Las Puertas del Drama

Drama59 Portada

Las Puertas del Drama
teatro breve
Nº 59

SUMARIO

Presentación

TEATRO BREVE

Socio de honor

Nuestra dramaturgia

Dramaturgia extranjera

Infancia y juventud

Cuaderno de bitácora

Reseñas

La educación en el teatro

Maribel Romero Sánchez

IES Julio Caro Baroja (Fuenlabrada)

La educación en el teatro, de César de Vicente Hernando y Teresa García Gómez




César de Vicente Hernando
y Teresa García Gómez (eds.)
Universidad de Almería. Almería, 2022.

El teatro, por su doble vertiente de texto literario y representación dramática, facilita el acercamiento de los alumnos a aspectos que a menudo les resultan poco atractivos. La asignatura de Teatro, ofertada como materia optativa, en los Currículos de Secundaria, intenta presentar la literatura a los jóvenes desde una perspectiva más lúdica y atractiva para ellos. En el desarrollo de la última ley educativa (LOMLOE), los centros educativos podrán ofertar esta materia como proyecto interdisciplinar o colaborativo. El teatro se plantea como un proceso que arranca de la capacidad innata de representar roles, de explorar el mundo de las ideas y de las emociones, de relacionarse con otros, hasta llegar a codificar, mediante técnicas específicas, los resultados de esa experimentación y mostrar los resultados a los demás. Esta materia fomenta la creatividad, el espíritu crítico y la autonomía mediante la utilización de códigos corporales y gestuales empleados en la representación dramática que, a su vez, se nutre de elementos plásticos, visuales y musicales enriquecedores de la misma.

La educación en el teatro nos presenta una aproximación a cómo han sido representados en el teatro los modelos pedagógicos y los procesos de enseñanza a través de los ensayos publicados, por diversos autores, sobre la obra de Nuestra Natacha, de Alejandro Casona. Conocer las propuestas de enseñanza crítica en el teatro a partir de esta obra de teatro, contextualizar la práctica pedagógica en el marco histórico de la II República española, y reflexionar sobre la enseñanza crítica a partir de Nuestra Natacha son los ejes sobre los que discurren las aportaciones incluidas en este libro.

En la introducción, César de Vicente Hernando y Teresa García Gómez nos plantean el binomio educación y teatro, desde la nueva perspectiva social (la educación por el teatro), que conlleva la Ilustración al dotarlo de una función que supere el mero entretenimiento para llegar al aprendizaje de la sociedad. El teatro, como institución, se convierte ahora en una escuela. Este modelo de educación por el teatro encontrará, posteriormente, nuevos proyectos ligados a la transformación de las estructuras burguesas, como las piezas de aprendizaje de Brecht, en los años 20 y 30 del siglo XX. Como ocurre en Nuestra Natacha, la educación ha sido tema central de un buen número de obras teatrales (La educación en el teatro). Los modelos educativos, las formas de enseñanza y aprendizaje y la reflexión sobre los mismos ocuparán un lugar importante en las dramaturgias modernas y contemporáneas. En estas se han abordado cuestiones claves de la pedagogía que han formado parte de los debates sobre la educación en lo referente a procedimientos –cómo educar– y fines de la misma. Los autores toman como ejemplo seis obras dramáticas que abordan, desde una perspectiva crítica, el modelo de educación de distintos momentos del siglo XX. Para acabar esta introducción (La educación tras el teatro), los autores nos proponen una reflexión que parte del giro posmoderno desarrollado a partir de los años 60 y que supone una nueva transformación del teatro: posteatro, performatividad, etc., y nos invitan a cuestionarnos cómo podrían desarrollarse nuevos proyectos, o incluso Nuestra Natacha, en un mundo globalizado donde la educación formal está, en una gran parte, obsoleta.

En “Teatro y pedagogía en la vida y obra de Alejandro Casona”, Juan Ramón Torregrosa nos va relatando la vida de Alejandro Casona, vertebrada por sus dos pasiones: el teatro y la pedagogía. Es en Nuestra Natacha, la más autobiográfica de sus obras, en la que confluyen ambas vocaciones. Se ha visto en la figura de Natacha una huella de la fuerte personalidad de su madre, Faustina Álvarez, primera mujer que obtuvo la plaza de Inspectora de Educación, y de sus ideas pedagógicas renovadoras. La proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, supuso la oportunidad de generalizar unas reformas educativas que desde finales del siglo XIX propugnaban regeneracionistas y pedagogos como Francisco Giner de los Ríos, creador de la Institución Libre de Enseñanza. Alejandro Casona se unió con entusiasmo a esta labor pedagógica, participando en un proyecto ansiado por Manuel Bartolomé Cossío: las Misiones Pedagógicas. Durante los años 1932 a 1934 participó en diecisiete misiones, no solo dirigiendo el Teatro del Pueblo, sino también colaborando en la formación de los misioneros. De aquí partirá Nuestra Natacha. Las numerosas reseñas críticas de la obra aparecidas tras su estreno en Madrid nos muestran a un público entusiasmado con los personajes y los problemas que Casona pone en escena, y a una prensa de derechas que ataca a la obra y a su autor. Un valor incuestionable de la obra es la universalidad de la protagonista y la humanidad de los temas que plantea. Por desgracia, algunas de las injusticias que denuncia o la crítica de métodos de enseñanza poco eficaces son todavía de total actualidad.

