Las Puertas del Drama
El autor teatral en las Comunidades autónomas
Nº 57

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Este es mi sitio, esta es mi gente

Pablo Díaz Morilla
Nigel Dickinson.
Fuente: nigeldickinson.photoshelter.com

Queen of the road nace durante un paseo. Dentro de los artistas hay una defensa del paseo como inspiración no buscada, de la deriva, de la famosa aspiración del flâneur. Bien, no es mi caso. No es mi caso para nada. En mi imaginación no pensaba en encontrar espacios, sonidos, formas que me inspirasen, al contrario, lo que recibí en ese paseo como inspiración fue más bien un puñetazo de realidad. La inspiración durante ese paseo llegó porque caminando por el centro de mi ciudad empecé a no reconocerla como mía. Las calles eran las mismas pero no lo eran, los negocios familiares habían sido sustituidos por franquicias, los rostros de siempre simplemente ya no estaban (Málaga es una ciudad lo suficientemente pequeña como para conocer muchas caras, lo suficientemente grande como para recibir todos los días muchos rostros de fuera). Este impacto de no reconocer algo tuyo como propio ocurrió hace ya algunos años, la última vez que bajé al centro –cómo me gusta esa expresión- fue aún peor. El puñetazo de realidad me lo dio cruzarme con seis despedidas de soltero en una calle de 200 metros. Ya he dicho que soy malagueño, pero juro que no estoy exagerando: seis despedidas de soltero en 200 metros. Soy el primero al que le gusta hacer el tonto y si hay que cantar se canta, si hay que bailar se baila y si hay que taconear se taconea, pero seis despedidas de soltero en 200 metros no es hacer el tonto, es llenar una ciudad de tontos. Mi ciudad ya no es mi ciudad, es mucho más parecida a un centro comercial, y ya tenemos uno particularmente bonito en las afueras, limpio y ordenado, no necesitábamos otro sucio y con escasa vigilancia (pagada por todos) en el centro de nuestra ciudad.

Queen of the road nace como defensa ante el puñetazo que me dio ese paseo. Es una queja, un lamento sobre cómo una ciudad puede dejar de ser lo que entendemos por “una ciudad”. Es también un llanto por aquellas ciudades que un día dejaron de serlo. Pero no piensen que es un drama, todo lo contrario, es un canto a la esperanza, es una certeza de que volveremos a conocer a nuestros vecinos, de que, algún día, también en las ciudades nos sentaremos en las plazas, los niños jugarán en las calles. Queen of the road habla de la importancia de cuidar a quienes tenemos alrededor, de la importancia de ser, formar y consolidar una comunidad.

Desahucios en Claremont Road.
Foto: Indymedia. Fuente: urban75.org

Si hablo de la sinopsis (eso que tan poco nos gusta redactar a los que escribimos), Queen of the road tiene la siguiente: “En 1994 Londres se preparaba para iniciar las obras de la carretera M11, parte del ambicioso proyecto Roads for prosperity. Tras numerosas protestas sociales en las que estaban implicados grupos ecologistas, anarquistas y contraculturales, al Departamento de Transportes de Inglaterra le surgió el más inesperado de los enemigos: Dolly Watson, la vecina de 92 años de Claremont Road que se negó de todas las formas imaginables a abandonar su domicilio. Ésta es su historia y la de los vándalos de Claremont Road1”. En las obras que he escrito hasta ahora y que he tenido la suerte que se han llevado a los escenarios había un nexo común: todas trataban hechos reales, hechos que ocurrieron en la realidad. Pues bien, de entre la amistad de un bailaor analfabeto y la más grande figura de la cultura francesa de su época (Piedras preciosas), la historia de un hombre que no olvidaba nunca absolutamente nada (Souvenir) y la lucha entre el actor que hizo de Superman y el dictador Augusto Pinochet (Mitad del mundo), mi historia más increíble, aquella que parecía más irreal, ésa en la que la frase “la realidad siempre supera a  la ficción” adquiría más carácter de certeza, era Queen of the road.

Desahucios en Claremont Road.
Foto: Indymedia. Fuente: urban75.org

Cuanto más investigaba sobre la historia de los okupas de Claremont Road más de cuento me parecía su historia: gente atándose a árboles para evitar que fuesen talados, una señora de 92 años como el más claro caso de desobediencia civil en su país, un barrio entero envuelto en una red de pescar, artistas que construían esculturas rellenas de plomo con el fin de que ejerciesen la función de barricadas, un barrio entero okupado y convertido en museo… Desde luego, lo que pasó en Londres ese año era una historia de cuento. Un cuento punk, un cuento ecologista, un cuento contra la crueldad de los poderosos, un cuento sobre amar al prójimo, pero sobre todo, un cuento artivista. Los protagonistas de Queen of the road no tienen armas para enfrentarse a los bobbies, no tienen máquinas para detener las excavadoras, no tienen leyes de su parte, pero tienen una herramienta muy poderosa: su imaginación y su arte. Si el tema principal de Queen of the road es el poder de la comunidad, la lucha contra la gentrificación, el derecho de los vecinos a ser eso, vecinos, el tema secundario es uno que se repite de forma no intencionada en mi escritura: la capacidad del arte para cambiar las conciencias, porque cambiando las conciencias podemos cambiar el mundo. Ya saben lo que se dicen: todo gran viaje –o paseo- empezó con un pequeño primer paso.

En lo que se refiere a la producción de Queen of the road quizás ese primer paso sea un poco más grande después del empujón que supuso para el texto los premios Jesús Domínguez de la Diputación de Huelva y Buero Vallejo del Excmo. Ayuntamiento de Guadalajara, ojalá este empujón le sirva para ser producida, “llevada a las tablas” –otra expresión que también me encanta-. Pero no ya por ese anhelo de dramaturgo que todos llevamos dentro, sino también porque estoy seguro que lo pasaríamos muy bien, el primero yo como dramaturgo, luego la compañía, y, estoy convencido que también los espectadores, porque como he dicho, Queen of the road no es un drama, Queen of the road está planteado desde su Escena 0 como UNA FIESTA. Queen of the road es conocer a los más de 30 personajes interpretados por 4 actores que pasan por sus páginas; es ver bailar a la tribu de los Donga, una tribu real de finales de los 90 –sí, una tribu–; es interpretar música punk en directo para un minuto después montar una rave de música electrónica en el escenario; es un canto a la dignidad de aquellos que no tienen nada, Dolly Watson y Old Mick, y que quizás por eso mismo tampoco tienen nada que perder.

La verdad es que lo pasé realmente bien escribiendo Queen of the road, claro, ¿a quién no le va a gustar escribirla si acabo de decir que es un cuento punk?

Welcome to Claremont Road, vandals keep out.

Notas

  1. Sí, es un copiapega de la que escribí para el texto en su día, pero dicen que no es copiar si es tuyo, ¿no? Y ya he dicho antes lo poco que gusta en general escribir sinopsis.