Las Puertas del Drama
El autor teatral en las Comunidades autónomas
Nº 57

SUMARIO

Presentación

Andalucía

Aragón

Canarias

Castilla y León

Extremadura

Galicia

Madrid

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Valencia

Infancia y juventud

Nuestra dramaturgia

Cuaderno de bitácora

Socia/Socio de honor

Dramaturgia extranjera

Premios Teatro Exprés

Reseñas

Carreras de fondo, un juego muy serio solo para valientes

Carolina África

Me ha costado mucho asumirme como autora teatral; supongo que el hecho de no haber estudiado oficialmente el recorrido de dramaturgia unido al respeto que tengo por el oficio de escribir hicieron que durante mucho tiempo me haya definido como una «licenciada en arte dramático con estudios en periodismo y vocación de escritora».

A día de hoy, con casi una decena de obras estrenadas y muchas de ellas afortunadamente premiadas, publicadas y traducidas lo declaro más convencida: soy dramaturga.

Siempre digo que tengo la grandísima suerte de dedicarme profesionalmente a aquello que me hacía feliz desde la infancia.

Mis mejores recuerdos de niña están íntimamente ligados con la escritura en soledad o con organizar las obras y bailes de fin de curso en mi colegio de monjas.

Tenía buenas maestras: mis hermanas; con ellas, cada tarde, en el cuarto de los juguetes, preparábamos dramatizaciones –con playback incluido– de las canciones de Mecano, reproducíamos diálogos de películas que habíamos visto compulsivamente –y que podíamos representar con una fidelidad asombrosa– o jugábamos a inventar algunas escenas plenamente originales.

Nuestro público eran nuestras abuelas, tías, padres y amigos de estos últimos, que tuvieron que sufrirnos en multitud de cenas y celebraciones.

Al ser la pequeña de las tres, no tenía apenas voz ni voto en las decisiones creativas, pero en secreto, iba aprendiendo el arte de concebir historias generando espectáculo y luego, me resarcía en mi clase ejerciendo de directora, maestra de ceremonias y comedianta, imitando -con más aciertos que errores- las habilidades de mis talentosas parientas.

Todo esto y las clases de danza clásica y flamenco constituyeron la base de mi amor por el escenario, por el ritual de mirar y ser mirado y por el placer de ofrecer al público un tesoro compartido donde hubiera espacio para la risa, el llanto, la complicidad, el juego y la catarsis. También influirían las ceremonias eucarísticas a las que iba religiosamente y cuyos ritos me producían entre miedo y fascinación, ahí también había mucho teatro que aprender.

Como dije antes, mi otra vertiente creativa consistía en escribir; lo hacía compulsivamente en los diarios íntimos de juventud donde entretejía secretos inconfesables con dudas existenciales. Esos preciosos cuadernos registraban pensamientos, ideas, obsesiones, culpas, amores y desamores, vergüenzas personales y familiares y los mezclaba con otros mundos de ficción hasta el punto en que ni yo misma poder discernir qué era real y qué no. Vamos, lo que hoy llamamos autoficción en toda regla.

En la etapa escolar gané casi todos los concursos de literatura a los que me presentaba y no era extraño que la profesora de lengua me hiciera leer en alto la redacción improvisada que escribíamos en su hora lectiva. Yo lo tenía claro: quería ser escritora, aunque también me hacía feliz pasar las tardes en la escuela Municipal de Teatro de Alcorcón donde con Pilar Barona recibí mis primeras clases de interpretación.

Mal asesorada por el jefe de estudios de mi cole, elegí periodismo en lugar de filología y el chasco al empezar la facultad fue mayúsculo.

Nada me motivaba de las asignaturas de la carrera y me pasaba el día en la radio, donde había un grupo de teatro universitario y al que también me apunté. Se llamaba Mass Media y lo dirigía con maestría y libertad Sandra Centi. Allí conocí a gente maravillosa que sí resonaba conmigo y fue donde recibí mi primer premio como actriz en un certamen en Barajas.

