nuevo Edén o paraíso recobrado, en la que reinaría el Mesías, el nuevo Emperador de los últimos tiempos, o el León de Judá3.
Así, pues, el Milenio está en el cristianismo (aunque nunca fue dogma de fe) y en el judaísmo (los judíos esperan el advenimiento del Mesías). De momento, bastará con señalar que nuestros personajes pertenecen a una u otra de estas confesiones o se educaron en ellas. Recuerdo la lectura de En pos del Milenio, de Norman Cohn (Alianza Editorial, entonces), como una de las más reveladoras e inquietantes.
Estamos en 1985-1990. La obra Angeles en América se divide en dos partes: Millennium approaches (Se acerca el milenio), tres actos amplios; y Perestroika, cinco actos algo más cortos y un epílogo en Bethesda de cuatro personajes, pues ni uno más podría estar allí y se prescinde al menos de tres más, porque esta obra tiene siete personajes humanos vivos en busca del milenio que se acerca, y algunos secundarios o episódicos. Hay personajes importantes, como el Ángel; como el espíritu, la aparición fantasmal nada terrorífica de Ethel Rosenberg, víctima del Comité de actividades antiamericanas, también víctima con su marido Julius del joven Roy Cohn, cuya carrera y fama se cimentó sobre todo en la condena a muerte, ejecutada, de este matrimonio condenado con pruebas amañadas y, sobre todo, con presiones contra el juez (el personaje de Cohn en la pieza blasona de haber presionado al juez con amenazas). Tampoco ellos están en el final frente a la fuente de Bethesda y el ángel de las aguas. En cuanto al Ángel, que apareció poco menos que como heroína y que admitirá su fracaso en una escena algo anterior al final de Perestroika, afectaría con su presencia al realismo básico de la escena final, pese a que Prior le habla al público. Además, ya hay un ángel ahí arriba, en medio de la plazoleta.
Es importante e interesante leer el libro editado por Harold Bloom que contiene varios estudios sobre Angeles en América y otras obras de Kushner, además de una introducción de Bloom. Citaremos contenidos suyos. Eso sí, en más de una ocasión quedarán defraudados por este libro que se publicó en 2005; algunos de los estudios tenían ya edad entonces, y ahora se les nota más. Y es que Angeles en América se estrenó hace tres décadas. Por eso podemos mirar con perspectiva (no histórica, todavía) tanto lo que presenta esta obra (obra maestra) como lo que se opinó sobre ella. Es doloroso ver que ni Kushner ni sus críticos vieron lo que iba a venir, en qué se ha convertido Estados Unidos. No supimos verlo, pero ellos estaban allí. Eso sí, Kushner avisaba, y uno de los personajes, amigacho de Roy Cohn, lo expresa muy bien cuando ambos tratan de seducir para la causa al joven mormón Joe Pitt. Ya veremos las palabras de este amigacho, un tal Martin Heller: hacerse con el poder para siempre, al carajo la democracia.
LOS PERSONAJES
Angels in America es ficción; ficción dramática, teatral. Unos personajes que no existen (uno de ellos, Roy Cohn, sí existió) y que se desenvuelven y actúan en un mundo con existencia real. Cabe lo irracional, como ha de verse. Pero la realidad es Estados Unidos entre 1985 y 1990. La época de Reagan y del SIDA. El SIDA es no solo una catástrofe, una pandemia, aquí es también un icono, lo esencial de una parábola. Lo épico se da a través de esta pandemia.
Los personajes son los siguientes. El autor establece que determinados papeles los doble una misma actriz (a la que interpreta Hannah Pitt le reserva nada menos que cuatro cometidos) o el mismo actor.
La joven pareja gay: Prior Walter, homosexual, wasp, con sida, es pareja de Louis Ironson al empezar la acción. Prior parece sano al principio, pero los estragos del síndrome se harán cada vez más evidentes, así como su deterioro. Sobre Prior haremos una incursión más amplia.
Louis, judío y homosexual, demócrata y progresista, lo abandona. No juzguen, limítense a seguir la acción y, si es posible, comprender acciones y situaciones. La vida rechaza la enfermedad más que la muerte. Pero la culpa se instala en Louis. Como dice el rabino durante el entierro de la abuela de Louis: “Los católicos creen en el perdón. Los judíos creen en la culpa”. Louis es, pues, homosexual, judío, demócrata, un liberal (como, ya lo vimos, se llama en Estados Unidos a las gentes de izquierdas, antirracistas, pro derechos civiles; sin demasiado matiz) y abandona a Prior al declararse el síndrome. En medio de su angustioso sentido de culpa, conocerá a Joe Pitt.
Roy Cohn, personaje basado en alguien que, lamentablemente, existió. “Roy Cohn, hasta la fecha, es la mejor creación de Kushner, un héroe-villano casi shakesperiano”, leemos a Harold Bloom en la obra colectiva citada, 2005. Judío antisemita, homosexual oculto y homófobo, enfermo de sida, de extrema derecha, trabajó con el senador McCarthy en el Comité de actividades antiamericanas; era su mano derecha. Se atribuye a sí mismo la hazaña de enviar a la silla eléctrica a los Rosenberg, cuando se iba a dictar cadena perpetua. Fue él quien se empeñó en procesar también a Ethel, cuando el encausado iba a ser solo su esposo, Julius Rosenberg. Roy Cohn es un personaje histórico, una figura de la extrema derecha en Estados Unidos; no es episódico en tal historia, sino un eslabón notorio en la cadena antiliberal con culminaciones en el Comité de actividades antiamericanas (los años 1950) y el triunfo de Donald Trump ante los aspirantes del Partido republicano y su elección en 2016 (con casi tres millones de votos menos que su rival, Hillary Clinton). En la relación de personajes, Kushner pone una nota a pie de página para el de Roy Cohn: “El personaje de Roy Cohn se basa en el difunto Roy M. Cohn (1927-1986), que fue bastante real; para la mayor parte de las acciones atribuidas al personaje de Roy, como su conversación ilegal con el juez Kaufmann durante el proceso a Ethel Rosenberg, me baso en datos históricos. Pero este Roy es resultado de la ficción dramática; sus palabras son invención mía, y me he tomado libertades”. Cohn personifica la fuerza que un día destruirá (acaso) los Estados Unidos. Lo van a inhabilitar por malas prácticas, justo cuando se declara en él el síndrome, y sigue su larga agonía.
Belize, cuyo nombre real es Arriaga; homosexual, afroamericano. Enfermero. Fue pareja de Prior, que lo abandonó por Louis. Fue drag queen, y allá atrás dejó su verdadero nombre, Norman Arriaga, para llamarse Belize. El azar lleva tanto a Prior como a Cohn a ser atendidos por Belize en el mismo hospital. Algunas interpretaciones de esta obra le conceden a Belize, entrañable y lúcido personaje, un peso excesivo para la significación total de la obra; prefiero no compartir esta perspectiva. Pero es el único personaje que es testigo de los alucinados (Prior y Roy), es el único escéptico; solo se permite expresar auténtico odio en la escena de la cita con Louis en Besheda: odio este país y sus falsos principios (veremos la cita completa).
El joven matrimonio: Joe y Harper Pitt. Él mormón, es homosexual y tarda en salir del armario. Está casado con Harper. Avanzada la acción, Joe se empareja con Louis. Harper Pitt, la esposa de Joe, es adicta a los tranquilizantes, tiene visiones, “viaja” gracias a su especial relación con un imaginario agente de viajes, Mr. Lies (esto es, Sr. Mentiras). Un matrimonio insatisfecho, entre la frustración sexual de ella y la homosexualidad no asumida de él; entre la evasión de la realidad por parte de Harper (protagonista de episodios de alucinación), que no deja de tener puntos de lucidez, y las ideas religiosas estrictas que impiden que Joe asuma su condición homosexual, lo mismo que impide que llegue demasiado lejos en las pretensiones de Roy Cohn (Cohn pretende usar al joven abogado Joe Pitt para no ser encausado por algunas de sus numerosas infracciones; esto es, pura corrupción).
El actor que interpreta el importante papel de Belize hará también el de Mr. Lies, que conduce a Harper Pitt en su viaje, su alucinación.
Hannah Pitt, la madre de Joe. Un personaje de enorme importancia en una de las dimensiones de la obra: la redención. En un sentido cristiano, en absoluto wagneriano. Y, desde luego, no judío. Hannah acude presurosa desde Salt Lake City cuando advierte, por una intempestiva llamada de su hijo, Joe, en plena madrugada, que las cosas andan mal en ese matrimonio. De educación religiosa estricta, será sin embargo amiga de Prior e incluso de Louis y de Belize (ellos cuatro son, insistamos, los que están en el Epílogo, en Bethesda.
El fantasma de Ethel Rosenberg. No atormenta especialmente a Cohn, es una aparición que tiene algo de familiar. Pero, casi al final, es ella quien le anuncia que ha sido inhabilitado para ejercer la abogacía por sus sucias prácticas, por fin descubiertas. Cuando él esperaba morir justo antes de que se tomara una decisión así. He venido a perdonarte, peo solo puedo disfrutar de tu sufrimiento. El papel de Ethel está a cargo de la actriz hace el de Hannah Pitt.
El Angel. Aparece en medio de la moribundia de Prior. Atención a las bíblicas evocaciones: la lucha de Jacob y el Angel en el tercero acto de Perestroika. Y la escala de Jacob. La actriz que asume el cometido del Angel es también Emily, la benéfica e imperiosa enfermera de la clínica. Según el propio Kushner, este ángel es por sí mismo cuatro “emanaciones divinas, Flúor, Fósforo, Lumen y Vela”; y “se manifiesta en Uno: el Principado Continental de América”, o como quiera que se traduzca Continental Principality of America. “Tiene unas magníficas alas de color gris acero”. Permítanme anotar que, si es emanación, nada tiene que ver este ángel con el creacionismo, pero habrá quien le emparente con el panteísmo, nada más lógico. Mas ese Angel le debe mucho al de Walter Benjamin, que dice inspirarse en el cuadro de Paul Klee que el propio Benjamin poseía. Hay que advertir que el Ángel es tratado en femenino; es ella, no él. Y, desde luego, lo interpreta una actriz, como hemos visto.
Martin Heller, director de comunicación (esto es, de propaganda y engaño) del Departamento de Justicia de la Administración Reagan. Lo interpreta el mismo actor que hace el papel de Harper (no así en la serie). En realidad, es un personaje secundario y no lo vemos más que en una escena de especial importancia. Está ahí como vocero de Cohn, recita la propaganda, prepara el terreno para su amo Cohn, podría decirse.
El doctor Henry, sin apellido, el que le da a Cohn la mala noticia: tienes el síndrome. Y a cambio Cohn lo denigra y humilla. Ya vimos: él no es un maricón, a él no pueden haberle contagiado el SIDA. También vemos a Henry, al borde de la ira, en la clínica. No soporta, entre otras cosas, que un negro (Belize) sea el enfermero de la planta. Es decir, es una ampliación del gestus de Cohn.
Como veremos, en la poética de lo alucinado da mucho juego Harper Pitt, la esposa de Joe Pitt, con sus ofuscamientos y su adicción a ciertas medicaciones. Es la poética de su evasión de la realidad, o más bien la construcción de una realidad al margen, ni siquiera sabemos si es paralela.
A lo largo de Angeles en América, la década de los ochenta prosigue, culmina y convierte en obra perfecta esta obra que, según muchos críticos, salvó al teatro del país de su estancamiento. Entre paréntesis: algo que no podríamos esperar en el nuestro. Parecía una obra más sobre el SIDA, que ya eran abundantes. Kushner y quienes se atrevieron a apostar por ella antes de que fuera un caballo ganador lograron que el SIDA y el retrato de unos pocos personajes durante unos cinco años en Nueva York fuera una obra plenamente épica.
TEMAS, SITUACIONES
Así, pues, los temas son: homosexualidad, SIDA, judíos, mormones, crisis familiares, sociedad dividida… y el Angel, que no es el que se presenta antes María, sino el que ha elegido a Prior Walter como ”profeta”, sin que en rigor lleguemos a saber qué significa esa palabra, acaso concepto. Mas hay un tema que se desarrolla a lo largo de ambas obras, es el auge de la derecha hacia caminos señalados por Roy Cohn, y que al estrenarse la obra de Kushner no parecían llegar a extremos como los que estamos conociendo hoy. Estamos conociendo: esto es, habrá más. Otro tema es la esperanza y la redención, nunca mencionados. ¿Es optimista el final, junto a la fuente de Bethesda, en Central Park?
Adelantemos situaciones. Por ejemplo, acto II de Millenium approaches, escena sexta. Otra escena importante de conversación. Apremian a Joe Pitt a que diga “sí” a Washington. Es la escena en que Cohn enseña el documento en que se planea inhabilitarlo. Envidias, clase alta, gente del club de campo, etc. La propuesta es: tú vas al Departamento de Estado, en Washington, y me salvas el pellejo como sea (falseas documentación, etc).
Es cuando Martin Heller, marioneta de Cohn, explica la situación como es, o al menos como ellos quieren que sea:
MARTIN: En Washington es la revolución, Joe. Tenemos una nueva agenda y por fin un nuevo líder. Han recuperado el Senado, pero nosotros tenemos los tribunales. En los noventa el Tribunal Supremo estará formado por sólidos miembros republicanos, y también la magistratura federal, jueces republicanos por todas partes, como minas enterradas, por todas partes, estarán por todas partes. ¿Acción afirmativa? Llévalo a la corte. ¡Boom! Una mina terrestre. Y nos saldremos con la nuestra en casi todo: aborto, defensa, América Central, valores familiares, un clima de inversión vivo. Tenemos la Casa Blanca garantizada hasta el año 2000. Y más allá. ¿Una solución permanente para el despacho oval? Es posible. Para el 92 recuperaremos el Senado, y en diez años el Sur nos dará la Cámara. Es realmente el fin del liberalismo. El fin del socialismo del New Deal. El fin del humanismo secular, ipso facto. El amanecer de una personalidad política genuinamente estadounidense. Modelado en Ronald Wilson Reagan.
En pocas palabras se expresa lo que la derecha estadounidense pretende: quedarse con todo. Con todo el poder, para poder hacerlo todo. Lógicamente, cuando no lo logra considera que el resultado es ilegítimo. ¿Les suena? Quieren apoderarse del poder judicial, uno de los tres pilares del sistema democrático liberal. Y se supone que esos jueces actuarán a favor del Partido Republicano. Es decir, prevaricarán. Así se puede entender que Bush Jr. llegara a presidente en 2000; fue gracias a la decisión de dos jueces de extrema derecha, que le robaron la presidencia a Al Gore. La era Reagan fue antecedente necesario para una ilegalidad manifiesta ante la que el equipo de Al Gore protestó primero, pero que tuvo la prudencia de inhibirse más tarde: la confrontación civil era algo muy posible. El día de Reyes de 2021 fue al contrario: Trump había perdido y se alentó a la turba.
Por cierto, el que Martin Heller sirva de chismosa a Roy Cohn no impide a éste, en la misma escena, que eche de la mesa a Martin para estar a solas unos minutos con Joe. Si es una humillación, Heller se limita a mostrarse un poco confuso, solo eso, para obedecer a continuación, marchándose. Regresa, según lo que parece haberse acordado, al cabo de un rato.
En un contexto como el que describe Heller, ¿qué puede importar la sanidad pública, el derecho a la sanidad gratuita, que allá se considera cosa de comunistas? El SIDA fue pandémico, pero los individuos tienen que arreglárselas como sean capaces de hacerlo, ¿o es que yo tengo que pagar la enfermedad de ese tipo? Esto es, como dice Caín cuando le preguntan por el hermano al que ha asesinado: ¿acaso soy el guardián de mi hermano? Recuerdo que Zygmunt Bauman razonaba que según se considere en una sociedad que sí hay que guardar al hermano, o que el hermano se las componga, tendremos dos sistemas diferentes. Leo en Fanáticos insulsos, del espléndido ensayista y narrador indio Pankaj Mishra, que conoce bien la realidad de Estados Unidos:
La pandemia, que ha matado a 130.000 personas en Estados Unidos, incluyendo a un número desproporcionado de afroamericanos, ha mostrado ahora, de forma aún más explícita de lo que hicieron Katrina en 2005 o la crisis financiera de 2008, que el modelo Reagan-Thatcher, que privatizaba el riesgo y descargaba la responsabilidad del Estado sobre el individuo, condena a un número desorbitado de personas a una muerte prematura o a la lucha desesperada por la vida.
Indiferencia, insolidaridad, desdén, incluso odio. Así se vivió le hecatombe del SIDA que estalló a comienzos de los años ochenta del siglo XX. Y es uno de los temas permanentes de Angels in America. Al principio no importaba, ¿verdad? Parecía cosa de maricas y de drogacitos, no afectaba a la gente straight, esto es, heterosexual, aunque hay que hacer notar que straight significa recto, directo, antes de adoptar aquella acepción. Recto y directo sin intención moral en su origen.
Angels in America está teñido de judaísmo. Ahora bien, Kushner es un judío antisionista, algo que uno puede respetar aunque no lo comparta, ni mucho menos. Pero yo no soy judío. Así que Kushner está más cerca de la cuestión. Y no solo eso, la ha estudiado. Yo me limito a ser un europeo que sabe que el Sionismo no se inventó por capricho de Herzel ni de los judíos de Europa central o Francia. Y que lo que ocurre en Israel, que es un estado nación, y Palestina, que nunca ha sido ni lo uno ni lo otro, tiene que ver mucho con lo que hicieron los europeos, desde York hacia el sur, pasando por los Reyes católicos y la Inquisición, por el agresivo antisemitismo de Lutero y sus seguidores (no olvidemos que la caza de brujas mayor se dio en tierras alemanas antes de Lutero, éste no hacía más que seguir la tradición, la creencia, el prejuicio, lo que quiera que sea eso). Hasta el caso Dreyfus (que motivó el Sionismo de Herzl) y la Shoá. Kushner ha estudiado la cuestión, y al margen de su impresionante teatro es responsable de obras como Philosemitism, Antisemitism and ‘the Jews’. Perspectives from the Middle Ages to the Twentieth Century. Edited by Tony Kushner and Nadia Valman (Routledge, 2004). El antisemitismo en Estados Unidos fue brutal. No podemos desarrollar ahora esa vergonzosa campaña que duró décadas, y que en rigor no ha desaparecido en su espíritu y en determinadas acciones. Hay una interesantísima novela de David Mamet titulada La vieja religión, acaso mejor que cualquier información documental, sobre la jauría wasp (con invitados a la fiesta del siempre divertido linchamiento) que vehiculó su odio al judío con tretas de reivindicación de la decencia e incluso de la clase obrera. A nadie debería extrañarle, y mucho menos escandalizarse, de que los judíos tratasen de tener un país propio. Como lamentaba Amos Oz, el odio de los árabes hacia los judíos es reciente; el de los europeos es milenario. Aquellos yanquis entusiastas de la lapidación seguían las tradiciones puramente europeas.
Sí, es lamentable que Israel haya caído en manos del militarismo y la extrema derecha, que hacen moderado al mismo Likud, que de Israel se hayan apropiado unos criminales. Pero también lo es la manipulación grosera de los países aspirantes a dirigir la Umma, que tanto dinero han vertido en mezquitas y en terrorismo, en milicianos que provocan a Israel se diría que con el propósito de que maten a los suyos (y esto lo escribía antes del ataque de Hamas en octubre); que tan escaso dinero invierten en construir viviendas dignas para los refugiados palestinos, que les han servido como carne de cañón y propaganda. No sé si tiene algún valor que quien firma estas páginas no esté del todo de acuerdo con este dramaturgo al que admira.
