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Las Puertas del Drama

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DRAMA 62

Las Puertas del Drama
LA ACCIÓN:
DIÁLOGO Y/O MONÓLOGO
Nº 62

SUMARIO

Presentación

  • La acción: diálogo y/o monólogo
  • Miguel Signes
  • Cristina Santolaria Solano
  • La acción: diálogo y/o monólogo
  • Miguel Signes
  • Cristina Santolaria Solano

LA ACCIÓN: DIÁLOGO Y/O MONÓLOGO

  • El verbo y la acción en el teatro: dos miradas y cuatro ejemplos acerca de la acción desde la escritura y la práctica escénica
  • Sònia Alejo
  • Una acción documental
  • Ignacio Amestoy
  • El diálogo entre ficciones y presencias
  • Ernesto Caballero
  • Acción dramática y autoficción. Una canción italiana
  • Javier de Dios López
  • Formas monológicas en las Nuevas Escrituras Escénicas
  • José Gabriel López Antuñano
  • Palabras que hieren, cuerpos que sanan (En defensa de un giro performativo para la dramaturgia textual)
  • Juanma Romero Gárriz
  • El arte del monólogo
  • José Sanchis Sinisterra
  • El verbo y la acción en el teatro: dos miradas y cuatro ejemplos acerca de la acción desde la escritura y la práctica escénica
  • Sònia Alejo
  • Una acción documental
  • Ignacio Amestoy
  • El diálogo entre ficciones y presencias
  • Ernesto Caballero
  • Acción dramática y autoficción. Una canción italiana
  • Javier de Dios López
  • Formas monológicas en las Nuevas Escrituras Escénicas
  • José Gabriel López Antuñano
  • Palabras que hieren, cuerpos que sanan (En defensa de un giro performativo para la dramaturgia textual)
  • Juanma Romero Gárriz
  • El arte del monólogo
  • José Sanchis Sinisterra

Nuestra dramaturgia

  • Luis Matilla,
    el hombre de las cien escrituras
  • Cristina Santolaria Solano
  • Una aproximación al teatro de Francisco Nieva: intertextualidad y transgresión en Manuscrito encontrado en Zaragoza
  • Urszula Aszyk
  • La SGAE da voz a la dramaturgia contemporánea española a través de un multitudinario congreso
  • Juana Escabias
  • Luis Matilla,
    el hombre de las cien escrituras
  • Cristina Santolaria Solano
  • Una aproximación al teatro de Francisco Nieva: intertextualidad y transgresión en Manuscrito encontrado en Zaragoza
  • Urszula Aszyk
  • La SGAE da voz a la dramaturgia contemporánea española a través de un multitudinario congreso
  • Juana Escabias

Socio de honor

  • José Luis Alonso de Santos
    (Socio de Honor 2022)
  • Ignacio del Moral
  • José Luis Alonso de Santos
    (Socio de Honor 2022)
  • Ignacio del Moral

Cuaderno de bitácora

  • LA GENEROSIDAD.
    Escribir junto a otras manos
  • Xavier Puchades
  • LA GENEROSIDAD.
    Escribir junto a otras manos
  • Xavier Puchades

Dramaturgia extranjera

  • Dos veces Philip Ridley
  • Pilar Massa
  • Dos veces Philip Ridley
  • Pilar Massa

Infancia y juventud

  • La acción en el nuevo teatro
    para la infancia
  • Adrián Novella
  • La acción en el nuevo teatro
    para la infancia
  • Adrián Novella

Teatro Exprés

  • Teatro Exprés, 2024
  • Úrsula Moreno Ortega
  • Teatro Exprés, 2024
  • Úrsula Moreno Ortega