Apenas iba a clase en la facultad, tan solo a algunas optativas: historia del teatro e historia de la representación escénica impartidas por Gregorio Cedillo y en las cuales haciendo un casting podías cambiar las horas lectivas por participar en un montaje teatral entregando además algunos trabajos. Fuera de plazo intenté convencer al profesor para que me hiciera la prueba.

 —Todo está cubierto menos la Novia de Bodas de sangre, ¿la has leído? –Me preguntó–.
—Sí. –mentí–.
—Siéntate y lee conmigo. Tú la Novia, yo haré de la Madre.

Leí de primeras en voz alta y los nervios y la magia de Lorca hicieron que mi novia se enfrentara a esa madre rezumando fuerza y desconsuelo, lágrimas y amor.

Hubo un silencio mágico al terminar.

—Mañana empezamos los ensayos. Llévate este libreto.

Le debo mucho a ese texto, gracias a él pasé las pruebas de acceso a la Resad dos años después y mi vida se alejó de aquella facultad de Ciencias de la información para acercarse a otra donde enseñaban el Arte de la Comunicación; gané mucho con el cambio.

Me licencié en Arte dramático en el recorrido de interpretación textual con unas calificaciones excelentes pero sin la fortuna de que alguien se fijara en mí para darme trabajo.

Pagaba el alquiler haciendo teatro de calle en Mercados medievales y poniendo helados en un Häggen-Dazs. Con mi compañera Marina Larriera -que en paz descanse, me acuerdo de ti casi a diario y te extraño tanto- fundé mi primera compañía: Arte-Sanas teatro. Una asociación cultural donde creamos nuestro primer espectáculo.

Era un trabajo colectivo dirigido por otra compañera: Bibiana Monje: El Principito al desnudo. Un montaje basado en El principito y la película Eva al desnudo de Joseph L. Mankiewicz.

Fue un éxito rotundo y llegaron muchos premios (Ex aequo mejor interpretación Madrid Sur, Mejor montaje, Mejor versión), bolos y gira. Al año SGAE nos rechazó la versión porque los derechos de la obra de Saint- Exupéry no estaban disponibles.

—¡¡¿Pero si no tiene nada que ver con El principito!!??
—Da igual, NO SE PUEDE HACER.

Ese NO –unido a una ruptura sentimental y otra de menisco– me hicieron sentir absolutamente perdida. Una tarde, a solas, en mi habitación, llorando amargamente por cancelar mis vacaciones (además de los bolos que habían salido) y sin poder caminar, decidí –como cuando era pequeña– refugiarme en la escritura.

La penúltima de Carolina África.
Fuente: alteatroporlosrulos.wordpress.com/

Así nace mi primera función: La Penúltima.

Utilizando la estructura de la asociación cultural que habíamos creado montamos la función en el garaje familiar de Almudena Mestre –que nos dirigió– y estrenamos precisamente en otro: El Garaje Lumiere en 2011. Una sala preciosa que ya no existe.

Los nervios de exponerme como autora del texto y actriz a la vez fueron terribles, no sabía si había escrito una comedia o un drama y resultó que había hecho las dos cosas a la vez.

El público rió y lloró y tal fue nuestro éxito que además de agotar localidades en todas las funciones viajamos con ella a Alemania participando en la Edición 3 Noches Españolas en Berlín gracias a Theatre Europa que nos seleccionó en una convocatoria impulsada por el Ministerio de Cultura.

Posteriormente ganamos también el premio del jurado del Festival de teatro Encinart (La Rioja).

Con este primer texto escrito decidí –por dar el gusto a mi madre– matricularme nuevamente en periodismo para acabar la carrera.

No pudo ser.

Había presentado una beca de la comunidad de Madrid para “ampliación de estudios artísticos en el extranjero” y me la concedieron cuando llevaba apenas dos meses de nuevo en la facultad.

