Formación específica como dramaturgo no he tenido. Tampoco ha sido mi principal dedicación en el mundo teatral. Estudié Filosofía y Letras y ya durante la carrera empecé a participar en grupos de teatro universitario y posteriormente en compañías no profesionales, pero de dedicación intensa (Teatro de Cámara de Zaragoza y, cuando éste fue disuelto por orden gubernativa, Teatro Estable de Zaragoza). En ambas compañías formé parte del equipo de dirección, aunque mi trabajo era sobre todo como actor. Lo compaginé con el trabajo de profesor de enseñanza media y dedicaba también mucho tiempo al estudio de la historia y teoría del teatro, colaborando ocasionalmente en algunas revistas de teatro.
En 1973 decidí dedicarme plenamente al teatro y abandoné la enseñanza. Entré a trabajar (como meritorio) en la gira de Yerma de la compañía de Nuria Espert. Ya con el obligado carné profesional, pasé a integrarme en el montaje de Tábano de Los últimos días de soledad de Robinson Crusoe, de Jérome Savary, participando en la dirección colectiva y en la actuación.
A continuación decidí volver a mi Zaragoza natal. Con varios compañeros llevábamos tiempo hablando de crear una compañía y finalmente pusimos en marcha el Teatro de la Ribera, que fue la primera compañía profesional en Aragón. Ya desde el primer montaje, Sobre emigrantes, estrenado en 1975, realizamos un trabajo colectivo de dramaturgia, partiendo del texto de La moscheta, de Ruzante y combinándolo con textos de José Antonio Labordeta, de Ramón Gil Novales y de elaboración propia.
Desde el principio las señas de identidad de la compañía trataban de combinar la dimensión político-social (incluyendo el arraigo en Aragón) con la exigencia literaria, especialmente la poesía, que fue la base de varios montajes. Así, por ejemplo, Materiales de identidad, a partir de poemas de Miguel Labordeta, Tierra de voces, con textos de diversos poetas aragoneses, o Soledad primera, de Góngora. Estrenamos el primer texto de Alfonso Plou, Laberinto de cristal, que ganó el premio Marqués de Bradomín. También algunas versiones de textos clásicos como Electra de Sófocles o adaptaciones de textos no teatrales como Vanina Vanini de Stendhal y traducciones de Ruzante, Goldoni (La plaza) o Michel Deutsch (El entrenamiento del campeón antes de la carrera).
Comencé la escritura de un texto a partir del estudio de mucha documentación histórica sobre los Sitios de Zaragoza, que finalmente quedó interrumpido por dificultades de producción. Lo terminaría años más tarde y se estrenó como coproducción de Embocadura y el Centro Dramático de Aragón en 2008, con el título Sitios Saragosse y se publicó en Lastura ediciones en 2016.
Con el Teatro de la Ribera empezamos sin ningún tipo de ayuda. No queríamos limitarnos a la producción y distribución de espectáculos, en una comunidad con muy escasos recursos destinados a la cultura y en particular al teatro, de manera que, poco a poco, nos fuimos moviendo para conseguir apoyos, impulsando proyectos de renovación del panorama teatral en Zaragoza y Aragón. Con las muchas dificultades propias de los últimos años del franquismo y también, en otro sentido, de los primeros de la democracia incipiente, conseguimos algunos resultados que podían marcar direcciones para el futuro.
Siempre desde fuera de la administración, a través de conversaciones, reuniones y presentación de proyectos a los responsables políticos y administrativos, contribuimos a poner en marcha, entre otras cosas, la Escuela Municipal de Teatro, las campañas de la Diputación Provincial de Zaragoza, las subvenciones a las compañías del Gobierno de Aragón, el Festival Internacional de Teatro y la creación de un nuevo teatro en Zaragoza, el Teatro del Mercado, concebido inicialmente como sede de la compañía y que luego cambiaría de orientación. También un primer proyecto de Centro Dramático, que aún tardaría mucho en concretarse, con otras aportaciones, y que duraría pocos años.
En los noventa dejé el Teatro de la Ribera y fui colaborando con diferentes compañías, en especial Ciudad Interior y Embocadura, en trabajos de dramaturgia y de dirección. Principalmente versiones y selecciones de textos. Con Ciudad Interior estrené El aire entre las páginas (a partir muy libremente de El libro de arena de Borges), que publicó Arbolé en el volumen colectivo Ocho autores, ocho (2000), Tiempos (en colaboración con Luis Merchán) y una traducción de John Lear, de Michel Deutsch. Con Pingaliraina, Poemax Mix (para público infantil, sobre una selección de poemas de distintos autores). Con Luna de Arena y Nuevo teatro de Aragón, Máscaras (incluido en el texto colectivo Gargallo, un grito en el desierto, publicado por el Centro Dramático de Aragón.
Con Arbolé, una versión libre, escrita en verso, de El viejo y el mar, de Hemingway, que permanece inédita. Con Embocadura, dramaturgias sobre textos de autores diversos, tanto poetas como dramaturgos y colaboraciones con músicos (Archipiélago, Travesía y Retrato) y como texto enteramente original Sitios Saragosse (en coproducción con el Centro Dramático de Aragón). Aparte de textos breves colaborando con otras compañías, el capítulo de obra original publicada se cierra con Comedia de Fausto (Arbolé, 2006).
Como profesor de interpretación en la Escuela Municipal de Teatro, además de fomentar durante las clases la lectura de textos clásicos, con especial atención al trabajo sobre el verso, he realizado talleres de fin de carrera con textos de autores diversos, muchos de ellos no dramáticos en origen. Entre ellos, María Zambrano (Claros del bosque), Clarice Lispector (Un soplo de vida), Antonin Artaud (El teatro y la peste), Samuel Beckett (Rumbo a peor), así como autores contemporáneos (Heiner Müller, Jean-Luc Lagarce). De ese modo, también he podido contribuir a la dedicación de algunos alumnos de distintos cursos a la escritura teatral.
En definitiva, ya se ve por esta especie de curriculum que no me he ganado la vida precisamente como dramaturgo. No estoy, pues, en condiciones de hacer grandes aportaciones a la política teatral de la comunidad de Aragón, ya que mi relación con la administración fue más intensa en los proyectos pioneros de los setenta y ochenta a los que ya he aludido, mientras que posteriormente (debido en buena medida al extendido desencanto político) mi dedicación se ha centrado en la enseñanza, en la escritura y en los trabajos de dirección e interpretación en diversas compañías.
Se puede decir en todo caso con carácter general que la política teatral en la comunidad de Aragón no ha mostrado nunca especial interés por la dramaturgia, primando, casi únicamente, las ayudas a teatros y compañías de la comunidad. Sólo durante un breve período se ofreció algún apoyo directo, a través del Centro Dramático de Aragón, a la escritura teatral. Por lo demás, por parte de alguna caja de ahorros (la CAI) se mantuvo algún tiempo un programa de lecturas dramatizadas, en el que también tuve ocasión de participar y que también acabó desapareciendo.