Reseñas

  • Los “Entremeses”
    de José Moreno Arenas
  • Juan Mairena
  • Antonio Gala a escena,
    de José Romera Castillo
  • María del Carmen Hoyos Ragel
  • Teatre Complet 1 y 2,
    de Rodolf Sirera
  • Cristina Santolaria Solano
  • Teatro Caníbal Completo
    Volumen VII,
    de Francisco Morales Lomas
  • Rafael Ruiz Pleguezuelos
  • Los “Entremeses”
    de José Moreno Arenas
  • Juan Mairena
  • Antonio Gala a escena,
    de José Romera Castillo
  • María del Carmen Hoyos Ragel
  • Teatre Complet 1 y 2,
    de Rodolf Sirera
  • Cristina Santolaria Solano
  • Teatro Caníbal Completo
    Volumen VII,
    de Francisco Morales Lomas
  • Rafael Ruiz Pleguezuelos
  • junio 2025

LA GENEROSIDAD.
Escribir junto a otras manos

Xavier Puchades

Escribimos para buscar alguna salida. Una salida que nos lleva a escribir de nuevo. Un laberinto que crece en nuestra bitácora personal y que nos permite estar en un movimiento constante. Escribimos para no estar quietos en ese laberinto, para rebuscar por sus rincones, por pasillos habitualmente sucios, con manchas de humedad, con huellas de los que siempre pasaron antes. Seguimos esos pasos, igualmente perdidos. Escribimos, como dice Marta Sanz en Los íntimos, para salir de todo tipo de compuestos asquerosos, engrudos mentales: amor, enfermedad, miedo, desdichas infraestructurales o neuróticas. Y todo eso, mientras la edad nos difumina. Olvidamos que no aprendimos a andar o a escribir solos, siempre hubo cerca otras manos. En algún momento, alguien decidió que escribir era un acto de soledad, un alejarse del mundanal ruido. Quizás, porque escribir implica pensarse las cosas más de dos veces. Otra cosa es que dispongamos de ese tiempo, demasiado atareados en el mundanal ruido, ese remolino de agua en el desagüe. Cuando me sentía sin tiempo, dejaba de escribir. Y era doloroso no experimentar ese ejercicio placentero de pensar las cosas dos veces, de buscar salidas, de escuchar con atención el ruido del mundo dentro. Por eso, desde hace unos años, trato de compartir el tiempo de escritura con otras personas, acompaño o me acompañan de diferentes maneras. No se trata de aprovechar el tiempo, sino de salir a pasear con otras personas por los pasillos mugrientos de nuestros laberintos comunes. Busco el contagio de otros engrudos mentales. En compañía, se quita mejor el barro.

Xavier Puchades.Foto: Laia Cardenas.
Xavier Puchades.Foto: Laia Cardenas.

Las presentaciones

Jorge Fuentes no es un autor. Es un amigo de la adolescencia, del pueblo de mi madre. Juntos aprendimos las imposiciones y convenciones de género: la competitividad, el sudor, lanzar piedras, las borracheras, alguna pelea. El aprendizaje por imitación de una masculinidad que en nosotros hacía aguas: en secreto, claro, leíamos libros y escribíamos poesía. Jorge escribía haikus mientras su padre escondía en el sótano un hurón para cazar conejos. Crecimos algo híbridos en un mundo que nos uniformaba: la misma ropa, los mismos ciclomotores, los mismos juegos… Pasaron los años, dejamos de vernos. Un día de 2015 quedamos a comer, yo seguía escribiendo y él era profesor de Educación Física. De jóvenes, nos obsesionó una temporada jugar al frontón, él gano después algunos premios comarcales. Yo, algunos premios de teatro, la mayoría locales. Ese día, en la comida, me habló de su Tesis: Educación Física y Deporte en personas Trans. Mi amigo de la adolescencia leía a Judith Butler. Y volvió a pasar el tiempo. Mensajes anuales de WhatsApp: “Hoy he visto a tu padre paseando” o “¿Te vienes de excursión y almorzamos después con estos?”