Viajé a Buenos Aires en un mes de diciembre atípico debido a las temperaturas estivales propias del hemisferio Sur. Cursé seminarios de dramaturgia, interpretación, mimo, danza con distintos profesionales (Roman Podolsky, Alejandro Catalán, Olivia Corsini, Jeremy James). Fueron unos meses excitantes e intensos donde aprendí muchas cosas y donde escribí prolíficamente.

Prolongué mi estancia más de lo que tenía pensado y empalmando el verano porteño con el español regresé con otro verano bajo el brazo; mi segundo texto: Verano en diciembre.

Con el empuje bonaerense decidí retomar La Penúltima y como no había teatro disponible para programarla opté por un espacio no convencional para exhibirla: una peluquería. Llamamos a la iniciativa Al teatro por los rulos: el público compraba un rulo por ocho euros, veía la función y si regresaba con ese rulo a la peluquería les hacían un descuento en el corte. Negocio redondo. Peluquería a rebosar los fines de semana viendo teatro y nuevos clientes para mi amigo Alfonso que la regentaba entre semana.

Pasaron cosas bonitas, de pronto gente importante venía a ver la función -David Trueba entre ellos- y que, precisamente, me ofreció gracias a aquello mi primer papel en el cine.

La penúltima de Carolina África.
Fuente: alteatroporlosrulos.wordpress.com/

Yo quería montar la obra que había escrito en Buenos Aires. Teníamos el elenco perfecto solo faltaba una abuela y Carmen Belloch después de ver la función en la peluquería se sumó al proyecto.

Había ganas, talento, energía, pero nos faltaba el dinero… “La suerte llega cuando echas un pie por delante” dice un proverbio africano y así fue.

La semana que había convocado en mi casa una primera lectura me llamaron del Ministerio de Cultura. Verano en diciembre había ganado el Premio Nacional Calderón de la Barca 2012.

Invertí los 10.000 euros del premio en ponerla en pie junto con Almudena Mestre, Virginia Frutos y Laura Cortón que también invirtieron sus ahorros. Juntas decidimos hacer las cosas bien: cogeríamos un local para los ensayos y pagaríamos un sueldo digno a quien trabajara con nosotras. Seríamos compañía; aunque aún no teníamos nombre, por lo que usamos temporalmente la asociación cultural Arte-Sanas que seguía operativa.

En enero de 2013 un nuevo revés, en mitad del proceso de ensayos Carmen Belloch cayó enferma, un cáncer que sería fulminante. Belloch significa Bello Lugar, nos pareció precioso para el espacio y para la compañía: así nació La Belloch Teatro.

Lola Cordón entró a sustituir a Carmen que nunca llegó a ver la obra montada pero sí supo que su apellido sería para siempre el nombre de la compañía.

A nuestro “bello lugar” llegó Ernesto Caballero y disfrutó tanto la función que nos ofreció la sala grande del María Guerrero para representarla en una única función con motivo de la entrega del Premio Calderón y la publicación que financiaba la Subdirección de Teatro.

Verano en diciembre de Carolina África.
Foto: Geraldine Leloutre. Fuente: dramatico.mcu.es

El público ovacionó en pie el espectáculo durante muchos minutos y de ahí fueron sucediéndose cosas preciosas: Distribución gracias a G y G (Carmen y Graciela), ferias de programadores, gira nacional e internacional (Colombia, Argentina, Uruguay, México) para las que contamos con ayudas del INAEM y ACE.

El texto fue traducido al inglés y exhibido en el Cervantes Theatre, también se tradujo al italiano y se ha hecho un montaje en el Teatro Nacional de Génova que a día de hoy sigue de gira y ha repetido temporada en 2022.

En España, de nuevo Premio Encinart (La Rioja), Candidaturas a los Max 2014: Mejor espectáculo revelación, mejor producción privada y mejor autoría novel que se quedaron en Nominación finalista en autoría revelación.