EL ANGEL DEL SEÑOR ANUNCIÓ LA HISTORIA
Paul Klee, Walter Benjamin, Tony Kushner
“Los ángeles de Kushner no se inspiraron en ningún éxtasis bíblico, sino en el gran crítico judío alemán del siglo XX, Walter Benjamin”.4
Leemos en la tesis IX de El concepto de la historia, de Walter Benjamin:
“Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad”.
(Traducción de Alfredo Brotons Muñoz)
No nos apresuremos a sacar consecuencia directas entre el ángel que dice ver Benjamin en el cuadro del Paul Klee5 y el ángel de Kushner, que se presenta con trucos evidentes de mago cualificado, que viene de un cielo en el que Dios está ausente, que quiere asombrar y amedrentar al Prior Walter; el ángel con el que Prior luchará en la escena en que todo se convierte en negrura camino de las alturas: la lucha de Jacob y el ángel y el sueño de la Escala de Jacob, en secuencia, uno tras otro. El ángel del Señor anunció a Prior Walter: eres (serás) profeta. Profeta no es el que adivina el futuro, sino el que lo lleva a cabo. Pero si Dios está ausente desde el terremoto de San Francisco (1906), cuando se supone que se hartó de la humanidad, ¿quién envía a ese ángel? Sin duda, casi sin duda, esa suerte de sanedrín de ángeles ante el que llega Prior Walter en el cielo.
Es dudoso que Kushner nos proponga una escena de alucinación: el pobre Prior, devorado por las enfermedades que el síndrome permite entrar en su organismo, vería un ángel, ahora vestido de negro, que viene a llevárselo por la escala y con el que, inopinadamente, tiene que luchar. Es dudoso porque no solo Prior ve al ángel, también lo ve Hannah, para la que velar a un enfermo se ha convertido en una tempestad como la invocada por Benjamin. Y es ella, puesto que ella conoce la Biblia y Prior, el wasp, no la recuerda, quien le da, intimidada pero convincente, las claves para luchar con el ángel: “no te soltaré hasta que no me bendigas” (Génesis, 32, 28-30). Puede sorprender que un fragmento tan breve, evocado con más brevedad aún en Oseas 14, 4, haya despertado tanta imaginación teológica, filosófica, pictórica, teatral, narrativa. Es muestra de la heroicidad de Jacob, fundador de pueblos, astuto en familia, pródigo en descendientes. Nada de eso es Prior Walter, que no es heroico, que se agarra al ángel, y esa es su lucha, agarrarse, mientras la aterrorizada Hannah le susurra “dile, no te soltaré hasta que me bendigas”. Tampoco es astuto, y en tanto que homosexual es voluntariamente estéril. No funda pueblos, no da vida a un solo vástago, mientras que Jacob engendró los célebres doce, de Rubén a Benjamín, pasando por el muy sabio y decisivo José.
Paréntesis: ¿no es la lucha de Jacob y el ángel —al fin al cabo delegado o enviado de Dios— signo o trasunto de nuestra propia lucha personal con Dios?
Benjamín, en el mismo opúsculo, evoca la derrota y la traición (a continuación veremos que son términos usados por el propio Benjamin) de los políticos demócratas, liberales y de izquierda, que tenían como deber enfrentarse a la amenaza inaudita del fascismo. Pero recordemos que cuando Benjamin escribía estas Tesis (que estuvieron a punto de perderse) había estallado la guerra en Europa (ya tenían sus múltiples y muy sangrientos preludios en Oriente). Es el mes de junio de 1940, el III Reich está a las puertas de París. Y la URSS había traicionado, había firmado el Pacto del verano de 1939 para entenderse con el fascismo. Así, leemos en la tesis X:
“En un instante en que los políticos en los cuales los contrarios al fascismo habían depositado su esperanza yacen derribados en el suelo y refuerzan aún más su derrota con la traición a su propia causa, lo que se propone es liberar al que en política es hijo del mundo de aquellas redes con que aquéllos lo habían envuelto. La consideración parte del hecho de que la fe contumaz de estos políticos puesta en el progreso, su confianza en su gran base de masas y, en definitiva, su sujeción servil a un aparato que es incontrolable son tres aspectos de la misma cosa. Busca dar un concepto de lo costosa que a nuestro pensamiento habitual llega a ser una idea de la historia que eluda toda clase de complicidad con aquélla a la cual estos políticos aún siguen aferrándose”.
(Ibid.)
Podría decirse que Benjamin presenta una actitud pesimista ante la Historia porque vive en el exilio y presencia el triunfo del mal, lo que pone en cuestión el optimismo que arrastra el concepto de progreso. El III Reich parece imparable, y Benjamin, en su lucidez de judío ilustrado, teme lo que va a llegar. No lo verá, porque se suicida en Port-Bou6, acosado por el avance del nazismo y dificultada su huida por las autoridades franquistas (que, en última y decisiva instancia, son responsables de su inmolación). Pero ese avance es, en los dos o tres años siguientes, tan arrollador que llevará a otros al suicidio, como Stefan Zweig (en 1942, el último año de auge del Reich; desde ese momento todo serían descalabros: Stalingrado, invasión de Italia, decisiva batalla de Kursk…). Ambos han visto derrumbarse su mundo y la posibilidad de transformarlo en virtud de esa mejora inexorable que es la base “de lo que llamamos Progreso”. No es un pesimismo repentino del que ve hundirse el mundo, es la lucidez de quien, por esa horrible circunstancia, vio que los logros de la civilización, por mucho que fueran objeto de justificada crítica, eran reversibles. En fin, no hay que interpretar el aparente optimismo del cuarteto de Bethesda como trasunto del optimismo del propio Kushner. Visto con perspectiva, más de treinta años después, ¿hay realmente optimismo, racionalista o intuitivo, en el epílogo de Ángeles en América?
Caben interpretaciones (más que discusiones). Por ejemplo, la de un ensayista antes citado: “Para Kushner, un activista gay y dramaturgo cautivado por el inquietante análisis de la historia de Benjamin, la crisis actual no podría ser más clara. Al repasar cinco años de la primera década de la epidemia del SIDA, el dramaturgo echa una mirada retrospectiva a la lucha interna de Estados Unidos y, con ella, algo inesperado aparece a la vista: la oportunidad revolucionaria de abrir el continuo opresivo de la historia y pasar al próximo milenio”7.
No estoy de acuerdo, y por eso lo cito. Me doy cuenta, además, de que este ensayo, y todos los del libro editado por Bloom, tienen ya dos décadas a sus espaldas. La obra de Kushner tiene más, pero se trata de una obra de arte, y las obras de arte permanecen o perecen. Angels permanece.
Puede que el concepto de Progreso (y su realidad histórica o inmediata) sea una visión inadecuada, incluso una ideología, si bien partida en numerosos fragmentos imposibles de unir ya. Es más, en algunos casos (en algunos de esos fragmentos) es una superstición. Creer que la historia avanza desde el atraso hacia lo mejor es una idea que se ha demostrado falsa. En el sentido político, sin duda; pero sobre todo en el sentido moral, que es lo que importa8. Se admiten errores, se admiten momentos de marcha atrás, incluso se admite que los contemporáneos nunca comprendan lo que sucede en su tiempo, pero el Progreso es imparable. Ahora sabemos que no es así, que era una religión a falta de la religión de siempre. Hace algo más de cincuenta años que Alianza Editorial publicó La idea del progreso, de John Bury, en traducción de Elías Díaz y Julio Rodríguez Aramberri. Una historia del optimismo, lo contrario que, por ejemplo, Los antimodernos, libro en que Antoine Compagnon recoge los pensadores opuestos, como De Maistre y toda su descendencia, nada despreciable (Acantilado, 2007).
Si una idea se puede historiar es que puede tener principio y fin, puede ser una cosa, pero no tangible. No es un hecho, pero propicia hechos, puede llevarnos a actuar, pero no es acción por sí misma. Es superestructura, como decían los marxistas (¿lo dicen aún?). Es percepción, es conciencia de la realidad y la historia. Lo contrario de la idea de Progreso no es el pesimismo histórico o esa otra ideología perversa que es el pesimismo antropológico (el hombre es malo, en consecuencia no cabe con él sino el maltrato). La era Reagan que retrata Tony Kushner fue la era de Margaret Thachter, adorada por el propio Reagan, la era del papa polaco (que fingió liberar a Polonia, y los polacos fingieron creerle, incluidos los que realmente la liberaron, los del sindicato Solidaridad), la era de la reacción; aunque, felizmente, también la caída del Muro, ya saben cuál. A la era Reagan le siguieron los cuatro años de Bush padre, que vivió la implosión de la URSS, algo que él y su equipo quisieron evitar por todos los medios, pero que unos cuantos rusos, capitaneados por el furioso resentimiento de Yeltsin, hicieron imposible. Todo eso, que sucede durante la acción de Angeles en América, o que es consecuencia de la lamentable era Reagan… ¿qué tiene de progreso? La caída del Muro no es progreso, es consecuencia inevitable de la deriva de un régimen que había mostrado su rotundo fracaso ya en el primer plan quinquenal… y que se escudaba en el Progreso. El progreso es un disfraz que se ponen los progresistas pero, sobre todo, es la coroza con que la reacción identifica al oponente de izquierda.
No hay Progreso en el sentido de una línea ascendente y de mejora en la historia. Pero hay progresos en áreas concretas de la actividad humana, sea política, administración, ciencia, técnica, cultura. Ahora bien, como nos recordaba John Gray recientemente: “El progreso, en lo que se refiere a la política, la ética, incluso a la propia civilización, corre siempre el riesgo de perderse. Lo logrado en una o dos generaciones se puede perder en un abrir y cerrar de ojos. En unos pocos meses o en unas pocas semanas”. También es cierto que una mala situación de regreso, más que de progreso; de regresión, más bien, es aún más empeorable, y para ello no hace falta acudir a los desastres (Ucrania, Gaza) de estos momentos en que escribo.
En cuanto a la noción de progreso aplicada a las artes… mejor no detenernos ahora en esa otra superstición que va desde el meadero de Duchamps hasta las latas de caca de Manzoni.
Angeles en América no es optimista en cuanto al Progreso, con mayúscula, el concepto, la fe incluso. Pero logra unir a unas personas, al final de la acción, que nos permiten comprender que el desastre no está a la vuelta de la esquina, solo la reacción del ultra y sus heridas incurables. ¿Solo? Si ese grupo que, aunque no lo parezca, capitanea Belize; si ese grupo que, aunque no lo parezca, ha recibido vitalidad con la presencia de Hannah (y su orgasmo angélico); si ese grupo en que cabe el amor y la compasión de Lou y Prior… Si eso existe, nada se ha perdido del todo. Mi pesimismo personal no me impide ver que no es imprescindible un filisteísmo optimista para advertir que todos los anuncios apocalípticos han fracasado hasta el momento. ¿Cuántos fines del mundo se nos han vaticinado, cuántos hundimientos del sistema? El mundo se ha llenado de crímenes y de criminales, pero ahí sigue. El capitalismo es el infierno, y fuera de él no hay salvación, pero el capitalismo corre a su gran crisis, y eso no es el fin del mundo, como tampoco es su gran esperanza. En cuanto al cambio climático: ánimo, derechistas empedernidos, implacables, todavía os queda el Negacionismo. La derecha, en general, fue una fuerza más de construcción y reconstrucción; la derecha, en general, se ha convertido en una fuerza revolucionaria de reacción que, felizmente, carece de momento de milicias aunque le sobren lenguaraces entusiastas domésticos (si bien, en Estados Unidos, sociedad armada, esas milicias podrían improvisarse con rapidez).
Podemos citar al propio Kushner, unos años más tarde, en 2012, en un prólogo a una nueva edición de la obra: “Escribo esta introducción un día antes de que Estados Unidos vaya a las urnas para votar por Mitt Romney o por Barack Obama como presidente. Este es el sitio en el que creo que siempre he escrito, el que se alza encima del filo del terror y la esperanza. Es algo bastante habitual, aunque hoy el filo es más agudo que nunca, y los dos mundos que divide, uno de luz y otro de oscuridad, parecen respectivamente más brillantes y más abismales, más extremadamente opuestos que nunca. / Sea lo que sea que vaya a traernos, el futuro —estoy razonablemente convencido de ello— sigue estando sin determinar”9.
Ese filo, ahora, en 2023, es un filo que corta, que rebana.
Mas volvamos a nuestro Angel.
Podemos cuestionarnos sobre cuál es el cometido del Angel, el de Kushner, que impresiona cada vez menos a medida que avanza la dilatada acción. Estamos en pleno auge de la extrema derecha en los tiempos de Reagan (personaje que, no lo olvidemos, había sido fallido candidato por el Partido Republicano, que nunca se lo tomó en serio; acaso empezó con Reagan el rapto de ese partido, rapto en varios sentidos: lo secuestraron desde la extrema derecha, o bien sufrió un rapto de locura; el resultado es el mismo). Puesto que adherirse a ciertas reglas de juego no nos ha llevado más que al abuso por parte de este neofascismo, ese macartismo nunca vencido, nunca enterrado (solo fue enterrado el cadáver alcoholizado del propio McCarthy), ¿no se impone una ruptura? ¿Podemos seguir confiando en el progreso cuando se dan los casos espantosos que no podían conocer los espectadores que vieron Angeles en América en aquellos años? Los que no supieron nada de los numerosos cisnes negros, posteriores al estreno de Angeles en América, cisnes no imprevisibles, sino súbitos y no esperados: Yugoslavia, Ruanda, la Yihad, las guerras del Golfo, el descarado aprovecharse del mando para utilidad solo privada por parte de altos cargos de la administración Bush Jr. (Cheney, Rumsfeld) y a cambio de numerosas muertes de “nuestros chicos”, como dicen allí, y de muchos “chicos” más. O la destrucción de la Unión Soviética, con guerras civiles inmediatas entre casi todos los nuevos países. Y la ruina de Rusia. No supieron de la revancha de la derecha extrema, basada en el voto popular y en el peculiar, obsoleto y arbitrario sistema electoral de Estados Unidos.
¿Acaso Benjamin está llamando a la rebelión en el arranque de la gran masacre de 1939-1945 (y al menos los tres años siguientes a 1945, los años de los arreglos de fronteras, limpiezas hoy llamadas étnicas)? Y de hacerlo, ¿es posible enfrentarse a la máquina que ya está en marcha, o es solo una queja contra los que pudieron hacer algo y no lo hicieron? Pero, visto con perspectiva histórica, vistos los años 30 del siglo XX, noventa años después, ¿qué podían haber hecho los socialdemócratas del momento? Poca cosa. Cosas como facilitarle el paso a Hitler en Alemania, porque socialistas y comunistas estaban peleados. ¿Acaso los primeros no habían sido responsables o cómplices del asesinato de Karl Liebnecht y de Rosa Luxembourg? En cuanto a la URSS, muy pronto surgieron justificaciones no siempre a sueldo de Moscú (había mucho voluntario entusiasta), justificación del lado nacional, no de solidaridad proletaria internacional, que se disparó en la posguerra: Stalin salvó a la URSS, Stalin salvó a Europa. Vanos esfuerzos que convencieron a pocos, salvo a las prietas filas de los partidos de obediencia moscovita, y que hoy día a nadie convencen, o se han olvidado.
¿No será que el Angel viene en busca de Prior Walter, el bello y wasp Prior Walter, para que con su carisma y su furia refuerce siquiera un poco el tambaleante sillón desvencijado que Dios dejó vacante, o en suspenso, cuando se marchó, mientras parece que murmuraba: “ahí os quedáis, no hay quien haga carrera de vosotros”. Pues Dios, abdicando o no, tomándose acaso un par de siglos sabáticos, no es imaginable despidiéndose con palabrotas, como lo haría cualquiera… cualquiera de nosotros. ¿Tendrá razón años después George Orwell cuando, ante el espectáculo lamentable de la guerra civil española en los frentes catalanes, no se pregunte si el fascismo se cuela por la ventana cuando le has echado a patadas por la puerta? ¿Y hoy, querido Angel, amado Dios oculto, como el de Tagore o incluso el de Lucien Goldmann (casi protestante, este Dios escondido), hoy qué haríamos? El capitalismo financiera, esto es, el que no produce pero genera beneficios a veces incalculables e induce ruinas que llevan a la desesperación de países y gentes, nos ha reducido a la impotencia. Disimularemos si tenemos un pasar, pero ni eso lo tenemos garantizado, siempre hay una amenaza sin que nadie te amenace. Disimularemos, serviles, mientras el uno por ciento se lo lleva todo. Con un Dios así, Prior Walter se presenta ante el juzgado de guardia (valga la imagen) y denuncia a Dios por dejación de funciones, dejación que probablemente tiene su origen en su propia incompetencia. Inventó ese Dios ausente algo que se le ha ido de las manos, la humanidad, así que no hay otro remedio que dejarla extinguirse. Sin duda, la humanidad misma hallará la manera de hacerlo.
De momento, asistimos a la secuencia, situación o escena de la lucha de Prior Walter y el Ángel.
Prior dimite también, pero no es pesimista. Su mejoría, sin haberse librado en rigor del síndrome, parece ponerle de mejor humor. ¿Cara al futuro? No sé, el futuro es especulación, y a un wasp (tibio en la p de protestante) le está permitido algo parecido al optimismo. No olvidemos que el ángel de Gravelot y Cochin señala al valetudinario caminante una Historia desdichada, luego el futuro lo es, lo será. La tesis IX del escrito de Benjamin va en esa dirección. Por el contrario, Prior expresa aquel cierto optimismo en el Epílogo en Bethesda. Louis, que se opone, será siempre el discutidor esencial que todos los judíos llevan dentro, y por eso son el pueblo que mayores inteligencias da por generación. Como escribió Walter Benjamin en el segundo de los apéndices a sus Tesis:
“Como es bien sabido, a los judíos les estaba prohibido escrutar el futuro. La Torá y la plegaria los instruyen en cambio en la rememoración. Y esto venía a desencantarles el futuro, ése del cual son víctimas quienes recaban información de los adivinos. Pero, por eso mismo, no se les convirtió a los judíos justamente el futuro en un tiempo vacío y homogéneo. Pues así en él cada segundo constituía la pequeña puerta por la que el Mesías podía penetrar”.
(Ibid.)
Antes, la tesis XVIII nos relativizaba tanto en nuestra existencia, esencia e historia, que podríamos oponerle a Prior Walter nuestra insignificancia: Prior, somos apenas una gota en el acontecer, ¿de dónde hemos sacado un concepto como el de Historia? Está claro: de nuestro antropocentrismo, dispuesto a compartirlo con etapas anteriores. Como si tuviera sentido la Historia, como si tuviera sentido la historia del mundo. Escribe Benjamin en su tesis XVIII:
«Los escasos cincuenta mil años del homo sapiens», escribe un biólogo moderno, «representan en su relación con la historia de la vida orgánica en la tierra algo así como dos segundos al fin de un día de veinticuatro horas. La historia de la humanidad civilizada llenaría pues, en esta escala, solo un quinto del último segundo de la última hora». Así, el tiempo-ahora, que en cuanto modelo del mesiánico resume toda la historia de la humanidad en una gigantesca abreviatura, viene a coincidir exactamente con la figura que la historia de la humanidad compone en el universo en su conjunto.
