
En estos tiempos de Wikipedia y Chat GPT tiene poco sentido iniciar una semblanza con un aluvión de datos: Todo está al alcance del ratón.
Permitidme por tanto que para hablar de José Luis Alonso de Santos, a quien la AAT nombró Socio de Honor en el año 2022 me remita a los recuerdos, que son vívidos, dado que mi vida se cruzó con la de Jose Luis en una etapa decisiva de mi formación.
Todos somos conscientes de la importancia de Jose Luis como autor teatral. También de su actividad como director, docente y activista cultural, como cofundador de grupos como TÁBANO, TEI y finalmente, TEATRO LIBRE. Su nombre está unido, por tanto, a los de compañeros tan queridos como Juan Margallo, Fermín Cabal, y muchos otros que configuran aquella generación que, en los años 60 y 70 dio lugar al nacimiento y desarrollo Teatro Independiente de aquella España predemocrática: una generación que se sintió con las ganas y el deber de agitar a la sociedad, sacarla de un largo marasmo y hacer que volviera a soñar, en la confianza en que el sueño puede desembocar en deseo, y el deseo en propósito y el propósito en acción.
Decir Teatro Independiente, es traer a la imaginación furgoneta, viajes, condiciones de trabajo duras, precarias, económicamente agónicas, y también vitalidad, disfrute de la vida, aventura y el propósito de desarrollar un proyecto artístico, estético y también ideológico al margen de los circuitos convencionales de teatro comercial o institucional. De todo esto se ha hablado sobradamente, con mayor o menor rigor, tamizado o traicionado por la nostalgia; pero a veces se olvida que había también muchísimo trabajo, entrega, talento y fuerza de voluntad.
Porque, si hubiera que resumir la (larga: 65 años nos contemplan) vida artística y profesional de Alonso de Santos, se podría abarcar con una sola frase: el triunfo de la voluntad: Jose Luis es, y resulta sencillo comprobarlo, una persona vital, divertida, ingeniosa, intuitiva, rápida, con penetrante mirada de pájaro que nos avisa de su aguda inteligencia, con su sentido del humor escéptico, divertidísimo narrador, dispuesto a laminar cualquier tentación de solemnidad… Pero la constatación de todas estas cualidades puede opacar el hecho de que detrás de todo ello ha habido y hay una formidable capacidad de trabajo, de sentido práctico, un afán de aprendizaje que sigue siendo aún hoy el de un aprendiz y una búsqueda continua que sigue traduciéndose en largas horas de lectura y estudio de nuestros clásicos, a quienes tantas veces ha adaptado y reinterpretado, con quienes dialoga de tú a tú desde hace décadas, al mismo tiempo que creaba una serie de obras que constituyen una crónica en vivo del mundo que le ha ido tocando vivir: las obras de Jose Luis, particularmente a partir de los años 80, conforman un retablo de la vida urbana de una época: no sólo en base a los personas e historias, tantas veces situados en los bordes de la marginalidad, sino, especialmente, en el lenguaje y las formas de expresión.
Los personajes de esas obras de nuestro autor se mueven entre una realidad dura, a veces inmisericorde, siempre complicada, y sus sueños y proyectos: porque todos ellos sueñan; y, como no puede ser de otro modo en el teatro, sueñan en voz alta, permitiéndonos contemplar, entre la sonrisa y la congoja, el mundo que es y el que podría ser, el mundo que tienen y el que creen merecer.
Voluntad, voluntad, voluntad.
Trabajo, trabajo, trabajo.
De todos es sabido que la obra más señera de este ciclo contemporáneo de obras creadas desde los años 80 es Bajarse al Moro. Supongo que a estas alturas ver de nuevo repetido este título puede provocar un cierto hastío en su autor. Pero me permito traerlo una vez más a colación porque considero que es una comedia perfecta. Por construcción, ritmo, desarrollo de personajes, el perfecto acoplamiento entre la trama y el tema, sus gags y réplicas memorables y su lúcida nobleza. Habrá quienes la amen más o menos, y quienes tengan otros textos del repertorio, faltaría más, en más alta estima: pero Bajarse a Moro es una obra maestra y de referencia a la hora de abordar la escritura de una comedia. Permite ser leída y releída sin perder ni pizca de eficacia, incluso si los referentes espacio temporales no son compartidos por el lector. Y en esto consiste se un clásico. Permítaseme mostrarme rotundo al respecto Bajarse al Moro es una comedia perfecta.

La otra gran obra de Jose Luis es, a mi entender, su formidable Manual de Escritura Dramática. Sin ninguna duda, el mejor del que disponemos escrito en lengua española. Un destilado de años de estudio, práctica y experiencia. No me canso de recomendarlo ni de recibir agradecimientos por ello: su ordenadísima construcción, la riqueza de ejemplos, la expresividad con que se desarrollan los conceptos… una manera de abordar la creatividad desde el análisis, y una generosísima manera de compartir los conocimientos atesorados a los largo de una vida.
Huelga, repito, enumerar las obras y logros de Jose Luis como director, adaptador, gestor, docente… afortunadamente para él, ha recibido reconocimientos, galardones de los que, siempre con una sonrisa algo irónica, ha podido disfrutar: ahí está, a tiro de click, la relación de esos logros.
Más difícil de recoger es, en cambio, su capacidad didáctica, la generosidad con los más jóvenes, su inmenso amor —felizmente correspondido— por el teatro; no hay Wikipedia que pueda reseñar la sabiduría con que es capaz de contextualizar cada hecho, cada momento, siempre lejos de las lecturas simplistas; alérgico al victimismo, al sentimentalismo y a la acomodación.
El honor fue nuestro, querido maestro.