Las Puertas del Drama

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Las Puertas del Drama
teatro breve
Nº 59

SUMARIO

Presentación

TEATRO BREVE

Socio de honor

Nuestra dramaturgia

Dramaturgia extranjera

Infancia y juventud

Cuaderno de bitácora

Reseñas

Federico, en carne viva,
de José Moreno Arenas:
desde el inconformismo y la provocación, ¡fuera máscaras!

Miguel Cegarra

Director de escena y Director de la ESAD de Sevilla

Federico, en carne viva, de José Moreno Arenas





Federico, en carne viva,
de José Moreno Arenas.

Granada: Diputación de Granada, 2022.

Vaya por delante mi elogio a la cuidadísima edición del Servicio de Publicaciones de la Diputación de Granada, inequívoca forma de apostar por la cultura, por el teatro. ¡Enhorabuena por partida doble: mimar a “sus” autores y difundir sus creaciones más allá de horizontes de estrecho mirar!

El metateatro es una de las esencias indiscutibles en la producción de Moreno Arenas para adentrar al público en su discurso. En palabras de Rafael Ruiz Pleguezuelos, y en relación con la obra objeto de estas líneas, «un metateatro que está realizando una función crítica que casi me atrevería a etiquetar como filológica. Federico, en carne viva sorprende al espectador desdoblando a los personajes para diseccionar sus vidas de ficción, y sopesar el valor que se atribuye a las obras de las que forman parte». Por ello, no es Federico, en carne viva un juego shakespeariano de teatro dentro del teatro; crea un sistema de espejos donde, en un no-espacio y durante un no-tiempo, Federico García Lorca y Margarita Xirgu tornan en personajes, el creador es cuestionado por su propia creación, la musa-intérprete y el personaje interpretado debaten, Federico hombre y Federico creador se cuestionan… Y todo ello ante un público abocado a fluctuar entre el espacio escénico y el espacio que, por tradición, le correspondería como observadores mudos y al que Moreno Arenas, con su maestría dramatúrgica de tintes brechtianos, hace saltar por los aires forzando a ser juez y parte.

La obra dramática de Moreno Arenas no escatima esfuerzos en provocar al espectador, en quitar la máscara a sus personajes para descubrir un espejo donde el público pueda verse reflejado, y en Federico, en carne viva no iba a ser menos. Presenta el autor de Albolote a una leyenda de la vega granadina renegada y venerada a partes iguales por quienes se han empeñado, según colores, ideologías e intereses, en silenciar en el inframundo o en elevar a los altares. Para todos ellos, el inconformista José Moreno Arenas crea esta ficción en carne viva incluyendo datos guardados en el olvido durante décadas, poniendo nombre a lo que la historia ha pretendido no hacerlo, desnudando y reescribiendo a Federico con la letra de las cartas escondidas bajo los cerrojos de las apariencias y del miedo. «¿Ocultaríamos el magnánimo hallazgo del descubrimiento de una nueva pirámide por no modificar la historia contada sobre las grandes construcciones egipcias?», como me diría el autor alboloteño en nuestro primer encuentro en territorio fronterizo norteamericano.

La frontera es el lugar de la fricción, del roce, del conflicto; es la frontera el punto de partida, esa región donde no se puede permanecer, solo transitar. Ahí se sitúa Moreno Arenas en muchas de sus obras y ahí también lo hace para volver a componer la historia de Federico García Lorca, poniéndolo ante nosotros en carne viva, en un no-tiempo límite entre vida y muerte, en un no-espacio fronterizo entre la madre patria y el exilio, en una no-acción en la que navegan a la deriva sus personajes posibles y sus creaciones imposibles, en un no-conflicto aparente, una no-trama donde se atrincheran autor, musa y creaciones frente al temible exilio del olvido. Así, la memoria histórica, aspecto esencial en las creaciones de Moreno Arenas, bien podría situarse en el primer lugar de la jerarquía temática de Federico, en carne viva.

Tras el reconocimiento consciente sobre el autor y su creación dramática y sin perder de vista el enamoramiento primero por la palabra escrita, por la ficción leída, por la poesía utilizada donde el lenguaje de Moreno Arenas alcanza la categoría de protagonista con su espacialidad y su expresividad, comienza el trabajo para adentrarse en el texto origen y ahí descubrir el conflicto generador de la obra: Federico frente a sus creaciones; de nuevo la frontera, “teatro al aire libre” vs. “teatro bajo la arena”. Conflicto entre los dramas rurales lorquianos y los textos surrealistas; el teatro comercial y el teatro surrealista. Federico García Lorca como representante del teatro novedoso, europeizante, vanguardista y Margarita Xirgu, al mismo tiempo, del teatro comercial que responde a los intereses del público burgués. Federico capaz de sacrificar el teatro que le aporta la fama en pro del teatro que realmente desea hacer y Margarita en la búsqueda del lucimiento personal que la mantenga en lo más alto de la escena internacional. Conflicto entre los modos de hacer teatro. Federico con sus reflexiones no compartidas por Bernarda Alba, creador frente a creación. El amor de El Rubio de Albacete, sentimientos frente a la moral establecida; vida íntima contraviniendo normas sociales. Al final, una única salida, una decisión: descender al inframundo, al infierno de la incomprensión, “bajo la arena”, a través de la alcantarilla, para estar «de eterna tertulia con Samuel Beckett».

Bien podría haber concluido esta historia inconclusa y oscura de España con la colaboración valiosa de los personajes compartiendo con Federico el frío acerado de la noche del 18 de agosto de 1936 mientras, en fúnebre cortejo, van recorriendo el camino desde el fatídico olivo hasta Granada por la carretera que une Víznar y Alfacar con su cuerpo yacente; o mejor aún podría haber concluido con la valiosa colaboración en formación de festivo cortejo, entre músicas de guitarra, despidiendo con alborozo al poeta que, abrazado a su rubio de Albacete, alza su mano entre lágrimas de emoción desde la cubierta del transatlántico que les llevará allende los mares, poniendo así el mejor final posible a esta historia llena de rivalidades políticas en la ciudad en la que habitaba «la peor burguesía de España», como dijo el poeta. Un final digno del mejor melodrama porque Federico García Lorca siempre tuvo presente en su vida la música como forma de expresión y esa misma relevancia no ha querido obviarla Moreno Arenas realizando una rigurosa y consciente selección de las canciones populares que ha incluido en Federico, en carne viva, componiendo una sintonía de temas musicales vinculados a la trayectoria lorquiana con coda a modo de epílogo surrealista. Cierra de esta manera, a mi entender muy acertadamente, su drama inconcluso con una acotación a modo de epitafio donde reza «conviven los acordes de “Anda jaleo” y de Josep Vicent. Oscuro Total. Cae el telón».

La cosa está clara: desde el inconformismo y la provocación, ¡fuera máscaras!