(Ibid)
¿En qué historia se mueve Prior Walter? ¿En qué historia tiene lugar la parábola entrecruzada de Tony Kushner y sus ángeles? ¿Tiene sentido, puesto que no somos apenas nada? Somos una gigantesca abreviatura, pero para nosotros es la historia que no concluye y que, en rigor, nunca empezó. La historia es historia del espanto; y, si no, es oscuridad, como en lo que muchos historiadores llaman aún la oscura Edad Media. Desde que San Agustín inventó el devenir histórico mediante su furioso cristianismo y los restos de su pasado maniqueo, desde que este obispo cartaginés y romano dividió el tiempo entre la llegada del Cristianismo y el antecedente ilegítimo que es todo lo anterior, tenemos la Historia. El ángel poco menos que apocalíptico de Gravelot y Cochin la ve con terror, con un viejo que con su guadaña convierte en muerte (¿en pasado?) lo que el ángel contempla con su mirada hacia atrás. Sin embargo, Prior Walter, salvado de la muerte, al menos por el momento, ve las cosas de otro modo. Estamos en plena Perestroika, la URSS no se ha hundido aun cuando esos cuatro desiguales amigos se hallan frente a Bethesda, no ha estallado la Unión propiciada por los celos agresivos de Yeltsin hacia Gorbachov. No han estallado las guerras mencionadas antes, incluso terminó hace casi dos años la cruenta guerra entre musulmanes, la de Irán e Irak10. Luego cabe algo de esperanza, acaso mucha. No se trata de credulidad pueril. Es algo más. Así termina la pieza, con estas palabras que Prior dirige al público mientras los otros tres platican, discuten en la explanada frente al Ángel; sabiendo que todo es frágil:
PRIOR: Ya casi termino.
La fuente ahora no fluye, en invierno la cierran, las tuberías se hielan. Pero en verano es un espectáculo digno de verse. Quiero estar cerca para verlo. Planeo estar. Espero estar. Esta enfermedad será el fin de muchos de nosotros, pero no de todos, y los muertos serán conmemorados y seguirán luchando con los vivos, y nosotros no nos iremos. Ya no moriremos de muertes secretas. El mundo sólo gira hacia adelante. Seremos ciudadanos. Ha llegado el momento.
Hasta luego.
Sois criaturas fabulosas, todas y cada una de vosotros.
Y yo os bendigo: Más Vida.
Comienza la gran obra.
Así concluye esta magna pieza que consta de dos piezas, y esto lo declama Prior Walter al concluir el epílogo de la segunda, Perestroika. Si el ángel del señor anunció la Historia (y su horror), el rescatado de la muerte, Prior, ve al menos una ventaja en que ya no sea necesario que los infectados por el virus o los que aman a personas de su propio sexo tengan que permanecer ocultas. Estamos en invierno, espera seguir vivo en verano, cuando se despliegan las fuentes y los surtidores. Y aquí me viene a la memoria (y lo busco, y lo encuentro) un poema en prosa de Luis Cernuda:
Al fin surgían, risueños y casi envanecidos del cortejo que les seguía insultándoles con motes indecorosos. Con dignidad de alto personaje en destierro, apenas si se volvían al séquito blasfemo para lanzar tal pulla ingeniosa. Mas como si no quisieran decepcionar a las gentes en lo que éstas esperaban de ellos, se contoneaban más exageradamente, ciñendo aún más la chaqueta a su talle cimbreante, con lo cual redoblaban las risotadas y la chacota del coro.
[…] Eran unos seres misteriosos a quienes llamaban «los maricas».
Ya es mucho, don Luis. Ya es mucho en una tierra en que se acecha lo cimero, como usted mismo dijo a propósito de Federico. Y es mucho para la ética del machorro de western, el tough guy, en un país despiadado, como tantos, que se convirtió en imperio.
Han pasado los años cuando vemos a esta “familia” de cuatro. Ahora estamos en 1990 y la obra va a concluir: estamos ante el angel de Bethesda, ya no moriremos en secreto, nunca más.
La imagen final, los cuatro. Louis, Prior (aún vivo, sí), Belize y Hannah… Pero no está el hijo de ésta, Joe Pitt, que se halla en otras búsquedas, acaso en plena epifanía. En cuanto a Harper Pitt, su joven esposa, tan joven como él, se despide desde un avión con palabras sencillas, pero que también constituyen un enigma.
¿ES EL DIABLO TAMBIÉN UN ÁNGEL?
En teatro —y sin duda también en narrativa— la poesía es necesaria, imprescindible. La poesía es la imagen de lo que es, sin reproducir lo que es. La poesía se da mediante un equilibrio entre la reproducción de lo real y la secuencia de lo irracional. No sin ese equilibrio. Tampoco sin un elemento de irracionalidad. No con fantasía heroica ni ciencia ficción. Tampoco como cuento de hadas. Lo irracional poético sabe alejarse de lo real, que le da sentido, y de lo pueril, que se lo roba. Cabe lo infantil, no lo pueril. Cabe la magia, no el disfraz. Y si hay disfraz, que parezcas personaje de época. Esto es, que no se te note que vas disfrazado. O, ya puestos, que tenga lugar la convención entre tú y yo, lo que me invitas a creer y lo que acepto creer. Angeles en América está llena de poesía, porque lo irracional desborda lo real por momentos, sin que lo real se resienta. Al contrario, se enriquece. La poesía puede llegar desde la casa (o la región) en que habita la enfermedad. El SIDA, que no es enfermedad, sino síndrome, y que es peor que una sola enfermedad, porque las induce toda. O la locura. O la tendencia alucinatoria. O el mal, en alguna de sus formas. Por ejemplo, la codicia, el afán de poder, la infamia de un partido nacional que en rigor es un partido anti sistema (el Republicano de Estados Unidos, no se confundan). Angeles en América se desarrolla durante el mandato del mal, que se promete perpetuar: Reagan, ¿lo recuerdan? No es el primer monstruo, pero de aquel monstruo vinieron los monstruos que padecemos. A Reagan le instaló en la Casa Blanca (no lo olviden) la revolución ultra reaccionaria del Ayatolá, el mismo que Giscard albergó en Francia y al que puso un avión para que tomara el poder y aterrorizara a su pueblo (y a otros). De eso hace algo más de cuarenta años. Y los ochenta están marcados por ese terror. Expulsada la Unión Soviética, era el momento de matarse los musulmanes entre sí, es su actividad favorita. Angeles en América alude a todo eso: la propagación del SIDA, la caída del imperio soviético, la guerra entre Irán e Irak, las revoluciones de terciopelo en Europa Central (eso que algunos se empeñan en denominar el Este, enturbiados por el corte que en esa zona marcó el famoso telón de acero: olvidamos que Viena está más al este que Praga, y que Bratislava está a menos de cien kilómetros de Viena).
Al lado, Israel, que es una referencia para Kushner. Una referencia o mucho más, lógicamente. Pero Kushner es muy crítico con las políticas de los gobiernos de al menos dos o tres décadas antes, lo que es mucho para un país tan joven.
En fin, como siempre que Israel obtiene un triunfo bélico, se acerca más a la tragedia. Y en 1973 los israelíes ganaron otra guerra contra la insistente ineficacia de los árabes, ajenos desde hace mucho a las glorias que dieron ellos al Medievo. Tal vez sea cierto que Sadat no pensaba en modo alguno ganar aquella guerra, sino forzar otras cosas. De paso, mostró que Israel es, de tan poderoso, tremendamente frágil. ¿Sabían ustedes que Israel es uno de los pocos países del mundo en que sus ciudadanos se cuestionan si su estado nación va a existir dentro de, pongamos, un par de décadas o tres? De aquello vino el gran chantaje de la Organización del petróleo: se llegó a un aumento inaudito de los precios; se acumuló financiación para todo, pero no se dio gran cosa al palestino, que estaba ahí para la propaganda, más que nada; se fue todo en el lujo desmedido que Alá no puede aprobar (digan lo que digan los ulemas alquilados a la pecadora casa de Saud), en armar rebeldes y terroristas para expulsar infieles de tierra de Islam… Doloroso concepto: tierra de Islam es aquella que, nuestra o arrebatada a otros, es lugar en que se impuso el poder del Islam, y así para siempre, aunque antes fuera tierra de cristianos maronitas, tierra de judíos o, lo que era más habitual, tierra de gentes con creencias entreveradas o en convivencia, pues hubo un tiempos en que no te ofendía que tu vecino tuviera deidades distintas a las tuyas y se vistiera a su modo. El terrorismo lo financia, primero, Arabia Saudita, sus señores del petróleo y hasta la corte corrompida que alberga el lugar sagrado. En segundo lugar, lo paga usted, lo pago yo, cuando llenamos el depósito de gasolina, y así no solo destruimos nuestro hábitat, también ayudamos a matar a alguien: gente occidental, en ocasiones; pero, sobre todo, árabes, nunca hermanos entre sí, pues quién sino Caín los dividió entre sunitas y chiitas. Entre musulmanes está muy castigada, o mejor, mal vista, la discrepancia. Y lo que enfrenta a sunitas y chiitas es algo muy grave: es el espejo en que se revela que tu religión es falsa. El comunismo siempre tuvo un espejo, la prosperidad del otro lado, y con eso se vio que era una religión falsa. En cuanto a la falsedad del otro… ah, eso es otra cosa. Empecemos por la nuestra, dirían al otro lado del muro.
Como decía alguien, fingiendo que se lo preguntaba a sí mismo: ¿sabes cuántas personas matas tú, precisamente tú, cada vez que te inyectas o esnifas…? Bien, de acuerdo: riámonos de tanto biempensante y desdeñemos el filisteo de las moralejas.
Cuando Joe, el buen filisteo, se niega definitivamente a seguir los planes de Roy y marcharse a Washington, mantienen una dura escena. Un conflicto, una pelea que lleva al recatado Joe a golpear a Roy Cohn. Roy queda tocado, dolorido, tal vez moribundo. Joe se marcha, asustado, a toda prisa. ¿Él, Joe Pitt modelo de conducta, siempre con control de sí, golpeando a alguien? Lo volverá a hacer con otro, ya lo veremos. Acaba de confesar Roy que fue decisivo en la condena de muerte de los Rosenberg. La escena termina con la aparición de Ethel Rosenberg, que le vaticina la muerte. Y es ella, muerta en la silla eléctrica treinta años antes (judía, comunista, espía… ¿y qué más?), la que llama por teléfono para que acuda una ambulancia.
Y al concluir la primera de las piezas de Angeles en América, Millenium approaches, entonces nos damos cuenta de que esta pieza contaba dos agonías, la de dos hombres que se están muriendo, Prior Walter y Roy Cohn. Contrafigura el uno del otro, los dos Estados Unidos que, mientras escribo estas líneas, preparan el enfrenamiento civil. ¿Ambos? No sé, al menos sí lo hace uno de ellos.
Dijo un poeta que el pasado es insaciable. Se lleva todo lo que nos quita. Pero no es el responsable del cambalache de imágenes llamadas recuerdos, reverenciada memoria. Es ella, la memoria, la responsable, más sin quererlo, no aposta, no la culpéis… El mecanismo es siempre igual, tarde instantes o se demore años; es el mismo: el recuerdo falsea, a veces embellece, siempre corta y pega, como en la sala de montaje, pero sin que la voluntad sea siempre la responsable. No olvida quien quiere, sino quien logra olvidar. Al contrario, quien se empeña en olvidar tal situación, imagen, vivencia, secuencia… ése no hace otra cosa que fijarla, esto es, sustraerla del olvido. Y, en consecuencia, introducirla en el círculo de los vaivenes que matizan colores y sonidos, que alteran argumentos, a menudo en detrimento de tu olvido, porque exageran el recuerdo y lo hacen más amargo que esa amargura que una vez quisiste borrar. Porque no borra quien quiere. Aun así, hagan caso al poeta: el pasado es insaciable, se atiborra (no se alimenta) de nuestros inevitables olvidos, los de todos los días. Por eso el pasado hay que inventarlo tan a menudo. Por eso se dice que el pasado es imprevisible.
Hace mucho tiempo que se detectaba en el ambiente que las fuerzas anti sistema (que no son las pobres fuerzas de la izquierda de los sesenta, con lo mucho que hicieron y agitaron), esto es, las fuerzas negadoras de los principios democráticos de la nación, cobraban un auge sospechoso (primero) y preocupante (después). La llegada de Reagan a la Casa Blanca, ayudado de manera descarada por el régimen iraní y el asunto de los rehenes, fue el gran aldabonazo, pero no el primero; con razón se le acoplaba con Thatcher, fuerza antisistema donde las haya. Paréntesis: las auténticas fuerzas revolucionarias, hoy, son las de derecha y extrema derecha. Se cierra paréntesis. Roy Cohn es un personaje diabólico que existió de veras, como ya vimos. Un demonio en una obra con ángeles puede parecer una contradicción, pero no es así. Se supone que el demonio fue ángel, y nada nos permite estar seguros de que no siga siéndolo. Solo que no es un ángel de Dios, sino contra Dios. No sé si está en todas partes, pero está donde se le necesita: en una Comisión del Congreso, en un lobby para bajar impuestos a los ricos (de esto saben mucho Stiglitz y Krugman, o Wendy Brown, léanlos a ellos, sus artículos o sus libros); o, lo mejor, en la Casa Blanca. O en el Kremlin, donde lleva, con cambios de personalidad, como en América, muchos años, muchos.
Leo a Jordan Hoffman (busquen sus artículos en la red, tienen mucho interés): “’¿Dónde está mi Roy Cohn?’ Es una cita que se atribuye a Donald Trump, que preguntaba esto a su gente en un momento de exasperación, cuando se veía incapaz de hacer desaparecer la investigación sobre Rusia”. Y al final del escrito, dice: “Para responder a la pregunta ‘¿dónde está mi Roy Cohn?’: por desgracia está en la Casa Blanca”. Todo viene a cuento del documental titulado precisamente Where’s My Roy Cohn? (2019), dirigido por Matt Tyrnauer. Reproduzco la sinopsis que ofrece la benéfica página Filmaffinity, no puedo dar la mía, desconozco el film: “Roy Cohn personifica el arte del engaño y de la vileza dentro de la política norteamericana, convirtiendo a personas sin ningún tipo de juicio en auténticos demagogos; desde Joseph McCarthy hasta el que parece ser su último proyecto, Donald Trump. Este documental explora los puntos en común entre los peores mandatarios que han sufrido los Estados Unidos, y cómo un maestro de la manipulación como Cohn ha logrado, a través de los años, diseñar el aspecto actual de lo que muchos consideran la nueva «pesadilla norteamericana». Es pesadilla para la sociedad que resiste, los llamados despectivamente liberal. Porque el conflicto civil en Estados Unidos, ya decíamos, es cada vez más probable. Esto no podía imaginarlo el Kushner de Angeles en América pese a dibujar a la perfección a Roy Cohn y a Martin Heller.
Me temo que vamos a tener que dedicarle más espacio a Roy Cohn.
El olfato de Kushner es muy fino. No diré que es excepcional, porque estas preocupaciones sobre el porvenir de la democracia y el auge de auténticas pandillas de gánsteres disfrazados de anti oligarquía pero en el fondo y sobre todo anti cultura, anti igualdad, anti políticas sociales; todo esto lo olfateaba mucha gente hace tiempo. Angeles en América nos muestra a ese político, una ruina humana destrozada por el SIDA, tratando de pasar el testigo de su legado a las generaciones posteriores. Las fotos del aún joven Trump con el enfermizo Cohn cobran todo el sentido del mundo desde 2016 en adelante. Lo de Reagan ya se sabía, no hace falta más que ver la grabación video en la que aparece muy satisfecho por declarar ante el Comité de actividades antiamericanas, el de McCarthy y Roy Cohn. Para completar, recomiendo dos breves lecturas, un par de artículos de Rupert Taylor. Basta con teclear un poquito: Roy Cohn, a Portrait of Evil y American Tribalism During Trump’s Presidency. La verdad, creo que Kushner no podía imaginar entonces la realidad de su denuncia: la herencia antisistema de Roy Cohn aspira a perdurar.
ROY COHN, UNA HISTORIA DE TERROR
El personaje de Roy Cohn es de un interés extraordinario. Si alguien duda de que existan en el mundo personas como el tío de Hamlet o la pareja escocesa formada por Macbeth y señora, o el inverosímil Ricardo III, que mire este ejemplar humano. Kushner lo trata con ecuanimidad, aunque nos parezca que carga las tintas. El personaje original sin duda era peor. En lo humano. Un joven abogado que llevó a los Rosenberg a la silla eléctrica. Gran triunfo para él. Ahora bien, para el Comité de actividades antiamericanas dirigido por el senador McCarthy, su amo y señor, del que se sirvió, al que sobrevivió en la vida y en lo profesional; para esa organización de índole mafiosa y plenitud legal, el asesinato legal de los Rosenberg fue la culminación que llevaría pronto al hundimiento. McCarthy, su comité, y su legado a través de Cohn son de una trascendencia difícil de ponderar. Hoy día hay muchos documentos que prueban (o que postulan, por favor, seamos ecuánimes, no como esa gente) que un político anti sistema como Donald Trump le debe a esa herencia, y en especial a la recibida directamente de manos de Cohn, todo un método de pensamiento, palabra y obra. El pensamiento profundamente reaccionario cargado de resentimiento contra aquel que posee algo valioso, sea cultura o sea poder (el resentimiento también vota), de ahí el terror a que fue sometido Hollywood por aquella banda que rozó las mieles de la popularidad y del éxito: estaban luchando por salvar América, y América quiere decir Estados Unidos, ya saben, no hay que cansarse de repetir este abusivo empleo de la palabra América, aunque no tenga remedio. Eso en cuanto a pensamiento es lo que nos recuerda aquella imagen de Norman Mailer: ¿un patriota? Un cuerpo sano y una cabeza llena de mierda (en San Jorge y el Padrino).
Paréntesis. Con el tiempo llegamos a la gran paradoja, trágica paradoja: se vota contra la élite, contra la casta; y se vota, debido a ello, por un gran miembro de la oligarquía.
¿Palabra? La palabra desbordante y pendenciera de Cohn la conocían todos gracias a los medios del país. Un joven prometedor que se convertía en un abogado de éxito, pero un abogado que hablaba por los codos con agresividad y sin importarle la verdad, o medio verdad, o plena mentira de lo que decía. Eso atrae algún tipo de ciudadanía, y se ve que funciona bien con cierto tipo de jurados y jueces. Ah, qué modelo de persona o personaje para vengarnos de los sabihondos liberales o los listillos de Hollywood. No me digan que Trump no es un buen alumno. No tan inteligente como el maestro, es posible, pero igual de mentiroso y malvado. Paréntesis: el mal existe, ¿qué os creíais, colegas del drama? Desempolvo de mi caja fuerte una reflexión de Joseph Roth, el judío de Galitzia que tuvo que huir de Austria por el Anschluss, y que tuvo la astucia de morirse, alcohólico, antes de que llegaran los nazis a París y le pusieran la mano encima:
“Un demente no es peligroso por el hecho de que pueda suponer una amenaza física para su entorno, sino porque poco a poco destruye la razón de aquellos que le rodean y que se encuentran en sus cabales. La locura en este mundo es mucho más poderosa que la razón de los hombres que están en su sano juicio. Y el mal, más poderoso que la bondad.”