Luca.Svert tampoco es autor. Cuando era aún más joven, se apuntó a algunos cursos de teatro y de danza. Por entonces escribió algunos poemas para publicaciones de su ciudad, Utiel, después ha seguido haciéndolo en sus redes sociales. Tiene buena voz. Formó parte de una coral cuatro años, con ella viajó por España y llegó a cantar una noche en Francia. Lo de la coral era una excusa. En realidad, le habría gustado protagonizar The Rocky Horror Picture Show y morir en una piscina. Trabajó un tiempo de monitor, su primer empleo, y más tarde en un bingo. El mismo bingo donde trabajaba su madre y donde Lucas sigue aún hoy trabajando. Entre 2017 y 2021, protagoniza un estudio coordinado por Jorge Fuentes, su profesor en el IES Alameda de Utiel. El mismo instituto que el 29 de octubre de 2024 desapareció bajo el fango. Afortunadamente, ese fatídico día, el alumnado se quedó en casa. Jorge ya era el director de ese centro y sospecho que algo tuvo que ver para evitar una tragedia. A Lucas, lo conocí después de la pandemia en Valencia, cuando empezaba a estudiar Animación Sociocultural y Turística. Me encantan sus fotos en el Instagram, rincones y fachadas de nuestro laberinto urbano, su feísmo enigmático y bello, la luz. En muchas de estas imágenes, los seres humanos han desaparecido y, sin embargo, no transmiten una sensación de soledad. Sientes la compañía de su mirada, de la mirada de Lucas. Me gustan sus autorretratos (no son selfies), esos que cuestionan la identidad pétrea, la que regresa con fuerza en estos tiempos sucios, la que teclea insultos por las redes sociales y da palizas en grupo por las calles.

Ni Jorge ni Lucas son autores, al menos oficialmente, pero en esta obra lo han sido. Me han acompañado por este laberinto del que hemos buscado juntos a palpas la salida.

Mensaje de WhatsApp del 11 de diciembre de 2020: “¿Quedamos a tomar un café y conoces a Lucas?”

Los desarrollos

En 2019, en una de esas excursiones anuales por la montaña –en la adolescencia eran “exploraciones”, sonaba mucho más épico– Jorge me propone escribir un etnodrama sobre Lucas, un alumno suyo. Desde hace un tiempo, Jorge ejercía de Coordinador de Igualdad y Convivencia en el IES Alameda y había puesto en marcha un proyecto de innovación e investigación con el objetivo de concienciar en la inclusión de personas trans en la comunidad educativa. El gobierno valenciano acababa de aprobar su ley trans y el autobús sin pasajeros de Hazte Oír llevaba unos meses paseándose por el mundo, haciendo su engañoso ruido con el eslogan: «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen». Mientras todo esto sucede, en aquel instituto de Utiel se realizan seminarios para alumnado, familiares y profesorado en los que colaboran asociaciones como Lambda Valencia o Chrysallis, así como personal investigador de la Universitat de València y de la Universidad Autónoma de Madrid. Se organizan actividades de reflexión y acciones pedagógicas, algunas de carácter performativo o teatral donde se involucra creativamente al alumnado. Se habla sin miedo, con curiosidad y respeto, se crea un espacio seguro que favorece que Lucas haga pública su identidad trans. No se engañó a nadie, simplemente se permitió que la educación pública cumpliera su principal función: compartir conocimientos desde la crítica y la tolerancia. Ser amables.

Como apunta Santiago Alba Rico: “Comprender y ser amables, prácticas gemelas y hasta siamesas, son verbos dotados hoy de un valor casi revolucionario. (…) Renunciar a comprender el mundo, renunciar a ser amables con el otro, significa sustituir la banalidad del bien y sus curativos efectos inconmensurables por la banalidad del mal y su eficacísima contabilidad mortal”. Tanto la comprensión como la amabilidad son prácticas que requieren atención y esa atención es lo que se prestó en ese instituto a un tema acuciado por la velocísima actualidad, esa que no nos permite pensar las cosas dos veces.

