Las Puertas del Drama

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Drama59 Portada

Las Puertas del Drama
teatro breve
Nº 59

SUMARIO

Presentación

TEATRO BREVE

Socio de honor

Nuestra dramaturgia

Dramaturgia extranjera

Infancia y juventud

Cuaderno de bitácora

Reseñas

Las pequeñas alegrías

Gabriel Fuentes

Nombrar el mundo

(…) yo quiero hablar de las alegrías, que es un término más modesto, incluso en plural; de las alegrías que superan la época, el terror, la edad o la enfermedad, de las alegrías que yo denominaría que existen “pese a todo”.

Marc Augé
Las pequeñas alegrías

Las pequeñas alegrías, de Gabriel Fuentes

Un proceso de creación debería desarrollarse con libertad. Todos de acuerdo, ¿verdad? Sin embargo, sabemos que en la práctica siempre resulta todo un poco más complicado. No es fácil soltar el freno de mano. Las peores batallas las libramos contra nosotros mismos. La autocensura acecha en cada réplica y nos paraliza. Afortunadamente, no estamos solos.

En el mes de abril de 2021 participé en el Workshop Internacional de Escritura Dramática, organizado y becado por el Piccolo Teatro Di Milano. Fue un taller conducido por los argentinos Ignacio Bartolone y Alejandro Tantanian, que contaba con estupendos compañeros de diferentes países de Iberoamérica e Italia, y cuyo objetivo era la escritura de una pieza. Fue estupendo aliviar la soledad de la escritura y compartir comentarios durante los tres meses de duración del laboratorio.

Al principio fui dando tumbos hasta saber de qué iba aquello que tenía entre manos. O lo sabía, y por ello procedía con cautela… Lo que tengo claro es que me daba miedo lo que la obra podía devolverme. Ahora lo sé. Sin embargo, la necesidad de contar esta historia fue más fuerte. La ira, motor de esta escritura, se convirtió en mi mejor aliada. Son muchas las lecturas que acompañan este proceso, pero sin duda hay dos autores que han estado presentes de forma constante y que han sido refugio: Jean-Luc Lagarce, con Tan solo el fin del mundo, y Angélica Liddell, con Maldito sea el hombre que confía en el hombre. Ambos, referentes en mi escritura, permitieron que me sintiese más cómodo como “hombre y fiera”. Finalmente, cerramos el taller con la entrega de un primer borrador en agosto del mismo año.

Pasados algunos días de aquella entrega, seguía sin poder quitármela de la cabeza. Poco se habla de la intuición… Necesitaba acabarla. Así que la compartí con algunos amigos y profesionales del teatro, para tomar distancia y ver por dónde debía atacar la reescritura. Sus devoluciones fueron decisivas para abordar el trabajo posterior. Quiero acordarme de las actrices Luisa Fernández y Julia Aguirre, del actor Daniel Ibáñez, la dramaturga Paz Palau y el dramaturgo Carlos Be. Además, este último, brillante referente de la dramaturgia española más irreverente, me regaló el precioso prólogo que acompaña la publicación de la obra por parte del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música (CDAEM).

Mi maestra, la dramaturga Itziar Pascual, nos decía que “el trabajo no es transparente”. Sus palabras generosas y llenas de rigor alientan siempre mis procesos en los momentos más difíciles. Después de una intensa reescritura, en marzo de 2022, di por finalizada la obra. Por fin, ya tenía el texto entre mis manos. Decidí presentarlo a varias convocatorias con la esperanza de que tuviese buena acogida. Y vaya si la tuvo… Todavía me parece increíble que la obra haya ganado el Premio de Teatro Calderón de la Barca 2022. Una suerte que todavía estamos celebrando. Los éxitos, como los fracasos, son siempre colectivos.

Palabras a los silencios

 “Las pequeñas alegrías se abre con rabia y se cierra con un renacer. La primera norma de cualquier génesis. Y, como en toda buena tragedia, hay mucha comedia y también de la buena.”

Carlos Be
Prólogo

Sebastián, un introvertido novelista en pleno colapso creativo y vital, se ve obligado a regresar al hogar familiar tras veinte años de ausencia. El reencuentro familiar reabre unas heridas que permanecían silenciadas. Esta es la historia de un hombre que dejó de ser niño demasiado pronto, para el que su mayor éxito es seguir vivo. Sebastián ha resistido y necesita hablar. Tiene derecho a volver a empezar. Y esta vez no lo hará solo.

Las pequeñas alegrías apuesta por la vida tal como es: cruda y hermosa, oscura y luminosa. Una toma de conciencia de que son las pequeñas cosas las que nos sostienen.

Rabia

SEBASTIÁN

el quinto metro que dejas pasar Sebastián otra vez soportar los pasos de esta gente que tose que escupe que habla a gritos tengo ganas de arrancarles la cabeza de cuajo ganas de vomitarles encima ganas de machacarles sus ruidos hasta que dejen de hacer ruido dejen de respirar dejen de existir Sebastián ni un solo paso eres capaz de dar no eres capaz más que de huir de esconderte de ocultarte como una rata en este ataúd oscuro de cemento y ruido cierro los ojos escucho como desaparezco entre el tumulto las prisas la cabeza me estalla tu cuerpo no te obedece tu cuerpo sigue aquí tieso qué esperabas otra vez la puta espalda otra vez su mano en mi pelo tira de mi cuello empuja mi cabeza contra la pared me haces daño aguantaguantaguanta clavo los ojos en el azulejo su cuerpo machaca mi cuerpo aprieto los labios me muerdo las ganas de chillar me duele la espalda no puedo correr no puedo morder no puedo ver solo oigo su respiración detrás de mí Sebastián qué asco me das me repugnas da un paso y el silencio por fin esto tiene que acabar necesitas dar ese paso de una puta vez mierda ahora no mierda suena el teléfono otra vez ella insiste ahora no por favor esta mujer me provoca migraña con su irritante voz de cigüeña ronca la estrangularía con mis propias manos es la única que me aguanta otra vez la infatigable y su castañeo voy a cogerlo voy a decirle la verdad de una vez por todas te arrancaría la lengua deja de taladrarme te escucho me duelen los huesos apestas todo con tu asqueroso aliento a chicle gastado te huele el pozo pedazo de bicho con perlas no mejor cuelga que se vaya a la mierda y me deje en paz ya está aquí Sebastián vamos cuelga y a la de tres solo un paso al frente ahí viene el sexto metro uno dos mierda el teléfono en mi oreja.