Teatro, ecología y gastronomía en las dos primeras décadas del siglo XXI,
de José Romera Castillo, ed.
Verbum, Madrid, 2023.
Publica la editorial Verbum, con ayudas tanto del Departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura de la UNED, como del legado del profesor José Romera Castillo, un más que interesante volumen que acumula medio millar de páginas. Es un cuerpo de carácter académico que contiene veinticinco artículos, amén del estudio preambulatorio, entre la estética y la crítica, al respecto de la relación de la natura y de la mensa con el teatro. El tomo da noticia, a título de actas, del XXXII Seminario del seliten@t, celebrado en Madrid del 28 al 30 de junio de 2023. José Romera Castillo es director del mismo desde 1991, y es quien se encarga de editar el compendio de comunicaciones. Para ello se sirve de un artículo inaugural, “Natura et mensa en la escena española actual“, que resulta altamente clarificador, sobre todo porque, a simple vista, el leitmotiv del seminario, y por ende título de la publicación, puede decodificarse de manera imprecisa en cuanto a los propósitos de análisis. Teatro, ecología y gastronomía: eso tan verde… ¿cómo se come?
Por tal motivo nos encontramos con una estructura en dos bloques, en los que se organizan los trabajos. En el primero hallamos diecisiete contribuciones que exponen diferentes mensajes sobre teatro y ecología. En el segundo, que trata sobre las relaciones del teatro con la gastronomía, se contabilizan ocho contribuciones. Como puede apreciarse, los trabajos se establecen en una disposición asimétrica, siendo los dedicados al apartado ecológico prácticamente el doble de los dedicados a lo culinario.
Habitamos en un mundo eminentemente tecnológico, con raudo acceso a la información emitida desde cualquier rincón del planeta. Formamos parte de legiones tanto de creadores como de críticos o estudiosos o teóricos de cuanto se crea. Así, podemos apreciar cómo la inmediatez se impone ante cualquier acontecimiento artístico. Por decirlo al modo de Ausonio: uno, mientras aplaude al final de una representación dramática que empieza a marchitarse, deglutiendo su catarsis, todavía se halla contemplando el saludo del elenco, cuando ya intuye la reseña, advierte el nuevo fruto teorizante de la crítica brotando desde la misma sala.
El espíritu académico de congresos, seminarios, jornadas, simposios… aborda cualquier tema con una celeridad asombrosa. Una organización eficaz y minuciosa de un grupo de trabajo, una célula compacta bien diseñada y sin fisuras, avanza en los estudios de cualquier ámbito para someter al arbitrio de los especialistas las muestras más recientes de un bienvenido hallazgo. Y he aquí el ejemplo: veinte años de teatro con los contenidos expuestos, si no minuciosamente, sí estudiados con un orden más que solvente, ofrecidos con digna disposición para la lectura.
Sorprende comprobar cómo se concilia la investigación y las puestas en escena de temas que, en el fondo, siempre estuvieron ahí, pero que hoy adquieren importancia por la óptica de los tiempos que sobre ellos se proyecta. Así, desde Aristóteles a John Muir, que se preocuparon por la naturaleza ―desde una mirada de salvaguarda de lo bello―, hasta el presente de las dos últimas décadas, en las que la percepción se halla condicionada por un acuciante estrés vinculado a la protección del planeta. Desde este punto de vista, podemos afirmar que nos hallamos ante una propuesta teórica con el ánimo fijado entre la protección y la denuncia, entre la didáctica y la conciencia, entre la ética y el esplín de la belleza contaminada y perdida.
En este sentido, apreciamos en el ámbito dramático las expresiones que forman parte de los campos semánticos que condicionan nuestro día a día, sobre todo, como receptores de mensajes de los medios que irradian información: el cuidado del medioambiente y su sostenibilidad, la biodiversidad, la lucha contra el cambio climático, el ecologismo, los partidos políticos verdes, el calentamiento global, el efecto invernadero, la capa de ozono, las cumbres internacionales, la emergencia climática o la desoladora sequía, por nombrar algunas.
Gracias a esta compilación, se toma contacto con la ecocrítica, escuela de crítica literaria creada a principios de los años noventa en los Estados Unidos, que se centra en los estudios de la literatura y del medioambiente. Treinta años de recorrido analizando escena a escena la ecoficción, reflejo del impacto del ser humano en el medio, que se da en las artes con el fin de generar una conciencia ambiental para la conservación del planeta. Se trata de aprender la lección de Humboldt, de ser conscientes de que existe algo tan importante que responde a la llamada salvaje de la biología, la geología, las matemáticas o la física, frente al destructivo, hipócrita y antitético mensaje que ofrece la civilización. Crítica literaria o fiscal amable para reflexionar en silencio angustioso si navegamos durante unos minutos y observamos, por ejemplo, las ingentes islas de plástico que pueblan mares y océanos. La catástrofe del espíritu, podría decirse.