Roth sabía por quién escribía esto. Nosotros (no solo yo) se lo dedicamos a Trump y a algunos europeos y hasta paisanos que prefiero no nombrar, y no por temores, que ya no tiene uno miedo ni a las instituciones, a veces salutíferas, a menudo tóxicas. No me digan que la reflexión de Roth no tiene miga, en especial cuando las democracias se ven seriamente amenazadas por quienes tendrían que mantenerlas: los ciudadanos que votan, y que se dejan llevar por el mimetismo del odio que aprendieron de aquel “demente peligroso”. Hoy sabemos que la mixtura de agresividad, odio y ultra reacción constituye un atractivo importante entre los votantes.
¿Dónde está mi Roy Cohn?, clamaba Trump.
¿Gobierna Cohn desde la tumba en la Casa Blanca?, se pregunta Rupert Taylor.
¿Será necesario repetir lo que hizo Cohn con los Rosenberg, desde la manipulación de pruebas hasta acobardar a testigos? El judío Cohn contra los judíos Rosenberg, a los que encausaba por ser, según él, comunistas; y por ser, como él, judíos. ¿Será necesario detallar lo que hizo e intentó hacer Trump durante sus nefastos cuatro años, que podrían repetirse para consumar catástrofes? Sí, será necesario aclarar algo: hizo lo que todos los presidentes, pero con grosería, con mal genio, con zafiedad, una mierda de tipo que te trata como una mierda aunque seas la canciller alemana; alguien que hubiera tenido que ser condenado por alta traición, y no precisamente por un Comité como el de su maestro Cohn. No nos cofundamos, ciudadanos, colegas amigos. Prestadme vuestros oídos: todas las administraciones de Estados Unidos pretenden mantener un nivel de tensión, agresividad y belicismo que ya forma parte de su manera de ser y existir; y, además, ahora quieren que lo paguen los europeos, que tendrían que adquirir, a precio oneroso, material bélico que casualmente fabrican los americanos. Cohn y Trump son el mal desatado. Lo otro, lo de siempre, es el mal por desatar; no digamos lo de Bush Jr y sus monstruos cercanos, Rumsfeld y Cheney, cuyas guerras son tan nefastas que ya muestran su verdadera consecuencia: el fin de la hegemonía americana y el auge imparable del totalitarismo chino, más las ansias de las élites de unas potencias llenas de odio como Rusia o Irán. Eso, cuando la OTAN empezaba a verse no ya como innecesaria, sino como molesta, nociva y peligrosa. Como la consideraba Pascal Boniface: es el problema, no la solución.
Nos molestan los que destacan, sea por su elevado nivel cultural o por su dinero. Salvo que ese dinero sirva para nuestros fines y objetivos (¿no son lo mismo…?): cosa nostra, se ha dicho y repetido a propósito de estos grupos que se servían de Cohn casi tanto como él se servía de ellos después de la muerte del Comité y de la muerte, por alcoholismo, del propio McCarthy. Cohn no cayó en desgracia después del derrumbe; guardó silencio un tiempito, contra su natural y su costumbre, y revivió pronto como abogado rabioso de causas muy concretas: las causas de los ricos, claro está (no todos, no todos los ricos carecen de escrúpulos; de complejos, se dice ahora), a los que sirvió como perro rabioso.
Hay mucha literatura documental sobre estos asuntos que siguen vivos. Quiero decir: están muy vivos, no sé si más vivos que nunca, no llego a tanto conocimiento. Pero muy vivos. Y no es cuestión de derecha e izquierda. Es cierto que el Partido Republicano de Estados Unidos es ahora el rehén de aquello en lo que se había convertido el macartismo, pero no siempre fue así, y menos en tiempos de Lincoln. Tampoco en tiempos de Eisenhower, bajo cuya presidencia creció el monstruo, que había criado bajo la de Truman, una época en que su secretario de estado, John Foster Dulles, ofreció a Francia una bombita atómica para terminar la guerra de Indochina (lean Una salida honrosa, de Éric Vuillard, Tusquets). Pero el senado es el senado, no el ejecutivo, por mucho que un presidente, en aquel país, sea como un monarca. Y el Comité era cosa del Senado. En fin, permítanme recomendarles estos libros, entre una literatura amplia, una amplitud que demuestra que el problema preocupa, espanta a muchos que creen en la democracia (la burguesa, tan limitada, lástima; pero no hay otra). Damos los títulos, y completamos la referencia al final.
Roy Cohn, l’avocat du diable. L’homme qui a tout appris à Donald Trump. Par Philippe Corbé.
Nichols, David A. – Ike and McCarthy. Dwight Eisenhower’s secret campaign against Joseph McCarthy.
Con respecto a este libro, es importante recordar (y en el libro se recuerda) que Richard Nixon, uno de los hombres de McCarthy, fue vicepresidente con Eisenhower. Incidentalmente: que llegó a ser presidente en 1968 gracias a que alguien había asesinado con gran sentido de la oportunidad a Robert Kennedy… y Hubert Humphrey, además de vicepresidente con Johnson, daba tal vez una imagen demasiado honesta (esto es, blanda) para ciertos electores, para la mayoría acaso, que prefiere un maquereau como Reagan y expulsan al blandito Carter. No importa, aquel hombre de McCarthy, Nixon, se convirtió en el campeón de la distensión y en el que viajó a China para reconocer al régimen ultracomunista del implacable Mao. Seguro que Ayn Rand, denunciadora de comunistas, se revolvería en su tumba (¿tiene tumba?). Aunque cuando Nixon viajó a China, Ayn Rand aún vivía. Hay una ópera de John Adams (con idea de Peter Sellars) que retrata esto con bastante cachondeo; es una ópera espléndida, Nixon in China. En una escena de Angeles en América, Roy despotrica contra Nixon por tomarse el té con Mao.
Además de estos libros, hay material cinematográfico y audiovisual en general.
En el film para tv Citizen Cohn, de Fran Pierson (telefilm HBO, 1992) hay una escena que retrata el entusiasmo de la indecencia. Julius y Ethel Rosenberg escuchan la sentencia de muerte y se abrazan, se besan, qué va a ser de los niños. Al lado de ellos, Roy Cohn (James Wood) levanta los brazos, es el siniestro entusiasmo de la victoria. Desde luego, no sé si la cosa fue así de cruda en la realidad, pero la realidad es que Roy Cohn y Joseph McCarthy habían apostado fuerte por la condena de los Rosenberg, habían presionado a testigos, falsificado pruebas, pero no habían conseguido que los Rosenberg dieran una lista para el Comité. Ethel no iba a ser procesada, pero lo fue para presionar a Julius. Ambos resistieron. Lo pagaron con la vida y con la deshonra. Se les consideró traidores a su patria, culpables de haber dado la fórmula de la bomba atómica a la URSS de Stalin. Y de paso se pudo poner en duda la lealtad de los judíos de Estados Unidos. Fue el momento álgido, culminante, de la caza de brujas, de comunistas, de eso que la derecha de Estados Unidos llama (con desprecio y odio) liberales, esto es, gente de izquierda. Suicidios, traiciones, terror. “Traicionaron para conservar sus piscinas”: frase famosa de Orson Welles sobre los muchos colegas del mundo del cine que se plegaron. Queda la lamentable y breve secuencia de Gary Cooper, al que se le ve literalmente acojonado, y ese acojone es fruto de una insistente, implacable, eficaz presión mediante el “método Cohn”. Queda el testimonio de Lillian Helman, que esta vez no se inventó un pasado inexistente (como hizo en alguna que otra ocasión), sino que retrató a sus colegas, amigos y conocidos denunciando a sus colegas, amigos y conocidos ante la voracidad de McCarthy y Cohn. Es lamentable leer el testimonio de Robert Taylor, guapo, seductor, en la cumbre (poco antes de Quo Vadis, nada menos, el gran inicio del peplum), tratando de caerles bien a aquellos buitres. Es en un librito de memorias titulado Tiempo de canallas (Scoundrel Time, 1976; en español, Fondo de Cultura económica, varias ediciones desde ese mismo año). Caramba, Lilly, qué título: apúntate un diez.
El interrogatorio a Robert Taylor parte de la denuncia de Ayn Rand, escritora de un anticomunismo que roza la nostalgia por la Inquisición. La denuncia era porque en una película de 1944 (esto es, cuando la URSS era un aliado), el personaje de Robert Taylor alaba el trigo de los rusos, y los rusos sonríen; cuando todo el mundo sabe que los rusos soviéticos no sonríen. Ay, Miss Rand.
En fin, una perla de Robert Taylor, empeñado en recibir la bendición del Comité, ahora que se elaboraba una lista negra contra artistas de Hollywood y uno tenía así menos competencia: “De vez en cuando se cuelan algunas cosas que nadie percibe. Si los comunistas estuvieran desterrados de la industria cinematográfica, no existiría motivo para que se colaran esas cosas”. Roman Gubern escribió hace muchos años un excelente libro, como todos los suyos, McCarthy contra Hollywood: La caza de brujas (Cuadernos Anagrama, 1970). No es necesario aclarar de qué trata esta breve obra. Eso sí: mereció más ediciones años después, en el mismo sello; no sé si ampliadas.
Habrá que moderarse en esto del macartismo, aunque aquí tratemos de teatro político, y en concreto de Kushner y Stoppard. Pero se equivoca quien crea que el macartismo no existe. El propio macartismo es un avatar del odio militante contra la libertad, pero viene de antiguo, eso lo sabe cualquiera (el fascismo alemán o italiano, así como el nacional catolicismo no solo franquista, son avatares que también vienen de lejos), y apenas ha mutado en nuestros días: eso lo sabe quien quiera saberlo. Por eso fascina tanto, por eso ocupa espacio en Angeles en América, y tal vez un espacio desproporcionado en el presente estudio
¿Qué hago? ¿Lo corto? No, mejor lo dejo así.
El espíritu de Ethel Rosenberg se aparece al moribundo Cohn, corroído por las enfermedades a las que el SIDA permite el paso sin gabela. Se le aparece tanto en la pieza de Kushner como en el film de Frank Pierson. No es que Kushner se inspire en la película. Sabemos que los muertos que regresan (en francés se dice revenant) son habituales en el teatro, incluidas las obras que se conservan del periodo ático. Hamlet se presenta a su hijo para que le vengue; Banquo se presenta ante Macbeth, sin que los otros convidados puedan verle, para atormentar su victoria. Pero el aparecido por antonomasia es sevillano: el Comendador, desde el primer Tenorio (El burlador de Sevilla, quién sabe si de Claramonte o de Tirso) hasta el final, pasando por el inolvidable de Mozart. Macbeth luchó con armas y traicionó con astucias. Cohn no tenía armas, no sabemos qué habría hecho con ellas de poder utilizarlas a traición. Pero traicionó con astucias, con entusiasmo, con insistencia, lo que mordía no se libraba de sus colmillos, no soltaba la presa. Macbeth aspira a una corona, Cohn es un trepa, un arribista, un tipo cargado de rencor; lo que puede sorprender en el hijo de un jurista que es demócrata y honesto, pero no de quien es hijo de una dama que proyecta su frustración en la carrera de su hijo: nada de todo esto es privado, porque las consecuencias fueron políticas en el peor sentido del término. La homosexualidad de Cohn protegida por la señora Cohn, en el hogar familiar, es en este caso algo más que comprensión y tolerancia.
En el documental de Ivy Meeropol sobre Cohn, titulado Bully. Coward. Victim. The Story of Roy Cohn (HBO, 2019), algunos entrevistados y testigos están convencidos de que seres como Roy Cohn se dan en todas las épocas: “cada época tiene su Roy Cohn”, afirma uno de ellos. En el memorial de las víctimas del SIDA, que en Estados Unidos fueron muy numerosas, hay muchos quilt panels, y en uno de ellosse lee el nombre de Roy Cohn, con esos tres calificativos añadidos: bully viene a significar matón, acosador, y hay quien lo traduce como tirano; coward y victim no necesitan traducción, imagino. Después de todo, fue cobarde, se cubrió con el poderío de un comité presidido por un senador, un comité que llegó a tener demasiado poder, y el propio ejército de los Estados Unidos lo hundió. Y fue víctima, víctima del SIDA, un SIDA que provenía de sus relaciones homosexuales, que él siempre negó, porque era inconfesable para su estatus profesional y político, pero además hay que recordar que entre sus objetivos a abatir estaban los homosexuales. Visitó a menudo Greenwich, Connecticut, y allí se construyó una casa que llenaba de invitados gay, pagados convenientemente (él, que nunca pagaba las facturas), pero jamás consintió en salir del armario.
Murió, además, con la vergüenza de haber sido inhabilitado antes para la profesión, por corrupción y cosas por el estilo. Así lo vemos en la obra de Kushner, y es Ethel Rosenberg quien le anuncia lo que él más teme, la inhabilitación.
En fin, hay mucha otra documentación, con filmaciones directas. Busquen, por ejemplo, en Youtube, donde hay mucho material. Es especialmente interesante el momento (recogido en el documental de Meeropol) en que el abogado Joseph Welch desmonta la siniestra trama del Comité contra miembros del ejército de Estados Unidos, sin respetar héroes de guerra (“todos, todos comunistas, qué escándalo”): “¿le queda a usted un mínimo de decencia?”, le pregunta Welch a McCarthy; sí, la famosa pregunta, «Have You No Sense of Decency?”, que tenía importancia en una de las escenas finales de Angeles en América, como veremos. Las intervenciones de Welch fueron aplaudidas por un público entusiasmado porque alguien le plantase cara a aquella corte de rufianes, y esto no es una reconstrucción, es un documental. Es el principio del hundimiento del Comité y del propio McCarthy. ¡Qué bien lo evocó Chaplin en Un rey en Nueva York! Pero ya vimos que Cohn se salvó. Más tarde lo atrapó el SIDA, eso sí. Pero eso le pasó a muchas personas normales y corrientes, fue la plaga de los ochenta, esa plaga a la que la administración Reagan no prestó ni atención ni ayuda. ¿Está muriendo gente? Bueno, déjame en paz, son drogadictos y maricones. Aquella plaga, que aún no se ha vencido del todo, es una de las plagas que preparan lo que algunos llaman el colapso. El liberalismo entendido a la manera de Milton Friedman nada tiene que ver con el liberalismo de las libertades, ése que tanto molesta a los que tienen a Friedman en un altar.
Angels in America, A gay Fantasia on national themes
Secuencias y peripecia
DécoupagePrimera parte: Millennium approaches, Se acerca el milenio
Acto I. Bad news (Malas noticias)
Octubre-noviembre 1985
Louis, Prior y el Rabino Chemelwitz
El rabino, en el funeral por la abuela de Louis Ironson: no estáis en América, ese lugar no existe, lleváis el barro de algún pueblo de Lituania, aunque no llevéis nombres judíos, ella [la abuela] llegó en un barco y el viaje que ella hizo lo hacéis vosotros cada día. Ese viaje está dentro de vosotros.
Louis no acude directamente al entierro. Se va con su amigo Prior, que le ha acompañado en la sinagoga. Prior le muestra sus lesiones: es el SIDA. Primer shock de Louis.
El rabino, tras el entierro de la abuela, y ante las preguntas de Louis Aronson, según ya vimos, concluirá que “Los católicos creen en el perdón. Los judíos creen en la culpa”.
LOUIS: Rabino, ¿qué dice la Sagrada Escritura sobre alguien que abandona a alguien que ama en un momento de gran necesidad?
RABINO ISIDOR CHEMELWITZ: ¿Por qué una persona haría tal cosa?
LOUIS: Porque tiene que hacerlo. Tal vez porque el sentido que tiene esta persona del mundo, que cambiará para mejor con la lucha, tal vez una persona que tiene este sentido positivista neohegeliano de progreso histórico constante hacia la felicidad o la perfección o algo así, que se siente muy poderoso porque se siente conectado con estas fuerzas, moviéndose cuesta arriba todo el tiempo… Tal vez esa persona no pueda asumir la enfermedad en el sentido en que se supone que tienen que ser las cosas. Quizás vomite… y llagas y enfermedades…. Y se asusta, tal vez… no es tan bueno ante la muerte.
RABINO ISIDOR CHEMELWITZ: Las Sagradas Escrituras no tienen nada que decir sobre una persona así.
LOUIS: Rabino, tengo miedo de los crímenes que pueda cometer.
La joven pareja formada por Joe y Harper Pitt. Sueños
Son mormones. Joe recibe una oferta profesional, irse a Washington al Departamento de Justicia. La oferta se ha producido en la escena segunda, la de “presentación” de Roy Cohn, a quien ya hemos presentado ampliamente más arriba; y es Roy quien le hace la oferta de nombramiento que, como sabemos, tiene trampa. Ella fantasea siempre, ve alucinaciones, es adicta a los tranquilizantes, es torpe e ingenua (él también lo es, en otro sentido), pero tiene un punto de intuición. A solas, fantasea con una especie de milagroso agente de viajes, Mr. Lies (este pequeño cometido, como ya vimos, lo hace el mismo actor que asume el importante papel de Belize).
Louis y Joe se encuentran por primera vez en los lavabos de la Brooklyn Federal Court of Appeals, donde ambos trabajan, aunque Joe en un nivel muy superior. Llora Louis por su amigo, y ante la actitud comprensiva de Joe, Louis le agradece su generosidad, “aunque sea republicano”. Y ésta va a ser la primera vez que le pregunta alguien a Joe si es homosexual, así, casualmente, sin darle demasiada importancia. Louis ha sabido reconocer en él a un gay. Joe lo niega, claro.
Además de ésta, habrá dos advertencias más sobre la homosexualidad de Joe: Louis se lo acaba preguntar, inesperadamente; Prior se lo dice a Harper en la escena del sueño que ahora veremos; Harper se lo dice a Joe en casa, en otra escena posterior. En la escena octava del acto siguiente se lo confesará Joe a su madre, a Hannah, que de este modo entra por fin en la acción dramática.
Prior Walter, cada vez más enfermo, y la joven Harper Pitt toman calmantes, muchos, cada uno en su casa. No se conocen. Pero “se sueñan”, y ella sabe de su enfermedad, así, sin saberlo; y él le dice que su marido es homosexual, así, sabiéndolo aún menos. Es una escena de alucinación no individual, puerto que intervienen dos personajes e interactúan en el ensueño. Es decir, coinciden en la misma alucinación (de ella) o el mismo sueño (de él). Ella, ataviada con un toque de princesa de cuento; él, travestido como Gloria Swanson. Una de las escenas más sugerentes y fantásticas de una obra que presentará algunas más del mismo nivel imaginativo y artístico.
HARPER: ¿Qué estás haciendo tú en mi alucinación?
PRIOR: Yo no estoy en tu alucinación. Eres tú la que está en mi sueño.
HARPER: Llevas maquillaje.
PRIOR: Y tú también.
HARPER: Pero tú eres un hombre. […] Aquí debe de haber un error. Yo no te reconozco. Tú no eres… ¿Acaso eres… una especie de amigo imaginario?
PRIOR: No. ¿Es que no eres ya mayor para tener amigos imaginarios?
HARPER: Tengo problemas emocionales. Tomo demasiadas píldoras.
¿Por qué están ambos en el mismo sueño? Tal vez porque ambos van a ser abandonados por su pareja. Y el marido de Harper (fuera ya del armario) se enreda en un fuerte amorío con la ex pareja de Prior, Louis. Esto es, Harper y Prior forman parte de un sueño o de una pesadilla. Común.