A pesar de ese acto de amabilidad, en un principio, dudo: ¿Acepto el encargo? En este caso, el síndrome del impostor me mira amenazante, asustado. ¿Quién soy yo para hablar de…? Por entonces, seguía sin leer a Butler, tampoco a Preciado, ni a Duval, ni a Missé, ni a Malatino… Decido entrar por la puerta que creo conocer mejor: leo teatro protagonizado por personajes trans, leo obras de Pedrero, Gámez, Rosich, Portell… El tono y la perspectiva de cada pieza es completamente diferente. Jorge me envía una selección de artículos académicos y una carpeta donde se recogen las entrevistas que había realizado a Lucas, además de otros materiales surgidos de la aplicación de diversas metodologías cualitativas. He de confesar que, en un primer momento, la idea de Lucas como objeto de estudio académico me incomoda. Sin embargo, cuando empiezo a leer todo aquel material en bruto, olvido mi inicial reticencia y me dejo llevar. Aquellas entrevistas emanaban una total complicidad y confianza entre el investigador y el investigado, se respiraba una afectuosa generosidad compartida.

Entre todo aquel material, había un relato precioso coescrito entre Lucas y Jorge en el que aparece de pasada un personaje que llama mi atención, un alumno cazador que un día degüella un gazapo enfermo en el patio del instituto. Ese instituto que describen los autores, su atmósfera, me resulta familiar. He estado allí antes, reconozco el mismo olor a orina fermentada, pan mojado y fiambre de los baños de los chicos. No tomo notas. Cuando leo la primera entrevista a Lucas, inmediatamente devoro las siguientes. Tampoco tomo notas. Stalkeo sus redes sociales: leo sus reflexiones nocturnas y sus poemas, disfruto con su sentido del humor, veo su frustrado intento de convertirse en Youtuber durante la pandemia, descubro sus referentes musicales y cinematográficos, miro las fotos que cuelga cada día… Y con todo aquello, de nuevo, siento una agradable familiaridad y, quizás por ello, sigo sin tomar notas. Cuando lo conozco en persona, soy un experto en su vida, al menos en su vida fragmentaria: la investigada y la virtual. Él no sabe que tiene delante a su más entregado seguidor. 11 de diciembre de 2020: “¿Cómo hacemos esto?” Y responde: “Como quieras, pero sin dramas. No quiero dramas”. Y en aquella terraza, entre risas, quedó claro el tono de La generosidad.“¿Conoces The Rocky Horror Picture Show?”

Por entonces, empecé a referirme al etnodrama como “el texto”, todavía no tenía título ni forma. La idea original del proyecto era devolver al instituto algo nuevo a partir de lo que allí había nacido. Pensamos que el resultado podría ser un material pedagógico interesante para leer, disfrutar y debatir en clase. Un material que viajara después a otros institutos. Configuramos así el lector ideal, el destinatario principal del “texto”. Y el primer lector fue, por supuesto, su protagonista: Lucas. En los primeros meses de 2021, fui escribiendo escenas que hacía llegar primero a Lucas y, después, a Jorge. El constante intercambio de opiniones –a veces hablábamos de cosas que no tenían nada que ver con el “texto”– me ayudó a conocer mejor a Lucas, al real y al que empezaba a crecer ficcionalmente.

Se trataba también de eso, de difuminar las fronteras entre la supuesta realidad y la ficción. “De habitar en el umbral que separa (o une) la realidad y la ficción”, como dice Nieves Rodríguez Rodríguez en la primera bitácora aquí publicada. La generosidad, por su documentación de partida, se acercaba inevitablemente al biodrama. Frente al relato, la experiencia de vida: residuos íntimos de lo real. De igual manera que no había tomado notas antes, no planifiqué después. Sin escaleta previa, me lanzo entonces a lo impredecible. Mi cabeza se llena de voces que opinan sobre Lucas, que lo increpan y amenazan, que lo arrullan y cuidan, que lo desconocen y reconocen. La obra no pretende visibilizar ni dar voz a Lucas, ya se visibiliza y se da voz él solo. Lucas me permite escuchar su voz y yo me comprometo a ofrecerle toda mi atención. Ese es nuestro pacto amable. Y escena a escena se fue visibilizando el verdadero problema: la transfobia en sus diferentes grados, desde los más inocentes a los más agresivos. Simplemente, se mostraban. Situaciones y comentarios cada día presentes en la vida de Lucas.