O denunciar en los medios o recurrir al arte. En este caso, recibimos señales de cómo todo esto se plasma sobre las tablas del teatro de siempre, el que desde hace tres mil años propone a los espectadores la representación de la vida misma. Siempre y cuando me sea disculpada la reducción sintética entre los paréntesis, llevaré a cabo una enumeración de nómina completa con telegráfico asunto. Apreciamos, por tanto, en este volumen, la mirada de creadores como Pedro Herrero Navamuel (arraigo a la tierra y formación de la conciencia), Enrique Torres Infantes (dos proyectos sobre teatro, ciencia y ecología: contaminación química y biodiversidad), Gracia Morales (pasividad pesimista y conciencia colectiva), Itziar Pascual Ortiz (¿ecofeminismo en infancia y juventud?), Luis Fernando de Julián (fotografía y belleza convulsiva: respuesta visceral en el espectador), Sebastián Moreno (el teatro como interrogación a lo ecológico) y Nieves Rodríguez Rodríguez (palabra y memoria desde la tierra y el alimento).
Del mismo modo, se encuentran estudios de Julio Fernández Peláez (estética ecosocial), Martín B. Fons Sastre (la interpretación escénica frente al reto neurocientífico del teatro ecológico), Sergio Camacho Fernández y Tan Elynn (prácticas escénicas tradicionales en el contexto contemporáneo: la ópera cantonesa), José Leonardo Ontiveros (ecocidio en Tres noches para cinco perros de Gustavo Ott), Helen Freear-Papio (ecosistemas de la incomunicación), Pilar Jódar Peinado (destrucción medioambiental, apocalipsis, sarcasmo y tragedia), Maria Angelica Giordano Paredes (teatro educativo e Ida Baccini), Ziqi Jiang (distopía ecológica en Pedro Herrero Navamuel y Carlos Molinero), Manuel F. Vieites (teatro, conciencia comunitaria y despoblación), así como del propio editor José Romera Castillo, que presenta información sobre el proyecto Planeta vulnerable (aúna las cuatro ediciones de la convocatoria que promociona Sanchís Sinisterra e impulsa la Asociación Cultural Lanzambiental con la colaboración de Teatro Nuevo Fronterizo).
La conjunción es compacta, el ensamble de unos y otros estudios permite al lector hacerse una idea del panorama ―ya se advierte de que no se trata de presentar un minucioso estado de la cuestión―, a base de esas teselas que han de conformar un universo más que considerable para especialistas, aficionados, curiosos e incluso para profanos.
Asimismo, con un sistema similar, se articula la sección vinculada a la gastronomía, esa “ley del estómago”: el gastroteatro. Si en el apartado anterior destaca un tema de siempre apreciado con una óptica reciente, formalmente adaptado a la idea de la conciencia del público sobre la destrucción del planeta, ahora acudimos a un también tema tradicional, como es la comida y el mundo de las tablas, pero sin que afecte a la unicidad del enfoque. Ya no asistimos a una perspectiva didáctica o de concienciación, de denuncia o de pedagogía. Varían incluso las escenificaciones y en ello reside la evolución del género, desde la atención al aspecto culinario en los textos y su razón social, hasta propuestas vinculadas al buen provecho económico como los dinner shows, el teatro manducatorio con cena para los espectadores.
También resultan muy interesantes la panorámica ofrecida por Eduardo Pérez-Rasilla (la práctica de la cocina en la escena desde tres perspectivas distintas) y las exposiciones de creadores como Ignacio Amestoy (La última cena, relación paternofilial, con dosis de constitucionalismo y terrorismo) o Javier de Dios López (la comida como eje estructurador de la trama en una trilogía). No menos atractivos resultan los comunicados de Miguel Ángel Muro Munilla (la macabra cena de El burlador de Sevilla… de Xavier Albertí), Beatrice Bottin (el teatro-carnicería de Rodrigo García), Manuel Lagos Gismero (La cena de los generales y Los jamones de Stalin, de Alonso de Santos), Mario de la Torre Espinosa (la autoficción de Vivi Tellas y Marina Otero) o Carlos García Ruiz (cocina colombiana y adaptación del género narrativo al dramático).
Restaría solamente apuntar que el corpulento caudal de información, tanto conceptual como bibliográfico, ha conseguido crear un tomo de alto interés académico y al mismo tiempo divulgativo, apto para profesionales del medio, y para que especialistas de los estudios teatrales ―e incluso dramaturgas y dramaturgos― conozcan algunas, puestas al día, de las muchas variantes de la representación escénica.
Así, diríamos que si el bueno de Sancho Panza hubiere de inventar un término para conciliar todo cuanto se expone en este volumen, de tal guisa como diera con el “baciyelmo”, seguramente andaría su sabia y rústica inspiración cerca del compactado “gastriyeco”: Verbum ha publicado el gastriyeco.