Roy Cohn lo niega todo, y se lo niega todo. Nadie puede con él
Hay una absurda y violenta conversación entre médico y paciente, entre el doctor, Henry, y Roy Cohn. Es ya evidente para Henry el síndrome del SIDA de Roy, que no solo no lo acepta sino que se revuelve contra el médico y amigo: ¿acaso soy homosexual o drogadicto? Soy muy influyente, los homosexuales no lo son. Déjame de etiquetas (labels) como esa, la etiqueta “homosexual”, viene a decir Roy Cohn a su médico. Para etiquetas, la mía, no importa la ideología ni tu tendencia sexual, sino algo más sencillo, la influencia. “No a quién me follo o quién me folla, sino quién contesta al teléfono cuando llamo, quién me debe favores. Eso es una etiqueta”. Frases así, continuas en este personaje hasta su doloroso final, dibujan un personaje, dibujan un status, un gestus en el que lo individual y lo social se diferencian, pero concuerdan. La soberbia y el narcisismo en una sola persona, qué peligro. La influencia de esa persona en otros (como en el soberbio y narciso Trump, por entonces en embrión y aprendizaje), la influencia como poder; por ejemplo, poder llamar a un juez para sugerirle maneras correctas de elaborar y dictar sentencias.
Aunque entre Roy y Henry hay una amistad de años, además de la relación clínica, Roy le amenaza: destruiré tu reputación. Es su estilo, parece que siempre fue así, un abogado que usa más de la amenaza que del código vigente. Doctor: Te he tratado desde 1958, desde una sífilis (¡un putón en Dallas!, protesta Roy) hasta unas verrugas venéreas en el recto, que acaso te pegó un putón de Dallas, pero que no era mujer. Roy lo niega, se niega. Él es quien es, no un puto maricón.
HENRY: Bien, sea lo que sea esa puta cosa que tienes, Roy, es algo muy serio, y no daría un céntimo por ti. La NIH de Bethesda tiene una nueva droga llamada AZT, con una lista de espera que ni yo mismo me puedo saltar. Así que agarra el teléfono, Roy, marca los quince números y dile a la Primera Dama que lo necesitas para un tratamiento para el cáncer de hígado, porque puedes llamarlo como coño quieras, Roy, pero lo que hay son malas noticias.
Al terminar este primer acto ya han aparecido cinco de los siete personajes del drama. Pronto llegará Belize. Hannah Pitt tardará algo más. Se han planteado los conflictos a desarrollar. Habrá que seguirles la pista; esto es, el desarrollo.
Acto II. In vitro
Diciembre 1985
Escena 1. Prior se arrastra, sangra. Louis llama una ambulancia.
Louis trabaja para el sistema judicial. Vive desde hace mucho tiempo lo que los sociólogos llaman una inconsistencia de status; en este caso: racionalización máxima junto con habilidad profesional considerable, todo ello frente a una cualificación laboral mínima. No podrá, además, enfrentar el deterioro de Prior, que culmina en la crisis de salud en esta primera escena del acto segundo. Cuando trata de auxiliar a Prior mientras llega la ambulancia (a la que Prior se negaba), Louis se mancha con la sangre (envenenada) de Prior.
LOUIS: Eso es sangre.
PRIOR: Lo mejor sería que no me tocaras… Yo… (Se desmaya.)
LOUIS (En un susurro.): Socorro. Ah, socorro. Oh, Dios mío, Dios mío, socórreme, no puedo, no puedo, no puedo.
Louis lo sabía. Sabía que algo así iba a suceder. Por eso había hecho aquella pregunta al rabino, en un improbable descargo de culpa. Ya vimos que el rabino responde que las Escrituras nada dicen que alguien así (así, como Louis), y que si los católicos creen en el perdón, los judíos creen en la culpa. Desde ese momento, desde esta escena, Louis abandonará a Prior, poco menos que en el acto, pero no abandonará la culpa. La inconsistencia de status puede dar lugar tanto al resentimiento como a la lucidez, incompatibles entre sí: o el uno o la otra.
Escena 2. Joe encuentra a Harper sola, a oscuras. Jacob y el ángel, imagen infantil y sueño recurrente de Joe. No insistiremos en la imagen que turbó a Joe de niño, ya hemos aludido a la lucha de Jacob y el Angel, un brevísimo episodio del Génesis que ha dado lugar a mucha literatura (¿el Ángel, como delegado de Dios, lucha en nombre de Dios frente a tan insistente mortal?). Prior y Harper se confiesan amor. Te quiero muchísimo. Vete solo a Washington. No te dejaré. Yo a ti sí.
Escena 3. Prior, enfermo en la clínica. Le atiende la enfermera Emily; la actriz que asumirá el papel del Ángel. Louis se marcha, ya está desgarrado: cuando se despierte dígale adiós.
Escenas paralelas: Roy y Joe; Louis en Central Park, con otro hombre.
Escena 4. Joe y Roy, barra de un bar muy puesto. Joe se confiesa, como si hubiera encontrado en Roy una figura paterna. Cuenta sus problemas matrimoniales y muestra su estricta moralidad, puesta a prueba. Roy le ofrece sus servicios como abogado de divorcios. No para de toquetearle el hombro. ¿Ir o no ir a Washington? Haz lo que tengas que hacer, dice Roy, que se postula como gran mentor del joven Joe Pitt:
ROY: Todos los que triunfan en este mundo lo hacen porque alguien mayor y más poderoso se interesa por él. Creo que el bien más preciado en la vida es la capacidad de ser un buen hijo. Tienes eso, Joe. Alguien que pueda ser un buen hijo para un padre que lo empuja más lejos de lo que de otro modo no lograría alcanzar. He tenido muchos padres, a ellos les debo la vida, poderosos, hombres poderosos. Walter Winchell, Edgar Hoover. Joe McCarthy, sobre todo. Me valoró porque soy un buen abogado, pero me quiso porque fui y soy un buen hijo. Era un hombre muy difícil, muy cauteloso y desconfiado; saqué algo tierno que había en él. Habría muerto por mí. Y yo por él. ¿Eso te avergüenza?
Cohn acude a todo tipo de chantajes para convencer a Joe. Tiene que ir a Washington, a determinado destino jurídico con mucho poder que le permitirá eliminar la documentación que inculpa a Cohn, en virtud de la cual se incoa el procedimiento para expulsarlo de la carrera. El padre y el hijo, el maestro y el discípulo. Nada menos.
Central Park, noche. Louis ante un chapero: dame por culo hasta sangrar. Quiere expiar, claramente. Se supone que el actor que hace el hombre es el mismo que asume el cometido de Prior Walter. El asunto acaba mal, Louis recibe una bofetada, sangra, el hombre se marcha.
Joe y Roy. Roy parece confesarse también: De padre a hijo. Me estoy muriendo, tengo cáncer, esto no se lo digo a nadie. La vida es lo peor. No dejes que nada se interponga en tu camino. Gran consejo; nadie en tu camino, ¿no se refiere a Harper, no se refiere a sus estrictos principios religiosos, no se refiere a su familia de Salt Lake City?
Escena 5. Belize aparece por primera vez. En la habitación de Prior en la clínica. Belize y Prior fueron novios, o algo así. Belize es amanerado, entrañable. Le trae una crema vudú (sic). Quiero que vuelva Louis, reclama Prior Oigo voces, cuenta Prior. Belize quiere contárselo al médico, Prior se niega vivamente. Belize le pone la crema, recuerdan sexo fugazmente, se marcha. Solo, Prior oye esa voz desde el techo, el cielo nocturno.
Escena 6. Restaurante. Martin Heller, con Joe y Roy. Tenemos todo el poder, se acabó el liberalismo, los progres, el humanismo y todo eso, tenemos amarrada la Casa Blanca hasta el 2000 o más allá. (Transcribíamos este discurso, íntegro, en Temas, situaciones, vid. supra). Entonces empieza la escena de verdad: Roy presiona violentamente a Joe. Escena tensa. Joe tiene que aceptar, Roy le enseña un documento, quieren inhabilitarle, necesita alguien en Justicia. Los 500.000 pedidos a un cliente. Es inmoral, es ilegal. Y tú qué te crees que es todo esto. Presionado, y contra su voluntad, Jos finalmente acepta.
Escena 7. Exterior. Hora del almuerzo. Louis se ha ido de casa, se ha llevado sus cosas. Come en un banco, junto al Federal Court of Appeals, y se le une Joe. Aunque parece otra cosa, en realidad es un acercamiento. Joe confiesa un despiste suyo, vino a trabajar en domingo sin darse cuenta, todo vacío, aterrador. De pronto, podría desaparecer todo, el amor, la justicia. Ah, curiosa fantasía. Desaparecían los tribunales, la llamada justicia…
LOUIS: Quizás el tribunal ya no se reúna. Nunca más. Quizás seamos libres. Para hacer lo que sea.
Hijos del nuevo amanecer, mentes criminales. Egoístas, codiciosos, sin amor y además ciegos. Los hijos de Reagan.
(Mirando a Joe) Tienes miedo. Yo también. Todo el mundo está allá, en la tierra de las libertades.
(Louis se da vuelta y se va. Mientras se marcha.)
LOUIS: Que Dios nos ayude a todos.
Pesimista o no, en ese momento en que se le amontonan la culpa y la desesperanza, Louis está al mismo tiempo cortejando a Joe. Joe, guapo, inocente en su derechismo sin conciencia plena del mal que eso acarrea, un mal que Joe sería incapaz de infligir siquiera en una mínima parte; para eso están los cargos elegidos y los gabinetes y ejecutivos que éstos reclutan, para eso están los expertos de la banca y las finanzas. Esa inocencia, esa ignorancia convierten a Joe en alguien demasiado encantador. No tanto para el espectador como para los personajes. Pónganse en su lugar. Lou va a arrebatarle la virginidad a una doncella cuando ésta se descubra por fin a sí misma. Qué guapo es Joe: ya veremos cómo reacciona Prior cuando consiga ver por vez primera a Joe, es decir, al que él considera que le robó el amante.
Escena 8. Central Park. Noche. Joe llama a su madre, a Hannah; le llora, le pregunta si su padre le quería, ha bebido (es pecado para su confesionalidad). ¿Y Harper?, pregunta Hannah. Joe le confiesa que es homosexual. Qué haces en el parque a las cuatro de la madrugada. Vete a casa y hablamos desde allí.
Escena 9. Escenas paralelas, súbito paso de una a otra, varias veces. Tal como están en la pieza teatral, en cuya lectura no hay solución de continuidad de un ámbito a otro, de habitación en la clínica a hogar de los Pitt. Louis acude a la clínica; reproches violentos de Prior. Joe llega a casa, Harper ha vuelto, él va a irse a Washington, pelea, ella va a marcharse de nuevo. Yo quería salvarte, dice Joe. Ella se marcha con una de sus fantasías, Mr. Lies, vestido para clima polar, y se la lleva dentro de la nevera. Violencias y amenazas de Prior, que se está muriendo. Louis se marcha, apresuradamente, mientras Prior grita. Louis tiene que salvarse, al menos él.
Acto III. Not-Yet-Conscious, Forward Dawning
(Aún no consciente, amanecer anticipado)
Diciembre 1985
Escena 1. Prior ha vuelto a casa. Pesadilla. Él es un wasp, tiene antepasados, no como otros. Se le aparece uno de esos antepasados, un Prior surgido del tapiz de Bayeux, Prior 1, medieval. La peste de mi época fue mucho peor, la muerte estaba en todas partes. También se le aparece un antepasado del siglo XVIII, Prior 2: serás profeta. Se sorprenden del siglo XX, juegan, bromean con Prior. Desaparecen, recuerdan al conejo y su compañero en el almuerzo de Alicia. Desaparecen en llamas, al menos así lo resuelve Nichols, junto con Kushner, en el filme que procuro no citar en exceso.
Es ésta otra de las escenas imaginativas, importantes. Sí, Prior es el único que tiene antepasados, y se le aparecen los que murieron en una pandemia, como decimos ahora. Pero su linaje, su abolengo, es viejo, británico, europeo, hidalgo. El humor, el guiño histórico, la trascendencia administrada con risa y sonrisa, tal vez eso que Hitchcock llamaba el understatement.
Escena 2. Escenas paralelas: Louis, Belize; Prior, Emily. Louis y Belize se toman unos sándwiches. Louis se pone pesado sobre la democracia en Estados Unidos (resonancia en negativo de Tocqueville). La discusión deriva en acusaciones mutuas de racismo. Belize: Eres racista. Louis: los negros son antisemitas.
Esta escena tiene especial importancia (como muchas, me dirán los que hayan llegado hasta aquí). Pero este conflicto de palabra entre Joe y Belize diseña la posición de ambos. Por una parte, la lucidez con ironía e incluso sarcasmo de Belize. Por otro, la rabia o la angustia, no sé, de Joe, detrás de un discurso de los suyos, los de un auténtico liberal. Así que le paso la palabra a Charles McNulty:
Uno de los momentos más incendiarios ocurre en una cafetería con el ex amante y amigo más cercano de Prior, Belize. Deseando preguntar sobre la condición de Prior, Louis se lanza en cambio a una diatriba según Tocqueville. “Aquí no hay dioses, ni fantasmas, ni espíritus; en Estados Unidos no hay ángeles, en Estados Unidos no hay pasado espiritual, ni pasado racial, solo existe lo político, y los señuelos y las estratagemas para maniobrar en torno a la ineludible batalla de política” (1:92), explica sin aliento a Belize mientras toma un café, pero éste parece poco impresionado con aquellos fuegos artificiales académicos. De hecho, Belize entiende con claridad lo que hay en subterfugio intelectual de Louis. “¿Te estás transformando deliberadamente en un matón arrogante, sexualmente político, estalinista, racista, que enarbola banderas por mi bien?” (1:94), pregunta, aunque sabe perfectamente, por su experiencia como afroamericano gay drag queen, que la historia no es tan solo una abstracción tan seca como el polvo, sino un acercamiento a la forma en que los individuos llevan su vida pública y privada11.
Belize intenta no dramatizar, pero pone a Louis en su sitio: todo viene de esa culpabilidad. Belize le habla de una novela a modo de respuesta.
BELIZE: “El verdadero amor no es ambivalente”. Creo que es una frase de una de esas novelas de bolsillo, una de mis favoritas, Enamorada de la noche misteriosa, aunque imagino que no la has leído.
(Pequeña pausa.)
LOUIS: No, no la he leído.
BELICE: Tendrías que leerla. En lugar de pasar el resto de su vida intentando superar Democracia en América12. Se trata de esta mujer blanca cuyo padre es dueño de una plantación en el profundo sur allá por los años anteriores a la Guerra Civil [la estadounidense] y se llama Margaret, y está enamorada del esclavo número uno de su padre, y éste se llama Thaddeus. Y ella está casada, pero su marido blanco, dueño de esclavos, tiene SIDA: sexo en órganos insuficientemente desarrollados antes de la guerra. Y pasan hay muchas cosas interesantes cuando Margaret y Thaddeus logran un tórrido supernúmero bajo la luna recolectora de algodón, y luego, por supuesto, vienen los yanquis, y liberan a los esclavos, y los esclavos cuelgan al viejo papá, etcétera. Ficción histórica. Me acuerdo de que en determinado momento Margaret y Thaddeus encuentran tiempo para platicar sobre la naturaleza del amor. En su rostro se reflejan las llamas de la plantación ardiendo (ya sabes, como lo hacen los blancos) y su rostro negro se ve oscuro en la noche; y ella le dice: «Thaddeus, el verdadero amor nunca es ambivalente». Taddheus la mira; él pondera su tesis; y no parece que esté muy de acuerdo.
La banalidad aparente es pura ironía y, al mismo tiempo, apacigua a Louis sin necesidad de adularlo ni de mimarlo. Esto es, lo desarma. Y es que no valen palmaditas en la espalda. Ignoro si existe realmente una novela así titulada y con esa trama en el mismo sur de Lo que el viento se llevó, pero Belize sabe traer el punto de la novela de bajo nivel, la llamada novela popular, de estación de tren, todo eso, a una conversación en la que el otro, Louis, se enardecía, dramatizaba. Exageraba. Pocas cosas nos ponen de tan mal humor como el sentido de culpa. Si al mismo tiempo tu país está en las garras de las fuerzas antisistema de derechas, un personaje como Louis tiende al estallido. Hace falta alguien como Belize para traerlo al hoy; no tanto a la realidad, que es espantosa, como al hoy, y no para que lo agarres, como te aconseja Horacio, sino solo para no enloquecer.
En paralelo, la escena de Prior y la enfermera, Emily, en la consulta. Lleva ella guantes de lana, apaga el goteo intravenoso de Prior. Ella cree que se salvará, ha de tener defensas con esa pinta (¿demasiado guapo y alto para morir?).
De repente, palabras… ¿en hebreo? El suelo se rompe, podría sugerirse un terremoto. Y de ahí surge el libro en hebreo, aunque desaparece rápidamente.
EMILY: Bueno, piénsatelo. No es que te estés volviendo loco. Es que estás bajo mucho estrés. No es de extrañar. (Comienza a escribir en su gráfico.)
(De repente, se produce un asombroso resplandor de luz y un amenazador estruendo subterráneo; luego, un coro gigantesco hace sonar un amplio acorde, y emerge del suelo un gran libro con páginas de acero montado sobre un pilar rojo fundido. En rápida sucesión: ¡El libro se abre! Al instante, un gran Aleph, escrito en la página de la derecha, se enciende en rojo y revienta en llamas, tras lo cual el libro se cierra de golpe y, junto con el pilar rojo fundido, desaparece debajo del suelo en un abrir y cerrar de ojos, mientras las luces regresan y vemos el piso perfectamente intacto, sin rastro de haberse roto. ¡Todo esto ocurre en menos de treinta segundos! Emily, al tomar notas en el archivo de Prior, no ha notado nada de esto. Prior está sumido en la ansiedad.)
EMILY (Riendo, mientras sale.): En hebreo….
(Prior queda paralizado de miedo. Luego, medio desnudo, huye.)
Escena 3. Harper ha llegado a un paisaje polar. La Antártida. ¿Un nuevo mundo para vivir? Allí está Mr. Lies, que la desengaña, esto es un hueco, un vacío, su virtud es que carece de todo. Ella mantiene sus ilusiones, como una niña: estoy embarazada, encontraré alguien que me quiera, haré un agujero para el bebé… Y se marcha con un pescador polar. ¿Un esquimal? Pero… ¡en la Antártida no hay esquimales!
Escena 4. Mrs. Hannah Walter, madre de Prior. Llega con sus maletas desde Salt Lake City. Se ha perdido en Nueva York. Curiosísima escena: el encuentro de Hannah con la homeless woman, la mujer sin techo. Charla absurda, pero lo que está claro es que Hannah creía llegar a Brooklyn y que ha aparecido en el Bronx. Al final de la extraordinaria charla absurda, la homeless woman le indica que tome tal metro. “El siglo que viene todos estaremos locos”, dice la mujer mientras se aleja Hannah.
