A través de diferentes conferencias y mesas redondas, el “Congreso de Dramaturgia Contemporánea” de la SGAE, ofreció a un significativo grupo de autores y autoras la posibilidad de reflexionar sobre sus creaciones y sobre su trabajo en los entornos profesionales.
Los días 9 y 10 de diciembre de 2024 se celebró en Madrid el “Congreso de Dramaturgia Contemporánea”, organizado por la SGAE casi como colofón de los actos conmemorativos de los 125 años de la fundación de esta entidad. La iniciativa convocó como ponentes a casi una treintena de destacados autores y autoras, representantes de lo más significativo del panorama dramático actual en todas sus tendencias, lenguas, estilos y puntos de vista, que a lo largo de dos jornadas intensivas en las que las conferencias y mesas redondas se sucedieron sin descanso, debatieron sobre numerosos aspectos de la profesión. El Congreso contó con la colaboración del Ministerio de Cultura, y cosechó un extraordinario éxito de público. La avalancha de solicitudes para asistir al evento fue de tal magnitud, que sus organizadores se vieron obligados a cambiar el enclave preparado en un principio (una de las salas del Teatro Valle Inclán de CDN) por el auditorio Jorge Semprún del Ministerio de Cultura, con capacidad para más de doscientas personas que, desde primera hora de la mañana, hicieron cola para asistir al evento, poniendo de manifiesto el interés que despierta la dramaturgia española no sólo en el propio sector (numerosos dramaturgos, productores o actores estuvieron presentes) sino también entre los estudiantes, investigadores y profesores acreditados que llenaron el auditorio. El evento fue asimismo seguido por streaming.
Las dos intensas jornadas se inauguraron con una conferencia del dramaturgo y guionista Antonio Onetti, presidente de la SGAE, que recordó con agradecimiento y emotividad a los padres fundadores de una entidad que hoy supera los 140.000 socios, “nueve dramaturgos y compositores de Zarzuela, cansados de que nadie defendiera sus derechos de autor frente a los empresarios que dominaban el mercado e imponían sus condiciones, decidieron unirse y crear la Sociedad de Autores Españoles el 16 de junio de 1899”. Onetti enumeró las múltiples actividades realizadas a lo largo de 2024 para esta celebración y recalcó que la principal seña de identidad de la casa es apoyar incondicionalmente a sus socios, así como representar toda la diversidad estilística y temática de autoras y autores que conviven bajo sus siglas y a las cuatro lenguas oficiales que conviven en España. En su intervención, mencionó a los que él denominó “los maestros”, los veteranos dramaturgos que continúan en activo, como Alonso de Santos, Sanchis Sinisterra, Sirera o Martínez Mediero, y a los recientemente desaparecidos, como Fermín Cabal, Jerónimo López Mozo y Guillermo Heras. En la inauguración también intervinieron el director del CDN, Alfredo Sanzol, que animó a todos a escribir “para rebasar los límites” y la directora general del INAEM, Paz Santa Cecilia, que destacó la excepcional vitalidad de la dramaturgia española actual, así como la oportunidad que suponía la convocatoria para el intercambio de saberes.
El Congreso se estructuró formalmente en torno a mesas, comunicaciones y diálogos, con una sublime y poética conferencia inaugural impartida por Alberto Conejero, en la que el jienense recalcó la condición disruptiva del oficio dramatúrgico, ejemplificada en la censura que sufrió la representación de “La caída de Mileto” de Frínico en el siglo V A.C., y habló de las dificultades inherentes a una profesión tan escasa de oportunidades y espacios para la representación y que convive con el menosprecio de una parte de las autoridades. Su reflexión final transitó por la crisis de atención del público moderno en relación con el teatro, especialmente el más joven.
Ernesto Caballero, dramaturgo y exdirector del CDN que hoy es uno de los cuatro vicepresidentes de la SGAE, moderó la mesa dedicada a la escritura en el límite concebida como herramienta para la transformación social, en la que participaron María Goiricelaya,Pablo Remón y Lola Blasco. Este debate giró en torno a la responsabilidad de los autores con el avance social, la lucha contra la polarización simplista que invade nuestro presente, las fórmulas que permiten al teatro competir con formatos como el cine y las series, la esperanza que suponen las nuevas generaciones como público y recambio autoral y las formas veladas de censura. Pablo Remón manifestó que su compromiso se centra en la obra y en la “responsabilidad poética”; María Goiricelaya, defensora de un teatro con múltiples lecturas políticas y comprometido con la reflexión y la sociedad, abordó las diferentes formas de censura que cohabitan en nuestro tiempo. Lola Blasco, subrayó, entre otros temas, que cada vez cuesta más estrenar, que se tiende a un teatro visual y a favorecer en las programaciones lo que no molesta.
La censura y sus males también fue tema central en la comunicación del presidente de honor de la AAT, Jesús Campos, que realizó una cronología histórica de las artes prohibitorias en relación el teatro, sufridas por él en primera persona durante el franquismo y el inicio de la transición. Como fórmula para contrarrestar a la censura en la actualidad, Campos defendió la creación de asociaciones de espectadores con voz y voto en la elaboración de las programaciones teatrales.
