
Y no regresaron a sus casas (21 gritos contra las guerras modernas)
VV.AA. Ediciones Invasoras, 2024. 336 páginas.
Los últimos episodios bélicos que han sacudido el panorama internacional ponen en evidencia el peligro real de vernos implicados directamente en una guerra global digna de la más desoladora distopía cinematográfica. Como he apuntado en otras ocasiones, nada de lo humano es ajeno al mundo de la escena, de ahí estos veintiún textos teatrales que abordan guerras contemporáneas desde diferentes enfoques y estilos. Dos de ellos -el de Julio Fernández y Amaranta Osorio- nos acercan a la guerra en Gaza. El primero, Álgido infierno, está protagonizado por soldados israelíes cuyas palabras en ocasiones traspasan los límites de la frivolidad: una herramienta de supervivencia tanto como una vía que conduce a la deshumanización. El segundo nos plantea la crueldad y lo absurdo de una guerra a través de los ojos de una perra, de ahí su título: Guerra perra. La atrocidad del conflicto sirio es plasmada por Francisco Ramírez López, El violinista de Alepo. En Bosnia, dos vecinos, uno de origen musulmán y otro ateo y comunista nos sitúa en el ambiente prebélico de los Balcanes de la mano de Alfonso Plou (La partida). Tres niñas nos recuerdan las consecuencias de nuestra guerra civil mezcladas con un personaje actual, un inmigrante subsahariano en Tres rosas y un solo negro de trompeta de Antonio Miguel Morales. En las consecuencias de la misma guerra se inscribe Poitier & Wayne, de Enrique Torres Infantes, que vincula la memoria histórica con los daños incontrolables de las nuevas guerras tecnológicas. Por su parte, cinco textos se han centrado en la guerra de Ucrania. En cuatro escenas, Laura Aparicio ambienta su pieza, Santita guerra líbranos de otro Babi Yar, en un orfanato donde los niños son mera mercancía, y lo cuenta en dos tiempos, el actual y los años cuarenta, durante el genocidio de Babi. La indefensión y desamparo de la población civil queda plasmada en La llave de Antonio Cremades. Juana Escabias con El último hombre –un español mercenario-nos adentra en elnegociode la venta de armas, así como en la corrupción de los líderes militares que se lucran con la barbarie. Con una interliterariedad en las situaciones y personajes de Madre Coraje de Brecht, Jerónimo López Mozo toma hechos reales de la guerra de Ucrania y construye una pieza metateatral y reivindicativa. La voladura de la presa de Kajovka le sirve a Itziar Pascual para mostrar el ecocidio como daño colateral que producen los conflictos bélicos en su texto breve que lleva por nombre Los jabalíes. Desde otra óptica internacional, el paralelismo como clave para mostrar las diferencias y similitudes entre el mundo árabe y el occidental queda patente en Palabras de destrucción masiva. Aquí,su autor, César López Llera, nos traslada a la última Guerra de Irak. El texto de Luis Miguel González, Le Borgue, nos devuelve a la lucha contra el terrorismo de ETA. En una comisaría francesa, un integrante del grupo armado intenta justificar su causa con una mirada vacía hacia las víctimas. Un ramillete de obras nos habla de circunstancias comunes, de daños colaterales, de guerras modernas no ubicadas en ningún mapa concreto. Con tres monólogos y una pieza dialogada, Algunos no regresaron a sus casas de Alberto de Casso se adentra en la intrahistoria del niño desamparado, del anciano sin esperanza, del mercenario, del desertor… El humor entrañable y el lirismo que caracterizan a José Ramón Fernández quedan reflejados en El cometa, donde se abordan los terribles daños del armamento moderno. Con una visión ácida, Pedro Montalbán en Los estragos de la guerra expone la mezquindad de dos grandes empresarios que se mueven como peces gordos en las aguas turbias de la guerra. Fragmentos de poemas dramáticos de diversas guerras no localizadas geográficamente es lo escrito por Gracia Morales en Daños colaterales. Estremecedoras son las palabras del soliloquio de un fotógrafo de guerra, personaje creado por Sebastián Moreno Sambruno en Inquilinos de Hierro, un texto que rindehomenaje a los reporteros de primera línea. En War Orgasm Yaiza Ramos concreta los daños colaterales en la desolación y abandono de las mujeres con dos palabras predominantes: grito y rabia. Una guerra sin límites, sin identidad del enemigo y sin sentirse culpable por ejecutarla: así es el texto que nos presenta Paco Romeu en Fuego amigo. La sustitución de los humanos por robots ha llegado al campo de batalla de la mano de Amelie Blume, en Preparadas para matar, utilizando el humor y la ironía como las reglas de una contienda que se asemeja a un ajedrez letal.
Alberto de Casso es el encargado de escribir el prólogo de este volumen. Su trabajo en la introducción de cada una de las piezas nos resulta esclarecedor y sugerente. Logra aunar y armonizar en esta compilación diferentes enfoques que reflejan las guerras modernas, que en su esencia conservan el mismo germen de destrucción y horror que las guerras de todos los tiempos. Con todo, una lectura esperanzada se desprende al final de este teatro de prescripción para tiempos convulsos; una reflexión que, en palabras del recientemente fallecido Paul Auster, nos revela que “un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas”.