Escena 5. Joe tendría que estar en el aeropuerto, para recoger a su madre, pero está en casa de Roy Cohn para decirle que no se va a Washington, que su mujer ha desaparecido, que ha escupido sangre. Y Cohn le monta el numerito, despectivo y borracho: si Washington dice que vengas, vas o ya no eres nada nunca. Joe: es que no puedo hacer eso, te quiero y te respeto, pero eso no lo puedo hacer (es ilegal, va contra la ley). Roy: Me has roto el corazón, quieres ser un chico majo, y piensas que Roy es estupendo, pero que no es majo, y tú lo que quieres es ser un chico majo. Pero Roy, con lo influyente que ha sido (quitar y poner presidentes, p. ej.) de lo que está más orgulloso es de haber mandado a la silla eléctrica a Ethel Rosenberg, porque machacó a aquel juez judío todos los días para que cumpliera con su deber. Eso es conspiración, es ilegal. Pues no te sometas a las leyes, hazlas tú. Riña entre ambos. Queda Roy a solas. Entonces se le aparece el fantasma de Ethel Rosenberg. Que asiste a su agonía. Y se ve obligada a llamar una ambulancia. Está contenta al ver morirse de ese modo a su verdugo, pero no deja de cumplir con su deber moral.
Escena 6. De nuevo, los dos antepasados, con Prior. Él siente que le atormentan, ellos bromean. Aparece Lou y bailan Moon river. Los antepasados los ven bailar. Claro que no tiene hijos, es un sodomita. Calla, gnomo medieval, dice el del siglo XVIII. Desaparece éste, estupor escandalizado. Por su parte, antes de desaparecer, el del siglo XVIII dice: Siglo XX, qué viejo se ha hecho el mundo. Desaparecen todas las visiones, Prior se encuentra solo, arrastrándose por el suelo hasta llegar a la cama.
Escena 7, escenas paralela: Prior en casa tras la desaparición de los antepasados y en espera de algo. Será el Ángel. Por su lado, Joe y Louis.
Central Park, noche. Joe ha seguido a Lou. Lou propone y le besa. Culpas de Joe: acabaré en el infierno por esto. ¿Y crees que es peor que Nueva York? Louis se lo lleva a casa.
Prior, solo en su habitación. ‘Ese sonido, ese sonido’. La cama se levanta, la casa se mueve, los objetos caen. Finalmente, se abre el techo, que ha estado mirando todo este tiempo, aterrado, y aparece el ángel: ¡Profeta, la obra comienza!
Segunda parte: Perestroika
Acto I
Spooj
Diciembre 1985
Escena 1. La voz del comunista más viejo, que se usará en Slavs. Remito a mi estudio, en la cuarta entrega de esta serie.
Escena 2. En el piso de Louis. Louis llega con Joe. Ceremonia de seducción contra la resistencia de Joe, que quiere y no quiere. Se va a marchar, pero se queda. Atención a Lou y los olores, el olor del semen.
Escena 5, adelantada. Piso de Prior y clínica, puesto de guardia de Belize. Prior, solo, en la cama. Deteriorado. La habitación está como antes de la visión del Ángel, no hay rastro de destrucción. Mira dentro de la manta: Ah, el primer orgasmo en mucho tiempo, ¡y estaba yo dormido! Llama a Belize, que está de guardia. Tuve un orgasmo, no con un hombre. ¿Te estás volviendo hetero?, pregunta Belize.
En eso, el doctor Henry interrumpe la conversación. Medicación para alguien (Roy Cohn). Esto no es oncología. Henry se pone violento: es un hombre importante. Según sus instrucciones, Roy no está tratado por su síndrome, sino como si padeciera de cáncer. El doctor Henry se marcha, grosero y rabioso, una rabia que, sin duda, no tiene solo que ver con ver a un negro marica como enfermero de guardia, sino también por su servidumbre a alguien como Roy Cohn, hasta en el momento de sus últimas agonías. Lo que sabe Cohn esclaviza a muchos. De nuevo: ¿les suena?
Los caminos del señor son inescrutables, se dice Belize.
Escena 6. Habitación de Roy Cohn. Belize atiende a Roy. Violenta e insultante línea de Roy. Violenta pero muy calmada línea de Belize. De un maricón a otro, dice éste. Roy consigue que la operadora le ponga con Martin Heller. ¡Es madrugada, pero necesito mi autentica medicación, o contaré todo! Lo sé todo, ni siquiera yo sé lo que sé, y a veces me lo invento y es cierto, eso lo aprendimos en los 50.
Escena 3 (atrasada). Harper y Lies en el paisaje polar. Lies toca el oboe, ella está ya desilusionada con esta experiencia, debería haber muerto puesto que le han roto el corazón. Ha traído un pino, imposible en la Antártida. Reaparece el pescador (el falso esquimal), que resulta ser Joe. Joe le dice que tiene una aventura. Ella quiere volver, pero él se marcha.
De pronto, no hay más paisaje. Lies y ella parecen homeless en pleno Bronx, y llega la policía. Nos han pillado, dice ella. Pero Lies parece que ya no está por allí.
Escena 4. Mrs Hannah Pitt, la madre de Joe, ha conseguido que el portero le abra el piso de los Pitt, ¿es que no parezco su madre? Suena el teléfono, y consigue sacarlo de debajo del sofá. No, mi hijo no está en casa. Le están informando de la detención de Harper.
Acto II
The Anti-Migratory Epistle (for Sigrid)
La Epístola Anti-Migratoria (para Sigrid)
Enero 1986
Escenas 1, 2 y 3, todo el acto II.
Tres semanas después.
Al salir de un funeral, exterior.
La lucha con el ángel, interior.
Funeral interracial con travestis y también gente convencional, con cantos y mucho speed de todos, al que asisten Belize y Prior. Qué horterada, dice él. Fue divino, opone Belize, era una de las grandes drag Queens, no podían enterrarle como a los demás. Prior despotrica. Por fin: tuve mi sueño húmedo, fue verdad, no un sueño, soy un profeta. Y evoca su diálogo y lucha con el ángel tres semanas antes, se destroza el apartamento, el ángel le señala la maleta que estaba oculta en el piso. Escena absurda, divertida, irreal, terrorífica. Vuelta a Belize: cómo, que te follaste al ángel. Fue ella a mí. El ángel: Dios se aburrió de nuestros actos, fornicaciones, y os inventó a vosotros, la humanidad, que imagina y se mezcla. El ángel: Dios se marchó el 18 de abril de 1906 (terremoto de San Francisco), abandonó (¿abdicó, hay que entender?); vosotros lo hicisteis marchar, tenéis que deteneros. Stop moving! Solo destruís, criaturas extraviadas.
¡Angel o sueño, vete, déjame!
Vayas donde vayas, me encontrarás, dice el ángel.
Has pasado demasiado tiempo solo, observa Belize. No es real, eres tú, lo tienes dentro. Tienes tal ansia de volver atrás que has llamado a un ángel. Será una reaccionaria cósmica, digamos, pero no hay ningún ángel. Prior: Si los humanos hemos expulsado a Dios del cielo, mi única salida es correr.
Da la impresión de que el Angel trata de empujar a Prior, el único WASP del reparto protagonista, hacia un futuro en que la cosas estén como antes. El pasado es el modelo del futuro, ¡Inluso para el Ángel!
Acto III
Borborygmi (The Squirming Facts exceed the Squamous Mind).
Borborigmos (Los hechos retorcidos superan a la mente escamosa).
Enero 1986
Escena 1
Doble ubicación: piso de Louis, que duerme con Joe; y piso de la pareja Pitt en Brooklyn, con Hannah y Harper. Pero Harper parece tener el poder de ir de una a otra ubicación. Hannah acepta la situación y hasta la homosexualidad de su hijo. Su filosofía es aceptar la decepción, te acabas acostumbrando… y eso es también decepcionante.
En medio justo de la escena 3, pero de manera muy distinta, dentro de una escena más amplia. Lou y Joe en la cama, por la mañana. Ha pasado tiempo. Lou: cómo una religión como la tuya puede convivir con una democracia y una sociedad abierta. Me parece mentira haber estado acostándome tres semanas con un mormón.
Lou, te quiero.
No, no es más que la reacción del gay virgen.
Escena 2. Habitación de Roy Cohn en el hospital. Le atiende Belize. Cohn le insulta, pero Belize, sin perder la compostura, no se queda quieto. Roy, violento y mal hablado. Desde el principio, Roy percibe la presencia del fantasma de Ethel Rosenberg. Belize abre la nevera, repleta de medicación para Roy. Consigue llevarse unos frascos, a escondidas. Roy queda solo con Ethel, que a veces desaparece. Voy a la vista para tu inhabilitación, entraré por las paredes. La escena ha mostrado, sobre todo, que Roy está agonizando; su ira es uno de los síntomas de esa agonía. No es una lucha (agon), es una pelea sin salida, desesperada. La deformación grotesca de Roy Cohn se ha ido modelando a lo largo de la obra, y aquí alcanza un punto elevado.
Escena 3. Hannah y Harper en el Centro mormón. Ante la reproducción de los pioneros mormones cruzando de este a oeste, un carro y una familia avanzan. Harper lo desacraliza todo. Se ve que llevan algún tiempo juntas. Una frase de Harper: “A mi suegra le dice su hijo que es gay y entonces vende su casa”. No tienen dónde ir, según dicen, pero siguen en el piso de la pareja.
Escena 3 (sigue). Centro mormón. La mujer del carro de los pioneros cobra vida ante Harper y le dice cosas terribles de lo que te hace Dios. Forma parte del extraño y retorcido aprendizaje de Harper.
HARPER: Amarga dama de las Llanuras, háblame. Dime qué tengo que hacer.
(La Madre mormón se vuelve hacia Harper, luego se levanta y abandona el escenario del diorama. Le hace un gesto con la cabeza a Harper para que la siga. Harper va al diorama y se sienta donde estaba la Madre Mormona.)
HARPER (Al padre, un maniquí): Miradnos. Todo en su sitio, perfecto. El desierto, las montañas del siglo pasado. Tal vez entonces hubiera podido creer en vosotros. Tal vez nunca hubiéramos tenido que trasladarnos al este.
(A la madre mormón) Estoy paralizada. Mi corazón es como un ancla.
MADRE MORMÓN: Déjalo entonces. No puedo llevar carga de más.
HARPER: ¿Es que fue difícil cruzar las praderas?
MADRE MORMÓN: No eres una tonta. Así que no preguntes tonterías. Pregunta algo de verdad.
HARPER (Un tiempo): Según tu experiencia del mundo, ¿cómo cambia la gente?
MADRE MORMÓN: Bueno, tiene algo que ver con Dios, de modo que no es muy agradable.
Dios te arranca la piel con una uña rota desde la garganta hasta la tripa, y entonces hunde una mano enorme y sucia, te agarra las entrañas ensangrentadas. Tú te escurres para librarte de esa presión, pero aprieta fuerte, insiste, tira y tira ¡hasta que se te arrancan las entrañas! El dolor… Es imposible contarlo. Luego vuelve a metértelo todo dentro, sucio, revuelto y rasgado. Y eres tú quien tiene que cosértelo todo.
HARPER: Y luego hay que levantarse. Y caminar.
MADRE MORMÓN: Sólo son tripas destrozadas con pretensión de aparentar.
HARPER: Así es como cambia la gente.
(Salen.)
Escena 4. Lou y Joe pasean por la playa. Invierno. Su relación parece fortalecida. Las ideas políticas de Lou son muy críticas con Joe. No puede comprender que tenga esas ideas religiosas, pero aún cree menos en su republicanismo, que es el odio. Lou se sorprende de que Joe no se sienta culpable con Harper y no tenga pesadillas. Lou no comprende que la gente no se sienta culpable. Acaso tenía razón el rabino en cuanto a la culpa judía; no católica, puesto que Joe no es católico, Lou quiere volver a ver a Prior. Angustia de Joe, que se desespera, que se desnuda, que renuncia a su piel. Ve con él, grita finalmente, luego volverás a mí.
Acto IV
John Brown’s Body
El cuerpo de John Brown
Escena 1. Hospital, habitación de Roy. Roy y Joe. Después, Belize. Belize y Roy. Paralelamente, Louis y Prior.
Roy: Yo soy el verdadero conservadurismo, ya viste Nixon y Mao, toman el té, qué asco. Qué trágica, corta y brutal es la vida. Joe: pensé que no querrías verme, por haberte decepcionado. Roy: Tu padre tendría que haberte bendecido antes de morir.
Joe confiesa a Roy que vive con un hombre. Violencia de Roy, se levanta, desgarra el goteador, llena de sangre la ropa de Joe. Belize lleva a la cama a Roy, pese a su enorme resistencia.
Paralelamente: Lou, contrito. Prior, implacable. Estás con alguien. Lo adiviné, soy un profeta, mira mis heridas.
Llega Belize con el oxígeno a la habitación de Roy Cohn, queda sorprendido por la escena. Roy, histérico, no perdona a Joe. Belize ve que éste tiene la camisa manchada de sangre, esa sangre, la del síndrome. Que alguien te dé una camisa, tira ésa y no se te ocurra tocarla.
En efecto, Joe se marcha. Podremos comprender que Joe se está quedando si nada. Sin su mujer, sin este padre que parecía prometer tanto y que es un demonio que tan solo pretendía utilizarlo. Y sin Louis. La vida se le va a Roy, la vida va a cambiar por completo en el caso de Joe. La furia de Roy es toda una secuencia del homosexual activo que odia la homosexualidad. Está tan decepcionado, que esa confesión de Roy lo está matando. Según él.
Roy y Belize, solos. Roy despotrica aún más.
ROY: Me han quitado todo lo que siempre he querido. Me veo burlado y despreciado, toda mi vida.
BELICZ: Bienvenido al club.
ROY: No pertenezco a ningún club por el que tú puedas entrar por la puerta principal. Y tú, ten cuidado, te estás tomando demasiadas libertades.
Desfalleciente, mientras Belize le vuelve a poner en la cama y a ordenarlo todo, con el goteo y el oxígeno, aún levanta la cabeza el Roy Cohn de siempre, el leguleyo tramposo y corrupto. A lo que se refería y a lo se va a referir ahora es a su obsesión: que no lo invaliden, que no lo echen de la profesión antes de morir.
ROY: ¿No contrataste nunca un abogado?
BELIZE: No, nunca.
ROY: Hazlo, los abogados son los sacerdotes de América.Sólo nosotros conocemos Las Palabras que hicieron a Estados Unidos. Las hicieron de la nada. Sólo nosotros sabemos cómo utilizar Las Palabras. La Ley: ese es el único club al que siempre quise pertenecer. Y antes de que me quiten eso, me voy a morir.
Escena 2. El mismo día. Louis, sentado solo, con frío, en un banco del parque. Llega Prior y se sienta en el banco, lo más lejos que puede de Louis. Reproches y palabras violentas. Joe manda a la mierda a Lou. Louis: no me machaques, ya lo hago yo mismo.
Lou se ve obligado por Prior a hablar de su amante, aunque niega que lo sea: es un abogado, un tipo sensible… y es republicano. Estupor de Prior, que finalmente reprocha: En Nueva York hay miles de gays en mi misma situación. Alguien los cuida, un amigo o un amante que se ha quedado a su lado, no como tú. Dice Lou que tiene heridas. Interiores, acaso. Cuando tengas algo que enseñar de tus heridas, vienes, responde Prior.
Ha sido una escena descarnada de enfrentamiento, en que el dolor y la intuición de la muerte por parte de Prior se convierten en la fuerza de éste para llegar hasta la crueldad. Una actitud que recibe Louis con culpa, con llanto.
Escena 3. En su agonía, Roy le pregunta algo trascendente a Belize, y le trata de Sir, para sorpresa del mismo. Pregunta Roy cómo es todo “después”. ¿El infierno o el cielo?, acaba preguntándole Belize. Es como San Francisco. Belize: estás colocado, pusieron morfina en el suero. ¿Cómo es al otro lado, en el inframundo? Fantástica relación de Belize sobre cómo es el inframundo, hay incluso mezcla de razas y confusión de géneros. Pero tú no estás ahí. Roy: ¿Y el cielo? Eso era el cielo, Roy. Quién eres tú. Tu negación. Soy la sombra de tu tumba
Y Ethel Rosenberg está ahora al lado de Belize. Ella sigue siendo el testigo de la agonía que padece su verdugo.
Belize, claro está, no la ve. Pero Belize parece ser el testigo de las alucinaciones o visiones de otros (Prior y su Angel, claro). No ve lo que ellos ven, solo los ve a ellos.
Escena 4. Incursión de Prior en el despacho de Joe, le acompaña Belize. Quiere saber quién le ha sustituido en el corazón y en la cama de Louis. Abre la puerta, grita algunas burradas y la cierra. Es como el tío del Marlboro, dice admirado de lo guapo que es Joe. Quiero verlo, reclama Belize. Y entonces Prior, al ver a Belize, lo reconoce: tú eres el enfermero. Belize lo niega, se escapa. Prior sale de su despacho, les pregunta, agitado. Más burradas de Prior. Prior se escurre, huye. Todo ello ante el estupor de Joe Pitt.
Escena 5. Central Parlk, día, lluvia. Lou ha citado a Belize frente al Ángel de Bethesda. Discusión, Belize acaba diciéndole que su novio es el súcubo de Roy Cohn. Lou se escandaliza, no lo quiere creer, le reprocha a Belize que le tiene rencor por haberse llevado a Prior. Pues ven a la habitación tal y verás.
LOUIS: […] Quiero decir que cómo lo sabes. Que Joe y Roy Cohn son…
BELIZE: No sé si Mr. Cohn ha penetrado algo más que su esfínter espiritual. Lo único que digo es que será mejor que esperes que no haya ningún germen republicano, Louis, porque si lo hay, te han infestado.
LOUIS: No te creo. No… Roy Cohn. Joe no lo haría… no con Roy Cohn. Él es, es como la estrella polar de la maldad humana, es como el peor ser humano que jamás haya existido, el daño que ha hecho, los años y años de… criminalidad, toda aquella época.
[…]
BELIZE: […] En el aire, como ese ángel, demasiado lejos de la tierra para distinguir los detalles. Louis y sus grandes ideas. Grandes ideas, eso es todo lo que amas. «Estados Unidos» es lo que le encanta a Louis.
(Louis está mirando al ángel, no a Belize).
LOUIS: ¿Y qué? Quizás lo haga. No sabes lo que amo. No lo sabes.
BELIZE: Bueno, odio a Estados Unidos, Louis. Odio este país. Son solo grandes ideas, historias, gente muriendo y gente como tú.
El sureño blanco que escribió el Himno Nacional sabía lo que hacía. Puso la palabra “libre” en una nota tan alta que nadie puede alcanzarla. Fue aposta. Nada en la tierra me suena menos a libertad.
Si vienes conmigo a la habitación 1013 del hospital, te mostraré América. Terminales, locos y miserables.
(Se oye un trueno. Luego llega la lluvia. Belice tiene un paraguas plegable y lo levanta. Louis se queda bajo la lluvia.)
BELIZE: Vivo en Estados Unidos, Louis, eso ya es bastante difícil; No tengo por qué amarlo. Tú amas eso. Todo el mundo tiene que amar algo.
(Belice se va.)
LOUIS (tranquilo, resuelto): Todo el mundo ama.
Escena 6. Centro mormón. Hannah trabaja allí como voluntaria para continuar cerca de Joe y de Harper. Prior ha seguido a Joe: ¡¿es mormón?! Tensa conversación madre e hijo. Prior: por qué has venido a Nueva York. Hannah: Ella [Harper] no está en casa, de qué huyes ahora, tienes una responsabilidad con tu mujer, aférrate a tus creencias. Prior: Estamos de nuevo en Salt Lake, has traído el desierto contigo.
Ella parece llorar, él se siente culpable, como de costumbre, aunque con Lou eso había desaparecido, pero es qie Lou se ha marchado. Si alguna vez lloro, dice ella, tú no tendrás tú el privilegio de verlo.