Francisca Ferrer Gimeno, en su ensayo “Nuestra Natacha, teatro pedagógico republicano: su puesta en escena”, resalta que el tema principal de la obra de Casona, que gira en torno al sistema educativo que se aplicaba en ese momento en España, ofrece nuevas perspectivas como la coeducación y la revisión de las normas que se imponían en las instituciones penales juveniles. A través del personaje de Natacha, la joven doctora Natalia Valdés, se proponía el proyecto utópico de la rehabilitación moral y la conversión de los reformatorios españoles en verdaderos centros de reinserción moral. La obra se estrenó en Barcelona, el 13 de noviembre de 1935, y, posteriormente, en Madrid y Valencia con un gran éxito. Incluso se rodó una versión cinematográfica que no se llegó a exhibir en los cines, dada la situación bélica que se vivía en el país. La exaltación de la necesidad de reformar la sociedad de esa época, poner en valor la educación, en especial, la femenina, se exponía a través del divertimento y la pedagogía. Tarea necesaria y truncada que se ha ido acusando más con el paso del tiempo.

Lucía Hellín Nistal nos recuerda la importancia de comprender esta obra, en su ensayo “Nuestra Natacha: una pedagogía para derribar las rejas”, enmarcada en su tiempo, la Segunda República, rodeada del esfuerzo cultural y pedagógico que supusieron las Misiones Pedagógicas y el Teatro del Pueblo. El modelo pedagógico propuesto privilegia lo popular, lo práctico, lo manual y lo libertario, la educación sin disciplina ni castigo que fomenta la iniciativa, que atendiendo a las emociones busca resolver conflictos y que, por encima de todo, quiere educar personas libres. Curiosamente, las obras de Casona hoy se publican en ediciones pensadas para un público juvenil. Estos lectores se sorprenden de los métodos pedagógicos tan autoritarios que la obra rechaza, comparándolos con los actuales, pero que, desde luego, no son tan libres como los propuestos. Otro ejemplo, en el que quizás tampoco hemos avanzado, es la cuestión de la coeducación o el hecho de permitir que educandos de ambos sexos compartan espacios. Este era un debate que se daba en la sociedad de entonces y que, hoy en día, parece no estar superado y en donde la Iglesia sigue jugando un papel importante. Con lo cual, este texto de Casona, en nuestro contexto, nos seguirá haciendo reflexionar sobre nuestro sistema educativo y en la necesidad de revolucionar mucho más nuestra forma de enseñar y aprender.

En “Teoría y práctica pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza (1876-1936): una revisión crítica”, Christian Roith ahonda en la crítica recurrente que habla de la naturaleza exclusiva y elitista de la Institución, apoyándose en un estudio publicado en los años 1980 donde se les acusa a los integrantes de la misma de ser los “arquetipos pedagógicos pequeño-burgueses” que buscaron un mundo más justo, sin considerar la posibilidad de una revolución proletaria. No es que la Institución no estuviese concienciada con las necesidades de los trabajadores y campesinos, sino que parecían creer saber qué les convendría, adoptando así una actitud paternalista. A pesar de ello y de las diferentes opiniones sobre la acomodación de la filosofía krausista a la realidad española, la fundación de una serie de nuevas instituciones influyó decisivamente en la vida social, intelectual y política de los intelectuales españoles de principios del siglo XX. Por ejemplo, la Residencia de Estudiantes se convirtió en punto de referencia para artistas y científicos españoles e internacionales y las Misiones Pedagógicas combatieron el analfabetismo entre la población rural y propagaron la cultura.

Diego Armando Alías Santos nos describe la experiencia de la propuesta escénica, que se realizó desde el Aula de Teatro de la Universidad de Almería, para trabajar la temática de la educación en el teatro. A causa de las restricciones impuestas por la COVID-19, el reto fue realizar una lectura dramatizada online de Nuestra Natacha, adaptando el texto y la representación a este formato. Lo que más les sorprendió fue cómo esta obra podía presentar temas tan actuales como la violación a una de las muchachas y el eterno conflicto entre la educación más conservadora y otra más progresista.

En el último ensayo que recoge este libro, Margarita Isabel Asensio Pastor, partiendo del panorama editorial español de principios del siglo XX, realiza una panorámica histórica de las sucesivas ediciones de Nuestra Natacha. Entre el estreno de la obra en Barcelona y el de Madrid, aparece ya la primera edición impresa de la obra, el 1 de enero de 1936, con un gran éxito de ventas. En los años 40 se localizan una serie de ediciones en suelo americano. Durante los años 50, se publica Nuestra Natacha en una edición que aglutina toda la producción de Casona, a cargo de la editorial Aguilar. Posteriormente, tendrá sucesivas ediciones en los años 70 y 80, pero cabe destacar que las últimas ediciones conocidas tienen un carácter didáctico, publicadas en España por la editorial Vicens Vives y Castalia. Ello revela la incorporación de este autor en el Currículum de Lengua Castellana y Literatura española, comprensible por la claridad de su escritura y, además, por la temática. Temas que ahondan en los contenidos transversales educativos como la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, basándose en la igualdad de derechos y deberes (la visibilización de la participación de la mujer en el desarrollo de proyectos pedagógicos y la coeducación) y en el aprendizaje respecto a la prevención y resolución pacífica de conflictos en todos los ámbitos de la vida (en este caso, en el terreno de la pedagogía).

En definitiva, la compilación ensayística que nos ofrece este libro, en este estudio pedagógico sobre el teatro a través del “dramaturgo-pedagogo” Alejandro Casona y su Nuestra Natacha, nos afianza en la certeza de que el teatro es un gran recurso didáctico en nuestras aulas. Además de ser una herramienta pedagógica, lúdica, motivadora y multidisciplinar también favorece el desarrollo de la capacidad de poder analizar situaciones y planteamientos muy diversos que les ayuden a los educandos a construir su pensamiento crítico. El teatro es un recurso didáctico que involucra al alumnado de forma integral y le ayuda a la adquisición de todas las competencias básicas del currículo.