Inconscientemente, acabo invirtiendo un recurso habitual en la comedia: el del pez fuera del agua. Porque ese pez no era Lucas, Lucas era el agua. Los peces eran el resto de personajes que vivían en su interior, los mismos que le rodeaban en el exterior, pero distorsionados, enturbiados por ese líquido acuoso engañosamente transparente. Yo mismo soy uno de esos peces. Mi deseo es que Lucas sienta que nos fotografía. ¿Es esto un biodrama, una comedia o… fotografía submarina? Cada escena que escribo, subo la apuesta en exageración y distorsión de los acontecimientos. ¿Tomo distancia ante situaciones que cuesta creer que sigan siendo reales? Este exceso de “teatralidad” a partir de material real viene determinado sin duda por el contagio de una de las referencias favoritas de Lucas, The Rocky Horror Picture Show. 

The Rocky Horror Picture Show
The Rocky Horror Picture Show.

Progresivamente, parece que pierdo el miedo a escribir sobre un adolescente para otros adolescentes, pero en realidad estoy aterrado. Lucas y Jorge me contagian su pasión, me animan sus comentarios y sus risas. “Me está gustando bastante”, dice Lucas tras leer las dos primeras escenas. ¿Qué pretendo? ¿Qué se reconozca en la obra? ¿Qué se distancie? ¿Las dos cosas? Mientras escribo, todo resuena en mi interior de alguna manera. Regresan a mi memoria recuerdos no muy agradables de un pasado escolar que había borrado. “Su única estrategia de defensa es llorar”, escribe en el boletín de notas mi tutora de 5º de EGB sobre mí…  Mi masculinidad haciendo aguas. Quizás, con la excusa de Lucas, estoy escribiendo sobre el adolescente que me habría gustado ser en el instituto. ¿Quién soy yo para hablar de…? No hay nada más complejo y más frágil que la construcción de la identidad en la adolescencia. Una identidad pendiente del más completo azar y que, si todo sale bien, no acabará de solidificarse nunca.

En el proceso de escritura, releo alguno de los artículos que me ha enviado Jorge. En uno de ellos, Nelson M. Rodríguez define el concepto de “generosidad trans” como “la capacidad que tienen los cuerpos e identidades genderqueer para crear críticamente nuevos tipos de relaciones y espacios sociales de ayuda (generizados) cuando sus cuerpos e identidades son vividas abiertamente de un modo que problematiza el lenguaje normativo, la lógica y la estructura del bigenerismo”. Mi objetivo, compartido en todo momento con Lucas y con Jorge, fue precisamente ese: conseguir que la obra escapara de la norma, de las lógicas establecidas por la exigencia del binarismo de género, que la obra pudiese así vivir abiertamente su propio cuerpo y su identidad igual que lo hacía Lucas desde su abrumadora generosidad. Y ahí, por fin, apareció el título.

Los desenlaces

En junio de 2021, empezamos a compartir el texto para ver si nos habíamos perdido demasiado en nuestro propio laberinto y no habíamos conseguido encontrar la salida. Leen entonces la obra amistades que se dedican a la educación, alumnado joven de talleres escritura, personas del colectivo LGTBIQ+… “Me ha pasado que he ido descubriendo, casi como Lucas, casi como un nacer compartido. Eso es, cuando lo leía me sentía parte del proceso compartido desde un no sabemos qué somos, nosotros tampoco”. “Tengo que confesar que esperaba más tacto, por decirlo de alguna manera, al decirme que estaba dirigido a adolescentes. Pero siento que no se infravalora su capacidad como lectores/espectadores”. Transcripción de un audio: “Está muy chula para adolescentes, bueno, para todo el mundo realmente. Hay momentos absurdos o mágicos que potencian lo posible, cómo que se sitúan fuera de lo real o de lo que pensamos que es real y que va muy en la línea de lo que pensamos sobre el género o el sexo en cuanto a explorar la potencia de lo posible (…) Me gusta que Lucas no sea una generalización, que viva su vida así, en su particularidad (…) Me preocupa que se pueda entender como una lectura frívola, que no lo es, tiene su peso, y se agradece el humor y que el desenlace no sea el suicidio del protagonista trans”. Sobre padres y madres: “Supongo que tienen un sentimiento de culpabilidad e impotencia, de no entender el porqué de su situación y no saber qué hacer. Pero nadie nos enseña a hacer, ni a vivir ni a morir. Creo que solo podemos escuchar y acompañar. Quizás, los padres y madres, los entornos familiares y educativos necesitan escuchar testimonios como el de Lucas a través de esta obra u otras similares que no banalicen ni adoctrinen”.