En 2016 Ernesto Caballero nos reprogramó en temporada agotando localidades todos los días en la sala Francisco Nieva del Centro Dramático Nacional. Lo que ha sucedido con Verano en diciembre es un pequeño milagro: han pasado diez años, pero sigue viva, la última función es de este mismo año y además estoy a punto de emprender una nueva aventura emocionante: será llevada al cine presumiblemente en 2023 y soy la responsable de la adaptación de la obra a guion cinematográfico.

Después del Calderón de la Barca me presenté a la beca Dramaturgias Actuales del Inaem y me fue concedida, de esta manera escribí mi siguiente texto: Vientos de levante: Una historia de amistad y amor con dos temas de fondo: la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y la frágil frontera entre la cordura y la locura.

También lo montamos con la compañía La Belloch contando con la ayuda de producción de la comunidad de Madrid. De nuevo gira nacional durante varios años y reciente gira internacional (Ecuador 2022) viaje que pudimos emprender gracias a formar parte del catálogo AECID. El espectáculo sigue vigente a día de hoy y también ha recibido varios galardones, el más reseñable en 2017: el Premio Nacional de directoras de Escena Torrejón. La función fue exhibida en la sala grande del Teatro Español con reposiciones en Teatro Galileo y Sala Cuarta Pared. Ha sido traducido al inglés por Katherine Walker, y montado por diversas compañías amateurs (con y sin permiso… igual que Verano en diciembre) Existe también una traducción al valenciano.

Vientos de levante de Carolina África.
Fuente: labellochteatro.wordpress.com

En 2016 junto a mi pareja Julio Provencio decidimos homenajear a Lola Cordón en un espectáculo performático y de corte más vanguardista creando conjuntamente: Modërna, estrenado en la Cineteca de Matadero en el festival Frinje 2016 promovido por el ayuntamiento de Madrid y con gira, entre otros, por espacios como Las Naves, Espai Mutant en Valencia.

Modërna de Carolina África y Julio Provencio.
Fuente: labellochteatro.wordpress.com

En 2017 durante mi embarazo recibo como pan bajo el brazo la II Beca de escritura del Pavón teatro Kamikaze con la que nace Otoño en abril, montada nuevamente por La Belloch Teatro contando con la ayuda de producción de la comunidad de Madrid y con la que hemos hecho temporada en el Teatro María Guerrero en 2020 y posterior gira nacional. También ha sido traducida al italiano y exhibida en el Teatro Nacional de Génova. En 2023 hay previsión de reprogramarla en Italia. En esta función recupero los personajes de Verano en diciembre para, en este caso, hablar de la maternidad con sus luces y sus sombras. La historia de la familia continúa y quizá siga haciéndolo porque el Teatro Nacional de Génova quiere comisionar la escritura de las otras dos estaciones hasta completar la tetralogía… ya veremos.

En 2017 recibo también la Beca BBVA para la escritura de otro nuevo texto que no he montado y en 2018 la beca del Laboratorio SGAE de la que nace El cuaderno de Pitágoras, obra basada en mi experiencia como voluntaria en el Centro Penitenciario de Valdemoro. Se estrenó este año, en enero de 2022 en el Centro Dramático Nacional y ha sido el espectáculo elegido por Alfredo Sanzol para girar por cinco plazas nacionales.

El cuaderno de Pitágoras.
Foto: Luz Soria. Fuente: dramatico.mcu.es

Faltarían por añadir dos versiones para la Compañía Nacional de Teatro Clásico: El desdén con el desdén con la que fui finalista a Mejor Versión en los premios Max 2020 y Sueño de una noche de verano. También algún texto infantil, otro escrito con la ayuda del ayuntamiento a autores noveles y otros textos breves con los que también he tenido la fortuna de recibir algún nuevo galardón como el primer premio del Concurso teatral Barahona de Soto 2022 por Una buena vida.

 Recientemente estoy inmersa en el mundo audiovisual y además de la adaptación cinematográfica que mencioné antes, trabajo como guionista en el programa de entrevistas La matemática del espejo presentado por Carlos del Amor y he sido la responsable de guion de otro programa de corte similar Mujeres en la 2, ambos para Televisión Española (TVE). Parece que los estudios inacabados de periodismo finalmente me sirvieron para algo… aunque yo, donde soy más feliz sigue siendo el teatro.