Se marcha Joe y entra Prior, habla con Hannah. ¿Entonces, usted es homosexual?, pregunta ella. Sí, es obvio que lo soy. Él trata de contarle, pero le da un bajón. Ella se apresura a llevarlo al hospital Saint Vicent, como pide él, mientras se oye la tormenta. No sin que antes Prior le advierta que, si quiere convertirlo, no es el mejor momento.
Escena 7. Una esquina desde la que Harper domina el río y el skyline, vestida para buen tiempo, y va descalza. Harper mira el paisaje urbano. Harper: El fin del mundo está al caer. Hola, rostro pálido.
Llega Joe. Ella desvaría. Vamos a casa, propone él. ¿Y eso dónde está?, parece peguntar ella. Y pregunta también: ¿me has echado de menos? He vuelto, responde él. Ella acepta ir a casa, parece contenta con la llegada del fin del mundo.
Escena 8. En el hospital. Harper ha llevado a Prior. Cuando parece que Hannah se va marchar, Prior la retiene, le cuenta que vio un ángel. Tuviste una visión, opone ella. Se plantea un conflicto entre las creencias de ella y las convicciones de él. Hannah cuenta la aparición de un ángel en siglo XIX, y él no la cree a su vez. Hannah le reprocha que no respete sus creencias y que, pese a sus presunciones, ignore lo que hay en su mente. Cuando se apacigua el conflicto, que en rigor ninguno de los dos quiere continuar, Hannah admite que su hijo, Joe, es homosexual. Cuando me lo dijo me puse furiosa. Hannah se queda con Prior para acompañarlo, a petición de él.
Escena 9. En casa de los Pitt. Llega él en calzoncillos desde el cuarto, y ella está cubierta con una sábana, sin nada debajo. Por qué cierras los ojos, piensas en hombres. Imaginas, yo también imaginaba, menos en un momento así. Tengo que irme, dice él, se viste, se va a marchar. Ella se desnuda por completo ante él. Harper: Qué ves. Joe: Nada. Harper: Por fin, la verdad. Joe: Adiós.
Escena 10. Pelea muy violenta en el piso de Louis. Joe se presenta en casa de Lou. Éste tiene un montón de documentos. ¿Sabe usted lo que es decencia?, grita Lou, ¿quién dijo eso? (fue el hundimiento de McCarthy, ya lo vimos; la pregunta envenenada del abogado Joseph Welch a McCarthy). Los papeles son los veredictos de Joe, despiadados, racistas, y además escritas por su negro ayudante. Joe, confuso, no esperaba algo así, no se siente culpable de nada de eso, solo quiere volver con Lou. Lou le restriega algunos de esos veredictos, los ha investigado en el archivo. Y además, estás liado con ese ser abyecto que es Roy Cohn, te has acostado con él, y también conmigo, no puedo soportar que alguien que folla conmigo lo haya ello con ese cabrón. La furia de Lou y las verdades que le está poniendo delante (aunque se equivoque en su quimera sobre el sexo entre Roy y Joe) llevan al siempre pacífico Joe a enfurecerse y darle una paliza a Lou, que no se defiende y que termina malherido. Pronto advierte Joe que ha perdido el control. Nunca he hecho esto, nunca he pegado a nadie, dice, sorprendido de si mismo. Podría denunciarte por darme una paliza, opone Lou, jadeante. Joe se marcha, desolado, culpable. Sin duda comprende ya que ha perdido incluso a Lou.
Joe siempre aparece como un ingenuo y un inocente que, sin embargo, participa en culpabilidades. No se encuentra Joe ni en sus orígenes (esas arenas que se supone que trajo consigo su madre, Hannah) ni en la realidad por la que se trasladó al este: por qué nos hemos trasladado al este, recordemos que decía Harper.
Escena 11. Hospital, habitación de Roy Cohn. Roy, en la cama. Se está muriendo, es evidente.
ROY (Muy debilitado, canta para sí mismo): John Brown’s body lies a-moulderin’ in the grave.
Es una canción con ritmo de marcha de finales del siglo XIX sobre el abolicionista John Brown: “El cuerpo de John Brown reposa en la tumba y se pudre”. La conocemos mejor por el refrán Glory, Glory, Hallelujah!
El fantasma de Ethel viene a comunicarle que le han inhabilitado por la vía rápida.
ETHEL: Uno de los tipos importantes del Ejecutivo se volvió hacia su amigo y le dijo: “Por fin. Hace treinta y seis años que odio a ese maricón”.
ROY: Yo soy… ¿Ellos…?
ETHEL: Ellos han ganado, Roy. Ya no eres abogado.
ROY: ¿Pero estoy muerto?
ETHEL: No. Te han dado un golpe. Has perdido.
(Pausa)
He decidido venir aquí para ver si podía perdonarte. A ti, a quien odié tan terriblemente, yo, que he llevado mi odio hasta el paraíso y he hecho con ello una pequeña estrella en el cielo, afilada como una aguja. Es la estrella del Odio de Ethel Rosenberg, que arde cada año pero solo durante una noche, el diecinueve de junio. Arde en un verde ácido.
(Roy ha apartado su cara de ella, mira hacia el otro lado.)
ETHEL: Vine a perdonar, pero lo único que puedo hacer es darme el placer de ver tu miseria. Con la esperanza de verte morir de manera más terrible que yo. Y lo estás haciendo, te estás muriendo en la mierda, Roy, derrotado. Conseguiste matarme, pero nunca derrotarme. Nunca ganaste. Y cuando mueras, lo único que dirán es: Lo mejor es que no hubiera nacido.
(Pausa. Roy vuelve lentamente la cabeza para mirar a Ethel).
ROY: ¿Mamá?
Él parece alucinar más aún, confunde a Ethel con su madre, dice que se arrepiente, y ella le canta, en yidish. Cuando parece que ha muerto, Ethel llama al enfermero (Belize), y entonces él salta, se incorpora: te engañé, no estoy muerto, he hecho cantar a Ethel Rosenberg, vencí. No quiero ser hombre la otra vida. Quiero ser un pulpo [animal no kosher, en absoluto, hay que recordar.]
Y cae.
Aquí termina la escena 11, pero la secuencia continúa en el film. Por una vez, permítanme que acuda a la película. Ethel ha llamado por el timbre. Acude Belize, que comprende lo que acaba de suceder (claro está, no ve a Ethel). Desconecta los aparatos. Cierra los ojos de Roy. Roba una buena cantidad de la medicina, frascos de AZT que hay en la nevera y que Roy había conseguido por sus sucias influencias.
Acto V
Heaven, I’m in heaven13
Enero de 1986
Escena 1. Prior, en la cama; dormita Hannah. Se incorpora, se pone de pie encima de la cama. Rayos, truenos. Estupefactos o atemorizados, Prior y Hannah ven llegar al Angel, que ahora viste de negro. Recordemos de nuevo que el Ángel es tratado en femenino; el Ángel es ella, no él. He vuelto, Profeta, pero no según el Plan. Hannah, como si evocara la lucha de Jacob y el angel, le aconseja que luche: “no te soltaré hasta que no me bendigas”. Lucha de Prior y el ángel.
ÁNGEL (Su voz es todo un coro de voces): Yo Yo Yo soy el PRINCIPADO CONTINENTAL DE AMÉRICA, Yo Yo Yo soy el AVE DE PRESA, NO SE ME PUEDE FORZAR A, YO…
Hannah también ve al ángel, y asiste atemorizada a la lucha. Escena grotesca con toques de estética “heroica”.
La escena concluye con algo inesperado. Cuando Prior ya sube la escala, como sugiere el hecho de que tanto la escala como Prior hayan desaparecido, cuando quedan a solas el Ángel y Hannah, ésta, atemorizada, exclama que no tiene nada que ver en este asunto, que ella no ha llamado al ángel, que va a despertarse en cualquier momento. Es el delirio de él, de Prior, no el suyo, que ella va a despertar, ¡ahora!
En Angel extiende las manos hacia Hannah. Hannah va hacia ella, entre un inmenso deseo, nada habitual en Hannah, y un miedo paralizante. Hannah se pone de rodillas. El Angel la besa en la frente y después en los labios, un lago y cálido beso. “El cuerpo es el jardín del alma”, dice el Ángel.
Hannah tiene entonces un enorme orgasmo, y el Angel vuela fuera.
Escenaa 2. Prior llega al cielo, con nueva vestimenta. De profeta.
El cielo se parece a San Francisco después del terremoto: calles desiertas, hermosos edificios en ruinas, postes de telégrafo por el suelo, cables eléctricos caídos, escombros por todas partes.
En un rincón se ve a Harper, sentada en una caja de madera; sostiene y acaricia a un gato.
HARPER: ¡Eh! ¡Pero si eres tú! Mi amigo imaginario.
PRIOR: ¿Qué haces aquí? ¿Te has muerto?
HARPER: No, acabo de tener relaciones sexuales, ¡no me he muerto! ¿Por qué? ¿Dónde estamos?
PRIOR: En el cielo.
HARPER: ¿En el cielo? [Heaven, I’im in heaven, claro está] ¿Estoy en el cielo?
Escena 3. Habitación de Roy. Belize ha llamado a Lou para que se lleve las medicinas del difunto Cohn y rece un kadish, oración que sirve para el perdón. No puedo rezar un kadish por ese cabrón, me maldecirían todos mis antepasados rojos. El perdón es lo más difícil, según Belize. Lou: soy un judío laico, ni siquiera celebré mi Bar Mitzvah. Convencido apenas, lo intenta, pero no se sabe las palabras, y ahora veremos cómo se resuelve esto. Al final, Lou se lleva las medicinas que le entrega Belize. Lo has hecho muy bien, Lou. Pero si ha sido un puto milagro, responde Joe, que no sabe lo que ha sucedido.
Ha sido un torpe kaddish por Roy. Lo trataba de decir Louis por la insistencia de Belize. Pero es el fantasma de Ethel Rosenberg quien le sopla la oración, y por ello la oración llega a su fin.
Por cierto ¿un kaddish solo recitado por una persona? ¿No tiene que haber quórum, un minyán de diez? En cualquier caso, es el perdón, pese a lo repugnante y malvado que fue Roy Cohn. Ahora bien, ¿se puede rezar por el perdón del diablo? Se puede, pero ¿para qué?
En Estados Unidos mucha gente ignora quién es, quién fue Roy Cohn. La muchedumbre solitaria prefiere permanecer en la inopia. Pero en otros países se ignora por completo ese nombre, y ya apenas suena el de McCarthy y su Comité. Fueron, ya digo, el antisistema, ese antisistema que está en la sangre y los huesos de Estados Unidos desde el principio, desde los tiempos de los padres fundadores y la Constitución, que ya tenían enfrente enemigos que esperaban su oportunidad. Entre paréntesis: el que no se sepa quién fue Roy Cohn no impide que la obra haya sido muchas veces bien montada, bien interpretada y bien acogida. Al salir de la función sabes quién era Roy Cohn y qué papel cumplía en esa línea antiliberal que pasa por Trump y que no se detendrá ahí (ya lo veréis, colegas, en los próximos años, o antes).
No me resisto a citar de nuevo a Harold Bloom:
El Roy Cohn de Kushner es una mezcla fascinante de singularidad e individualidad, ninguna de las cuales es fuente de su malicia asesina. Coleridge habló erróneamente de la “malignidad sin motivo” de Yago, pero Yago, al igual que su discípulo, Satán en El paraíso perdido de Milton, sufre de un sentimiento de mérito herido. Lo mismo, según lo leo, lo hace Roy Cohn de Tony Kushner. Quiere haber sido un demonio importante como Joe McCarthy, pero Dios lo ha pasado por alto, le ha negado el ascenso. Yago, ignorado por Casio, decide llevar a su dios de la guerra Otelo al abismo para descrearlo. Cohn, indignado e indignante, encuentra su empleo adecuado sólo en la otra vida, en la magnífica (e invariablemente no representada) Escena 7 del Acto V de la Perestroika.
Sí, me permitiré citar esa escena siempre suprimida pese a su importancia, y hacer el comentario que creo que merece.
Roy, en el Cielo, el Infierno o el Purgatorio, de pie, hundido hasta la cintura en un pozo humeante, frente a un gran Aleph en llamas, que lo baña a él y a todo el teatro en una luz roja volcánica y vibrante. Por debajo, un rugido basso profondo, como el de mil hornos Bessemer que funcionasen a la vez, desde las profundidades de la tierra.
ROY: ¿Demanda de paternidad? ¿Abandono? El tribunal de familia es mi especialidad, soy un jodido demonio absoluto en derecho de familia. Solo dime quién es el juez y qué tipo de joyas le gustan. Si es un jurado, es más difícil, los jurados hablan más, pero a veces vale la pena vérselas con un jurado, por lo que te ahorra en sobornos. Sí, te representaré, Rey del Universo, sí, cantaré y destriparé, intimidaré y seduciré, ganaré para ti y haré que los demandantes, esos traidores, deseen nunca haber escuchado el nombre de…
(Gran trueno.)
ROY: ¿Es un trato hecho, estamos? Bien, entonces debo comenzar diciéndote que esto no es un caso, que eres absolutamente culpable, sin duda, que no tienes nada que alegar, pero no te preocupes, cariño, inventaré algo.
Este Roy Cohn de ultratumba muestra aquí algo más que un gestus y una sicología. Muestra algo que proviene de ambas, y que se forma en una biografía y dentro de un sistema con fuerzas suficientes en su interior para destruirlo. Es el ideal del yo, que el siniestro personaje maneja con perversidad infantil, pero como el yo ideal. El abogado que hará trampas en un sistema contra el que, de manera evidente, lucha por subvertir. Es algo más que un leguleyo con trucos, en un síntoma de la maleabilidad del sistema considerado hasta hace poco como el de la democracia por excelencia.
Escena 5. En el cielo, de nuevo. Prior pasea por allí. Los ángeles se afanan en su trabajo, según parece. Algunos miembros del tribunal son rostros conocidos: el de Hannah, el de Belize, el de Lou. [En la pieza, una escena suprimida: Los miembros del tribunal evocan, recuerdan los millones de muertos de, por ej, Chernóbil].
El Ángel presenta a Prior, es el Profeta. Asombro, se inclinan ante él. Pero Prior quiere devolver el libro, rechaza todo, si Dios volviera se encontraría de nuevo con toda esta destrucción.
PRIOR: Si después de toda esta destrucción, si después de todos los días terribles de este siglo terrible Él volvió a ver… cuánto sufrimiento había creado su abandono, si lo único que tiene para ofrecer es la muerte…
Deberías demandar a ese bastardo. Ésa es mi única contribución a toda esta Teología. Demanda a ese bastardo por marcharse.
Decepción del Ángel y del “sanedrín”: así habló el Profeta, dice el Ángel. Quiere vivir. Sí, tengo 30 años, razona Prior con apasionamiento. Detened esta plaga. Lo hemos intentado, dice Australia, pero no podemos. Exordio del Ángel, en su último recurso: la vida es solo una costumbre.
PRIOR: Te dejo el cielo. Y Me llevaré mi enfermedad y. Y también me llevaré mi muerte. La tierra es mi hogar y quiero volver a casa.
El Ángel ha mantenido con Prior una discusión teológico-práctica sobre si es mejor estar en el cielo y abandonar la costumbre de vivir. Prior se mantiene en su postura, quiere vivir. Allí abajo enfrentará a su muerte y luchará por su vida y la vida de otros.
Paréntesis sobre una herejía:
Como vimos, Prior llega al cielo con la escala. Renuncia, devuelve ante el sanedrín el libro que se le había encomendado (¿acaso no iba a ser él el Profeta?). Enigmático y tenso discurso del Angel, que le ruega que lleve a término su misión.
Pero no, Prior no acepta el trato. Porque Dios no va a cumplir su parte, o acaso se necesitan posibles profetas como él para cubrir la ausencia de Dios. Pues Dios se marchó, se ausentó. Y mira lo que hay, el horror. Debería responder por su responsabilidad, su inacción, su indiferencia, su maldad por omisión.
Esto es una herejía, ¿no les parece? Si no crees en Dios, no dices algo así, no puedes echarle en cara su inacción, su pereza, su desinterés por las criaturas que tú sabes que no creó, porque no creó nada. En cambio, si eres creyente, puedes hacer como Prior Walter, poco menos que llevarlo a los tribunales por abandono del puesto de trabajo de manera repetida, durante casi un siglo. Al menos, desde el terremoto de San Francisco. San Francisco es otro signo entre los signos significantes. Marca para Prior Walter la fecha, 1906, en que Dios dejó de cumplir con su obligación. Bueno, ¿para qué se va a remontar Kushner, qué sé yo, al terremoto de Lisboa, si es americano? ¿Qué hacía Dios mientras se perpetraba la gran matanza de indios en el camino hacia el Oeste? Un país edificado sobre cadáveres, como en aquel film de terror tan divertido, Poltergeist. Y para más espeluznante muestra, algo que sucedió no en el siglo XIX, el siglo de las masacres de indios en el creciente país, sino en el XX: el saqueo y asesinato de la nación india de los Osage en Oklahoma. Lo relata David Grann en su muy documentada novela Los asesinos de la luna. Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI (2017; Mondadori, 2019). Martin Scorsese ha dirigido una adaptación del relato de este crimen masivo en su reciente filme Killers of the Flower Moon (Leonardo DiCaprio, Robert De Niro, Lily Gladstone), y que escribir estas líneas no he visto todavía. Según leemos, ya se filmó una película sobre estos hechos nada menos que en 1926, casi un siglo antes que la narración de Grann y el film de Scorsese. Era Tragedies of the Osage Hills, un film de James Young Deer que se llegó a estrenar, que causó cierta sensación… y del que desaparecieron todas las copias por razones tan desconocidas como presumibles.
Escena 6. En la habitación de Prior. Prior despierta, allí están la enfermera, Emily, y Belize; parece que ha mejorado. Llega Lou con su carga. Uno a uno se van yendo, hasta dejar a Prior y Lou solos. Antes, Belize entrega un bote con la AZT a Prior, que parece rechazarlo. Los espectadores no tenemos por qué creerle.
Escena 7. El piso de los Pitt. Harper viene para llevarse la tarjeta de crédito y marcharse. Joe no consigue convencerla para que se quede con él. Cuando encuentre trabajo, ironiza Harper, haré pedazos la tarjeta y ya no tendrás ningún cargo. Joe: No sé qué va a ser de mí sin ti, solo tú me quieres. Bofetada de ella, cruel despedida de Harper, con sarcasmo aunque con calma, sin perder la compostura. Ella sabe que tiene que marcharse. Desolación de Joe, que ahora está realmente solo, sin nadie. El film parece apiadarse del personaje (¿?), y al menos vemos todavía Hannah preguntarle si le prepara la cena, cuando se encuentran en la calle (diálogo que no está en la pieza). En cualquier caso, Joe es uno de los no incluidos (es excluido) en el Epílogo.
Al final de esta misma escena, en el hospital:
LOUIS: Quiero volver contigo […] Realmente, te fallé. Pero… fallar en el amor no es lo mismo que no amar […] Te quiero.
PRIOR: Te quiero, Louis. […] Pero no puedes volver. Nunca. Lo siento. Pero no puedes.
Escena 8. Monólogo de Harper Pitt en el avión; ha visto subir las almas. De los siete personajes (sin contar en ángel). Harper, definitivamente, no pertenecerá a la “familia” en la escena del Epílogo. Como tampoco su marido, Joe. Y mucho menos el difunto Cohn.