A medida que llegaban las opiniones, tomaba notas (ahora sí) y las compartía con Jorge y Lucas. Todas esas voces lectoras transformaron la obra, la fueron cincelando, ayudaron a su organicidad, a su particularidad. Finalmente, decidimos que era el momento para que la madre de Lucas la leyera. Al poco tiempo, envió estos mensajes a su hijo: “No he pasado de la pagina 6, qué llorera (…) Me faltan nueve páginas. Estoy asimilando (…) Te pido perdón por las veces que no he sabido comprenderte a la primera (…) Me parece una pasada el enfoque que tiene. Cómo está tratado el tema: directo, impactante, pero con mucho tacto y respeto. Debería estar en las PGA (Programación General Anual) de los centros educativos. (…) ¿Se la puedo pasar a los tíos y al abuelo? Pide permiso”. Que la madre de Lucas nos pidiera permiso para pasárselo a sus familiares fue uno de los mensajes más emotivos que recibimos. Después se la enviamos a más madres… Y todas mostraron un agradecimiento sincero.

Animados por la recepción positiva, pensamos que una buena manera de poder hacer llegar la obra a los institutos era su publicación. Para ello, la mandamos a un par de premios de teatro infantil y juvenil. No tuvimos éxito. Lo intentamos con otro más sin esa especificidad en el target. Tampoco. De uno de ellos, por casualidad, nos llegó un comentario de algunos miembros del jurado. Algo así como que ya había muchos textos sobre personas trans, que el tema estaba ya muy quemado y que este era además demasiado panfletario. Saber esto, nos bloqueó. Pasaron un par de años y teníamos la sensación de habernos quedado solos paseando por nuestro laberinto en el que ahora crecían plantas y flores. Finalmente, en el verano de 2024, probamos suerte con el premio Leopoldo Alas Mínguez de la Fundación SGAE y la Asociación Cultural Visible. Era nuestro último intento y, esta vez, sí. La alegría fue enorme. La valoración de los miembros del jurado (José Manuel Lucía Megías, Queralt Riera, Jesús Torres, Fátima Delgado y Pere Riera) nos emocionó: “una delirante metáfora llena de humor en la que múltiples y contradictorias voces componen un collage de la sociedad española actual en la que conviven los más avanzados derechos junto a ideologías ultrarreaccionarias que buscan revocarlos. De este modo, a través de la cotidianidad de un instituto y echando mano de un lenguaje coloquial, fresco y directo, el autor nos conecta con el presente y con las voces de la juventud, componiendo un texto valioso, porque narra una historia compleja que busca el diálogo entre opiniones opuestas, sin querer generar confrontación y dejando siempre espacio para el entendimiento y la tolerancia. El protagonista, Lucas, aspira tan solo a lo más íntimo y sagrado: ser. O lo que es lo mismo, vivir sin que nadie decida por él y sin que nadie le diga cómo debe hablar, comportarse o vestir. Lucas lo único que quiere es ser libre”.

Xavier Puchades, ganador del XVIII Certamen Internacional Leopoldo Alas Mínguez (Premio LAM 2024) convocado por la Fundación SGAE y la Asociación Cultural Visible. Fuente: sgae.es
Xavier Puchades, ganador del XVIII Certamen Internacional Leopoldo Alas Mínguez (Premio LAM 2024) convocado por la Fundación SGAE y la Asociación Cultural Visible. Fuente: sgae.es

LAS PUERTAS DEL DRAMA · ISSN 2255-4483 · © 2023