Haciendo balance y como señalaba al principio me siento una privilegiada pues amo mi profesión desde la infancia, cuando solo era un juego, y tengo la fortuna de poder decir que vivo de ello y gustosamente me desvivo por ello. Escribir, dirigir e interpretar historias sigue siendo mi refugio, mi trabajo, mi ocio, mi pasión, mi manera de entender el mundo, de seguir jugando y de salvarme.

El juego ahora me lo tomo muy en serio y para lograr comer de mi profesión he tenido que trabajar muy duro y dedicarme en cuerpo y alma a varias disciplinas porque con solo una de ellas no hubiera sido posible pagar el alquiler y las facturas.

Me consta que soy muy afortunada habiendo recibido considerables ayudas de dramaturgia y varios premios con dotación económica, pero quiero señalar que siendo un impulso no son suficientes para vivir y que el camino que yo he encontrado para hacerlo ha sido reinvertir ese dinero en producir los espectáculos con mi compañía y que los textos no se queden en un cajón.

Con La Belloch hemos conseguido desarrollarnos y crecer como compañía también gracias a diversas subvenciones; especialmente las de INAEM de gira nacional e internacional y las de producción de la comunidad de Madrid –fundamentales para poder embarcarnos en la creación de nuevos espectáculos– y otras tan valiosas como el apoyo en gira a través del programa de la red de teatros que nos ha permitido mostrar nuestro trabajo de manera rentable por diversos municipios de Madrid.

Sin embargo, hacer la apuesta económica por adelantado para la producción, padecer los quebraderos de cabeza para justificar subvenciones, buscar bolos debajo de las piedras cuando la distribución desaparece porque un espectáculo al año ya es viejo para la oferta cultural, sufrir la precariedad del sistema, apostar por el trabajo de compañía, de repertorio, ofrecer condiciones dignas a quienes trabajan con nosotras, desafiar las leyes de un mercado que solo demanda estrenos –y si es posible con rostros conocidos– ha sido y sigue siendo muy complicado.

Hemos logrado mucho, pero hemos llorado otro tanto y que La Belloch siga a flote después de la pandemia -durante la cual tuvimos que dejar definitivamente nuestro local después de ocho años- es casi un milagro que alimentamos cada día con trabajo y esfuerzo titánicos.

Paradójicamente y a título personal, mientras escribo estas líneas me encuentro en el momento más dulce de mi carrera; tras El Cuaderno de Pitágoras –primera vez que me sucede esto de que me produzca íntegramente un teatro público y así ha sido gracias al Centro Dramático Nacional– han llegado nuevas y jugosas propuestas del teatro privado donde tendrá lugar mi próxima aventura.

Parece que ahora toca recoger frutos de lo mucho sembrado, pero me gustaría terminar este artículo siendo consciente de que otros compañeros y compañeras de profesión llenos de talento y cultivando con mimo y con ahínco no están teniendo la misma fortuna.

Que dedicarse a las artes escénicas es una carrera de fondo lo asumimos todos y todas desde el principio, pero persistir en el camino conviviendo con la inestabilidad, precariedad e incertidumbre laboral es una hazaña solo para valientes.

Todo mi respeto y admiración por los y las corajudas que siguen construyendo sin abandonar sus sueños y reinventándose de mil maneras para vivir de la profesión que eligieron. Sirvan estas líneas de aliento y esperanza para confiar en que las oportunidades llegan.

Por último, animo encarecidamente a las instituciones nacionales, las comunidades y los ayuntamientos a que sigan apoyando la cultura y lo hagan revisando estrategias que no están funcionando y sin miedo a reformarse. Sus estructuras son fundamentales para convertir los obstáculos en oportunidades y conseguir que el talento –que lo hay y mucho– no se pierda. Gracias.