HARPER: Vuelo nocturno a San Francisco. Alcanzar la luna a través de América. ¡Dios mío, cuánto tiempo ha pasado desde que me monté en un avión!
[…]
Pero vi algo que sólo yo podía ver, debido a mi asombrosa habilidad para ver cosas así:
Unas almas se elevaban, desde la tierra, desde allá abajo, las almas de los muertos, de las personas que habían perecido por el hambre, por la guerra, por la peste, y que flotaban hacia arriba, como paracaidistas al revés […] Y las almas de esos difuntos juntaban las manos, se entrelazaban los tobillos y formaban una red, una gran red de almas, y esas almas eran moléculas de oxígeno de tres átomos, de la sustancia del ozono, y el borde exterior las absorbió y quedó mejor.
Nada se pierde para siempre. En este mundo hay una especie de progreso doloroso. Anhelando lo que hemos dejado atrás y soñando hacia adelante.
Al menos eso creo yo.
He evitado citar las alusiones constantes de Harper desde el comienzo mismo, al deterioro de la capa de ozono y otros temas propiamente suyos. ¿Tópicos, lucidez propia en medio de su crisis matrimonial, sus sueños compartidos, su ingesta de valium y otras píldoras…? En cualquier caso, Harper parece ir de camino hacia sí misma, sea quien sea ella misma. Por ello no está en la “familia” que va a encontrarse el Bethesda.
Epílogo. Frente a la Bethesda. Enero de 1990. El muro cayó, los Ceaucescu también. Hannah, Belize, Lou, Prior. Prior ha sobrevivido cinco años con SIDA, no sabemos si por su subida al cielo o por la buena cantidad de AZT que Belize le ha suministrado. Prior tiene esperanzas de sobrevivir, se dirige a la cámara, se aparta de las discusiones políticas (cómo cambia el mundo: perestroika, grandeza de Gorbachov, etc.) y señala al ángel, es su lugar favorito. Prior se dirige al público en dos ocasiones. Cada uno de ellos explica algo, por turno, antes de su segunda intervención ante el público. Ya hemos aludido a este final antes de llegar a nuestro final (ver ‘El ángel del señor…’).
En el libro editado por Bloom hay un estudio de Benilde Montgomery sobre la dimensión Angeles en América como Medieval Mistery, esto es, poco más o menos como auto sacramental14. Si el auto sacramental de la época de Calderón celebraba la Eucaristía, las mistery plays, muy anteriores, se referían a su base, el sacrificio del cordero. En inmediata instancia, se trata del Corpus Christi, y en la fiesta del Corpus tenían lugar las representaciones calderonianas de los autos sacramentales. Montgomery estudia la doble pieza como una secularización del auto medieval. Es el sacrificio del cordero, el sacrificio de Cristo. Y aquí Cristo podría ser Prior Walter o una irradiación de sí mismo. Solo que, según la autora, las mistery plays también hablaban de cosas de su tiempo. A su manera. El orden social emergente buscaba esfuerzos de definición. Las piezas sacras creaban un nuevo sentido de lo moral. “… los ciclos parecerían ser particularmente adecuados en el proyecto didáctico posmoderno de Kushner, escrito a fines del milenio y durante la era del SIDA. La moral se revitalizaba”. La autora no olvida la invocación de Walter Benjamin: “Además, la teoría de la historia moderna de Benjamin es similar a la expresada en los ciclos medievales”.
El estudio de Benilde Montgomery es tan amplio que no cabe aquí, y contiene criterios que provienen de una confesionalidad creo que concreta. Les he expuesto su planteamiento, y en efecto una obra como Angeles en América es una pieza que evoca el auto sacramental, porque hay tipos, aunque haya personajes; porque hay signos, aunque haya humanidad; porque hay transcendencia, aunque haya situaciones dramáticas. Aunque: nada es incompatible, pero prefiero el aunque al por consiguiente. Así que prefiero llegar el final como lo sugiere Montgomery, pues para eso hemos dejado para el final su estudio. Hay una nueva familia en el Epílogo, los cuatro que hemos visto. Leamos a Benilde Montgomery: “Si Roy y Joe no son elegibles para ser miembros de la nueva familia humana, es precisamente porque no han logrado trascender las oposiciones binarias de Savran [autor con el que discute la autora]: el cuerpo homosexual de Joe sigue siendo enemigo de su espíritu mormón; Roy muere maldiciendo la vida, regodeándose en el triunfo de su voluntad sobre Ethel Rosenberg (II, 115). Sin embargo, aquellos que han amado a Prior y se unen a él alrededor de la Fuente de Bethesda comparten su visión: mientras cada uno permanece independiente del otro, entienden que el futuro del cuerpo de Prior también es el suyo. Blanco negro; homosexual, heterosexual; judío, mormón; masculino, femenino: conservan sus identidades pero comparten un destino común […] Una imagen de la nueva Jerusalén. , que preserva el principio de analogía y donde la semejanza y la diferencia persisten en una conversación constante y abierta”.
Montgomery se queja de que las puestas en escena de Angeles en América que conoce no hayan reparado en esta dimensión de los mistery plays, y hayan puesto mayor énfasis en el puro realismo.
Pero ya es hora de despedirse. Ahí están los cuatro, nueva familia según Montgomery.
Hay bromas con toque trascendente sobre la fuente Bethesda en Jerusalén, que lo curaba todo a todos, y que desapareció con la destrucción del Templo, pero que volverá a manar. La enfermedad, el SIDA, la muerte, ya no habrá muertes en secreto, se llevará a algunos, pero quedarán los demás. Adiós, os bendigo a todos; así se despide Prior, y uno quisiera adherirse en este contexto nuestro de letras, más seguro.
ALGUNAS REFERENCIAS DE ESTUDIO Y LIBROS
La miniserie Angels in America (seis capítulos de menos de una hora, excepto el último, que sobrepasa la hora) la dirigió Mike Nichols en 2003. Es una serie de HBO que en el momento de escribir estas líneas aún puede verse en dicha plataforma.
Podemos considerarlo un film de unas seis horas, que alcanza a menudo niveles de excelencia. El reparto es inmejorable:
Al Pacino (Roy Cohn), Meryl Streep (Hannah Pitt y tres papeles más: el fantasma de Ethel Rosenberg, el Rabino, el Angel Australia), Justin Kirk (Prior Walter, y el hombre del parque), Ben Shenkman (Louis Ironson y al Angel Oceanía), Emma Thompson (el Ángel, la enfermera Emily y la mujer sin techo en el Bronx), Patrick Wilson (Joe Pitt), Mary-Louise Parker (Harper Pitt).
El compositor y director húngaro Péter Eötvös compuso una ópera a partir de una selección de situaciones de la obra. Se tituló, claro está, Angels in America, y se estrenó en el Théâtre du Châtelet de París en noviembre de 2004. Eötvös compuso su ópera teniendo en cuenta criterios del propio Kushner.
La obra se pone, se repone, y no se agota nunca. Pese a las dificultades de montar una obra con tantas escenas y tan larga duración. Ya vimos que se ha escrito que el teatro en Estados Unidos iba mal y que Angeles en América lo redimió, no sé si como Parsifal a la tribu del Grial o como doña Inés al Tenorio. Siempre se ponía el mismo tipo de obras, o de limitada trascendencia o reposiciones de obras más o menos indiscutibles. Uno siempre piensa en la situación mucho más pobre del teatro en nuestro país, donde se hace mucho teatro en todo tipo de formatos, muchos esfuerzos y escasísima ambición. Al lado, un público muy limitado, que si ambiciona algo ha de acudir a otros medios artísticos. Pero, claro está, no hay que asustar al poco público que queda, tan conservador en la izquierda y en la derecha. Eso hizo Kushner, eso hizo el equipo que levantó Angeles en América: asustar. El resultado ha merecido la pena, lleva mereciéndolo más de tres décadas. Los análisis, sinopsis, ensayos son incontables, y algunos son felizmente accesibles gracias a la red.
A lo largo del escrito, ya he dado algunas referencias bibliográficas. Ahora las completo con alguna más, pero hay que advertir que Angeles en América es una de las obras más estudiadas de todos los tiempos. Es cierto que ahora nos favorece la perspectiva y la falta de urgencia académica (hay que publicar lo que sea para ser lo que quiera que parezcas ser). De ambas circunstancias me aprovechado aquí.
El libro editado por Harold Bloom, en referencia que daba más arriba, tiene especial interés. Incluso, como se decía en tiempos (no ahora, qué pena), cuando no estás de acuerdo o estás incluso en contra.
Tiene mucho interés el ensayo Tony Kushner’s Angels in America or How American History Spins Forward, de Alfonso Ceballos, de la Universidad de Cádiz. No encuentro la versión en castellano, que acaso sea la original.
No deberían perderse The Intelligent Homosexual’s Guide to Himself, de Jesse Green, New York Magazine, 15 de octubre de 2010. Green o el editor se preguntaban, como frontispicio de este escrito “¿Por qué Tony Kushner es uno de los últimos intelectuales de la izquierda que quedan en el teatro?”
Las entrevistas de Josephine Reed a Tony Kushner que citábamos al principio tienen mucho interés, como lo tiene el prólogo del propio Kushner a la edición varias veces citada de 2013, ya definitiva. Se puede acceder a ambas entrevistas, en formato audio, o en transcripción, mediante estos enlaces:
https://www.arts.gov/stories/podcast/tony-kushner
https://www.arts.gov/stories/podcast/tony-kushner-0
En formato interview pueden encontrarse en la red o concretamente en Youtube algunas entrevistas con Tony Kushner. Junto a las de Josephine Reed añadiré otra, amplia y de mucho interés para el lector: A TPQ Interview, Tony Kushne on theatre, politics and cultura, by Jill Taft-Kahman (Text and Performance Quarterly, January 2004).
Podríamos seguir en cuanto a lecturas. Mejor lo dejamos, usted mismo puede buscar en la red, o en librerías de todo el mundo gracias a la red.
Puesto que el retrato de Roy Cohn es apasionante, ya que el mal apasiona, mientras que el bien, que es más raro, lo damos por supuesto: no es noticia; en fin, al ser un tema inagotable, recordamos dos libros ya recomendados, el de Philippe Corbé, de 2020; y el de David A. Nichols. Para ambos, ver arriba en Roy Cohn, una historia de terror.
Ya vimos que no se agota con ello la bibliografía sobre este pájaro.
En la filmografía sobre Cohn hay que destacar: Citizen Cohn, para televisión, 1992, dirección de Frank Pierson, protagonizada por James Woods; Bully. Coward. Victim (Matón, cobarde, victima). The Story of Roy Cohn, documental de 2019 con direccion de Ivy Meeropol; Where’s my Roy Cohn?, documental dirigido por Matt Tyrnauer.
Hay bastantes entrevistas y charlas con expertos –las de los indocumentados o tertulianos son innumerables-, como la siguiente, que pueden encontrar en formato audiovisual: Does Roy Cohn Rule The Oval Office From The Grave? (¿Gobierna Roy Cohn en el Despacho oval desde la tumba?), Conversations with Jim Zirin. Tienen especial interés los amplios análisis que se encuentran en la página Spark Notes sobre Angels in America:
https://www.sparknotes.com/drama/angels
Tal vez deberíamos recomendar al lector (que haya llegado hasta aquí) que se dé un paseo por lo relativo a la revolución gay y su iconografía. Busquen en la red, por ejemplo, las fotografías de Nan Goldin. Deténganse en Gotscho besa a Gilles, París, 1993, que acaso fue ejemplo para la secuencia, en el fílm de Nichols, del beso de reconciliación de Louis y Prior, un beso alejado del sexo (que ya no podrán mantener en absoluto como antes) y propio de la generosidad y la compasión. Beso que, en rigor, ya estaba en la pieza teatral, anterior a la foto. Las fotos de Nan Goldin no solo celebran lo gay, también denuncian las agresiones y el odio del que el gay es objeto en su país. Lo que no absuelve a los demás países, es ése un odio muy extendido, lo sabemos bien, se sufra directamente o no.
No se sorprendan de esta última recomendación. Kushner tiene mucho de moralista. Me gustan los moralistas, detesto a los filisteos y a los ideólogos biempensantes. Contra la derecha salvaje que trata de hacerse con la crítica hacia la criticable “corrección política”, pongamos moralistas como Kushner. Al autor de estas líneas le gustaría serlo, pero cada cual tiene sus límites.
Notas
- Como es sabido, liberal significa en Estados Unidos izquierdista, más o menos. La derecha y en especial los medios de la derecha (abundantísimos, como aquí) lo suelen enunciar como desprecio, y da la impresión de que lo quisieran convertir en un insulto. Acaso lo han conseguido ya, no está uno muy informado del día a día aquel.
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Esto lo matiza Kushner en varias ocasiones. Por ejemplo, en las muy interesantes entrevistas que le hizo Josephine Reed en agosto de 2013. Están disponibles en la red.
Jo Reed: Sí, no lo considero en absoluto una obra política, pero creo que es una obra que no se entiende sin la política, que no es lo mismo.
Tony Kushner: Sí, quiero decir, no sé cómo escribir a gente que no habla de política. Todo el mundo que conozco habla de política, y creo que todo el mundo, y especialmente en una democracia, ya sabes, al margen de que hablemos de política de manera inteligentemente o lo contrario, siempre es una cuestión que se plantea, así que yo no sabría escribir sobre personas que no hablen de política, sobre personas que no tengan una actitud política específica […] Así que no podían hablar simplemente sobre «el sistema», tenía que hablar sobre Reagan, quiero decir, tenía que hablar sobre cosas específicas. […] [Mira] las tres grandes obras estadounidenses, las que consideramos como los tres pilares, El largo viaje del día hacia la noche, Un tranvía llamado deseo y Muerte de un viajante«. El Viajante es obviamente una obra abiertamente política; No se puede entender la tragedia de la familia Loman si no se comprende su situación económica.
- Enciclopedia Herder, voz Mileranismo.
- Charles McNulty: Tony Kushner on the Philosophy of History, en Tony Kushner , edited and with and introduction by Harold Bloom. Blooms’Modern Critical views. Chelsea House Publishers, 2005.
- Como escribe Bolívar Echavarría, que constata que no hay similitud entre el ángel que cree describir Benjamin y el de Klee: “la escena dramática, vertiginosamente dinámica, de la que Benjamin da noticia, no se parece al dibujo bidimensional, a la vez encantador y enigmático, del ángel tranquilamente suspendido en el aire que presenta el cuadro de Klee. En mi opinión, esta falta de coincidencia parece indicar que lo que Benjamin hizo con el ángel de Klee no fue en realidad sólo cambiarle el nombre sino mucho más: sustituirlo por otro, un nuevo ángel, inventado por él. Pudiera decirse, incluso, que aquello que Benjamin tenía ante los ojos como imagen de partida, a la que su invención habría de someter a alteraciones considerables, no estaba en verdad en el cuadro de Klee sino más bien en un viejo grabado del siglo XVIII.” Veremos ese grabado más adelante.
- 26 de septiembre de 1940, durante la invasión relámpago de Polonia, a la que se une la URSS, para una nueva partición de ese desdichado país. Benjamin no logró lo que otros muchos, llegar a Portugal y huir a América. Sí lo consiguieron por esa vía Franz Werfel y su esposa Alma Schindler (antes, Alma Mahler). Sí lo consiguió el compositor checo Bohuslav Martinů. Y muchos más. En marzo de 2016 la Opera de Lyon estrenó Benjamin, dernière nuit, ópera de Michel Tabachnik, con Jean-Noël Briend en el papel del protagonista (voz que canta), más la actuación de Sava Lolov en el mismo cometido. Dirección musical de Bernhard Kontarsky y puesta en escena de John Fulljames.
- Charles McNulty, op cit.
- Me permito, no sé con qué derecho, parafrasear a Julian Barnes: “Flaubert no creía en el progreso: especialmente en el progreso moral, que es el único que importa” (El loro de Flaubert).
- Noviembre 2012. Para la edición revisada y definitiva, Theatre Communication Group, 2013.
- En febrero de 1989 sale la URSS definitivamente de Afganistán. Gran triunfo suní. El Irán de Jomeini tenía que hacer algo para opacar ese éxito, y lo hizo. Fue la fatua contra Salman Rushdie, que se hizo con la atención que hubiera merecido el triunfo suní. Lo advirtió Gilles Kepel, antes que nadie. en su antiguo libro La Yihad (2000, Península 2001), anterior al 11S. El Irán de los ayatolah nunca da puntada sin hilo. Mientras escribo esto, Irán ha provocado la insensata acción de Hamas, heroicidad vacua de Gaza y éxito estratégico de Irán por el que pagan los civiles gazatíes. Ahora bien, ¿existirá el Irán de los ayatolah sin la intervención contra Mosadeq en los años cincuenta?
- Charles McNulty: Tony Kushner on the Philosophy of History, op. cit.
- Claro está, se refiere al libro de Alexis de Tocqueville así titulado. Libro en el que Tocqueville, aristócrata, liberal más bien doctrinario, muy lúcido, prevé Estados Unidos como país de hombres libres y Rusia como país de esclavos. No es fácil detectar si lo relativo a Estados Unidos fue un acierto, o qué sentido tiene la libertad, porque al fin y al cabo la implacable iniciativa individual y privada sentó las bases de la prosperidad del país, y lo llevó a lo inevitable: el imperialismo. En cambio, su acierto con respecto a Rusia es indiscutible.
- En el cielo, estoy en el cielo. Así comienza la canción Cheek to cheek, Mejilla con mejilla, de Irving Berlin, que cantaba Fred Astaire mientras bailaba con Ginger Rogers en Top hat, Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935). Es uno de los mayores hits de la canción del siglo XX. La ironía burlona se hará evidente por lo que va a venir en este acto final. Por lo demás, hay continuas alusiones a la cultura pop en Angeles en América, desde la familia Adams (Morticia Adams, para ser exactos) a una cita de los Beatles. O a Unspenski, cuando Hanna cuenta a Prior que ha tenido una visión. Hay voces críticas contra la invasión del pop en un ámbito que no le corresponde y que no lo necesita. Escribe Mark Steyn en el libro editado por Bloom: “Durante gran parte de este siglo, hubo una tensión exclusivamente estadounidense entre la cultura popular y el gran arte. Eso se ha ido ahora: la cultura pop lo es todo, y los intelectuales no tienen nada que hacer más que transmitirnos a través de una lente distorsionadora. Por mi parte, tengo una filosofía simple: eliminar al intermediario. Prefiero tener una lata de sopa Campbell que una versión de Warhol de una, y prefiero bailar con los viejos discos de los Beach Boys que ir a ver un conjunto de danza contemporánea haciendo movimientos arbitrarios con los viejos discos de los Beach Boys”. No creo que nada de esto se pueda aplicar a Angeles en América, por mucho que Steyn tenga razón, solo que cuando hay servidumbre del arte al pop es porque el arte ya no es elevado. No es arte, sencillamente. Y esto lo escribo con mi propio conocimiento de causa: en obras mías he incluido la copla, el bolero y el tango como elementos narrativos o dramáticos; no ha sido necesario rendirse ante ellos, y además tienen su propia belleza.
- Benilde Montgomery: Angels in America as Medieval Mystery, en Tony Kushner, edited and with and introduction by Harold Bloom. Blooms’Modern Critical views. Chelsea House Publishers, 2005.