Las dos mesas vespertinas del día de la inauguración fueron dedicadas a la redefinición del personaje en las nuevas formas de construcción dramática y a la comedia como vehículo para la reflexión crítica. En la primera intervinieron Ana López Segovia, Josep María Miró y Patxo Tellería, moderados por Itziar Pascual. Miró y Tellería apelaron a la fidelidad a la cultura local y a sus raíces como forma de alcanzar lo universal, y López Segovia criticó las exigencias moralistas que sufren los personajes femeninos y las autoras que se atreven a poner sobre la palestra temas y puntos de vista considerados impropios para las mujeres. En la segunda mesa, Denise Despeyroux, Juan Carlos Rubio y Paco Gámez abordaron el humor como vehículo para la reflexión crítica, coincidiendo todos ellos en la lamentable infravaloración que sufre la comedia como género. Denis Despeyroux reconoció el difícil posicionamiento de los autores en un mundo como el de hoy, en el que la ironía puede ser malinterpretada. Paco Gámez corroboró esa dificultad en una sociedad en la que cada vez “existen más matices”.
La segunda jornada del Congreso arrancó con una intervención que supuso auténtica clase magistral, un fructífero diálogo sobre la dramaturgia como espacio físico y emocional entre Juan Mayorga y la dramaturga y directora argentina Andrea Garrote. Mayorga alertó sobre la dificultad para constreñir lo dramático en simplistas definiciones y destacó el rito inherente a todo acto teatral, así como el ejercicio de generosidad y de sentido del servicio a una causa que requiere lo escénico. Andrea Garrote apuntó al necesario camino fisiológico que el actor debe realizar tomando como punto de partida la palabra y el texto autoral, la búsqueda del “texto fisiológico”.
Guillem Clua, Borja Ortiz de Gondra y Lucía Carballal, trataron el complejo binomio de la creación colectiva y la autonomía autoral en la primera mesa de esta segunda jornada, moderada por Carolina África. Cuestiones tan candentes como la relación entre directores y autores y el reparto de derechos de autor en procesos de escritura colectiva, enriquecieron un diálogo en el que Ortíz de Gondra afirmó que “la organización del sentido” requiere un solo autor, Carballal definió el texto como “la piedra angular de una producción” y Clua indicó que el trabajo colectivo arranca con la puesta en escena y debe culminar en la grandeza de crear juntos un mundo: director, actores y autor, “en el milagro de que un equipo te descubra el valor de lo que has escrito”.
La mesa que puso fin a las jornadas se centró en las nuevas estructuras y narrativas de la dramaturgia contemporánea, y estuvo conducida por Laila Ripoll, que planteó como cuestión de fondo “el desafío a los límites”. Participaron en ella José Ramón Fernández, Carol López y Paco Bezerra, y se convirtió en la práctica en una auténtica lección de cómo escribir teatro. Bezerra especificó que arriesga con los temas, pero jamás con las estructuras, frente a esas obras “vacías de contenido que sólo buscan la forma”. José Ramón Fernández reivindicó la escritura teatral como género literario, “la defensa de lo dramático como literatura, como escritura”. Carol López también se postuló a favor de una firme estructura de corte aristotélica incluso en los trabajos de dirección artística habituales en ella, en los que los actores participan como cómplices de una puesta en escena colectiva.
El Congreso estuvo enriquecido por diferentes sesiones informativas. Una de ellas se dedicó a la Presentación del Manual de buenas prácticas en relación con la dramaturgia, proyecto gestado durante varios años y auspiciado por la anterior presidenta de la Fundación SGAE, Ana Graciani. Carlos Labraña, Sonia Alejo y Aina de Cos presentaron el resultado de ese trabajo, que sirve como modelo para articular las relaciones contractuales de los autores dramáticos en una producción profesional, e incluye información sobre disposiciones legales, condiciones laborales y modelos de contrato. El manual tiene un objetivo claro, servir de orientación legal y frenar en seco el peligro de romantizar la precariedad del autor de teatro.
Ángel Murcia, gerente de Artes Escénicas de la SGAE, protagonizó otra de esas sesiones informativas dedicada a presentar los servicios que la entidad presta a sus dramaturgos y dramaturgas. Murcia pormenorizó el arduo trabajo de recaudación y reparto de derechos de autor que realiza su departamento, describiendo los mecanismos de altas de obras y otras gestiones que cada socia o socio puede controlar con facilidad desde la sede electrónica y la nueva página web de la entidad. El número total de autores y autoras cuyos derechos gestiona su departamento es de 7.959, cubriéndose en este momento un total de 221 territorios a nivel nacional e internacional.
Rubén Gutiérrez del Castillo, director general de la Fundación SGAE, centró su intervención en explicar que la SGAE no sólo es una entidad de gestión, sino también una sociedad solidaria con múltiples actividades destinadas al bien público. Gutiérrez del Castillo detalló las posibilidades que la entidad ofrece a sus miembros (desde las ayudas directas asistenciales a las ayudas para viajes o giras), así como el extenso abanico de actividades destinado a promocionar y beneficiar la trayectoria artística individual de sus socias y socios: premios, proyectos de internacionalización, becas para estudios y planes formativos, talleres de creación, exhibiciones, acuerdos con otras entidades culturales y un largo etcétera recogido con detalle en la página web de la entidad.
El “Congreso de Dramaturgia Contemporánea” fue un éxito. Las redes sociales recogen las impresiones del numeroso público participante que se ha congratulado por la oportunidad de haber debatido y haber escuchado debatir, por haber aprendido y compartido experiencias con la SGAE, los compañeros y otros miembros de la profesión. En él se puso de manifiesto la extraordinaria vitalidad de la autoría española, las dificultades intrínsecas al oficio de creador y los problemas y escollos con los que topa el sector de cara al desarrollo de una carrera profesional en el marco de la industria teatral.
